Apriétense los cinturones, que vienen curvas. El clásico veroño vasco ha pasado a mejor vida. Nos morimos de calor, metafórica y literalmente, y anuncian quienes saben del tema que esto no ha hecho más que empezar. José Antonio Aranda, responsable de Euskalmet, poco dado a realizar previsiones meteorológicas a largo plazo por la poca fiabilidad que tienen, alerta de que podría haber otra ola de calor en lo que resta de verano. “Las muertes por calor se volverán a disparar si no hacemos nada”, advierte a su vez Julio Díaz, doctor en Física e investigador del Instituto Carlos III, que apunta dos datos que provocan escalofríos: las temperaturas máximas diarias han subido 0,4 grados por cada década y el incremento de la mortalidad por efecto del calor depende de dónde vivas. En barrios con bajos niveles de renta y que sufren pobreza energética, las probabilidades, lógicamente, son mayores. Sucede lo mismo cuando arrecia el frío. A más pobreza, más frío. La Comisión Europea pidió anteayer a los países de la UE que reduzcan el consumo de gas en hogares, empresas y sector público hasta marzo, una medida que afectará, sobre todo, a la población más vulnerable. Lo dice Julio Díaz: “La pobreza energética es no poder utilizar algo (la calefacción, por ejemplo), que reduce el riesgo de mortalidad”.
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