Hay aspectos colaterales, que no daños, del caso Geri-Rubi que han pasado casi desapercibidos, quizás porque ya eran conocidos en el mundillo futbolístico. Uno es el sablazo que pegan ambos personajes a Arabia Saudí por la Supercopa, un torneo que al común de los aficionados le importa una higa. 40 millones por año, 240 millones por seis ediciones. Los saudíes suelen andar tan sobrados de dinero como escasos de democracia y derechos humanos fundamentales. Basta recordar que las mujeres pudieron votar por primera vez en unas elecciones hace nada, en 2015. Es una dictadura del mismo pelo que otras como Catar ante las que los dirigentes del deporte de elite miran hacia otro lado. Pagan bien y todo vale pa la saca. Pagan por encima del precio de mercado, que dirían los comisionistas de altos vuelos en su jerga. Por comparar. Mañana se celebra en Sevilla la final de Copa. La Junta de Andalucía, la Diputación de Sevilla y el Ayuntamiento abonan cada año 1,5 millones para que La Cartuja sea la sede de la final. Y dos apuntes. Rubiales, que no tiene ningún reparo en que se juegue la Supercopa en Arabia Saudí, impidió que se disputara en Miami un partido de la Liga. Y, segundo, los presidentes de los clubes de la Liga guardan esta semana un silencio más que elocuente sobre el caso Geri-Rubi.
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