El otro día uno de los candidatos a la Alcaldía de Donostia difundió un vídeo en el que se presentaba ante la ciudadanía y ofrecía un par de apuntes de su ideario. El mensaje duraba un minuto y nueve segundos, pero le faltaba un detallito. Salvo que lo supieras de antemano, era imposible conocer a qué partido pertenece el candidato porque en el vídeo no figuraban ni el nombre de la formación ni las siglas. Es la política de los nuevos tiempos, en la que los aspirantes representan a un partido que no aparece en los soportes multimedia. El sobrevalorado Borja Sémper ya lo puso en práctica hace cuatro años, cuando se presentó a la Alcaldía de Donostia. El PP logró un 1,29% más de votos que en 2015. Sémper tomó posesión del cargo en junio de 2019 y lo dejó siete meses después, en enero de 2020. Todo un récord. Para que luego digan que los políticos tienen apego al cargo. Sus razones tendrán los estrategas de las campañas electorales para que sus candidatos lancen mensajes y escondan las siglas por las que piden el voto. A mí se me escapan. Solo sé que esa apariencia que se da en campaña de que el candidato va por libre desaparece luego en la práctica. Cuando toca votar, no hay verso libre que valga. La discrepancia se llama indisciplina y, entonces sí, hay que obedecer a las siglas (órdenes) del partido.
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