Más de un año y más de dos he escuchado el txupinazo de los sanfermines de Iruñea en el coche, de camino al trabajo, con esa emoción que te transmiten los periodistas curtidos en la radio. Lo relatan con tanta pasión que te hacen sentir lo que no puedes ver en ese fugaz instante en el que el cohete se dispara al cielo de la capital navarra. Es un momento emocionante, de esos de gallina de piel, que diría Cruyff. Era mi momento preferido del primer día de sanfermines (solo he vivido una vez in situ la vorágine del 6 de julio en las calles de Iruñea) hasta que hace ya unos años, en uno de esos vídeos que se hacen virales, descubrí que no, que el momento más emocionante sucede cada año unos 20 minutos después del txupinazo en la misma Plaza Consistorial. Salen desde el zaguán gaiteros y más gaiteros, arrancan a tocar el Ánimo pues y te ponen la gallina de piel mientras a su alrededor una multitud brinca de felicidad. Salvando todas las distancias (los sanfermines duran 240 horas y el Día de San Sebastián, oficialmente, dura 24 horas), un momento como ese se vive cada 20 de enero en la Izada de la Consti. No hace falta ser donostiarra para emocionarse cuando empieza a sonar la Marcha de San Sebastián y la ciudad se zambulle en la fiesta.
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