El domingo ardieron las redes sociales al difundirse un vídeo en el que los jugadores del Athletic rezaban el Padre nuestro en el vestuario minutos antes de enfrentarse al Real Madrid en San Mamés. Es un ritual que se pierde en el túnel del tiempo y que no tiene una fecha concreta de inicio, aunque hay quien sostiene que la tradición se remonta a hace unos cien años. Me sorprende que sorprenda pero no porque sea demodé sino porque se celebra desde hace casi un siglo y hay quien se enteró el domingo. Hace unos días, la plantilla al completo de Osasuna se desplazó al Castillo de Javier. Lo hace todos los años, encabezada por el presidente de turno, para asistir a una misa en la basílica y realizar una ofrenda floral al santo. Hasta hace nada, los jugadores, los técnicos y la directiva de la Real acudían a la basílica de la Virgen del Coro para la tradicional misa antes de iniciarse la temporada. Y en 2010, el año del ascenso, el recorrido triunfal de la Real por Gipuzkoa finalizó con una ofrenda a la Virgen de Arantzazu. En una sociedad vasca cada vez más alejada de la Iglesia católica (en 2022 se estimaba que el número de católicos en Euskadi había caído hasta el 55% y que los no creyentes crecían hasta el 40%) llama la atención la vinculación entre el fútbol y el catolicismo. Ya lo decía La Polla Records: “Gol en el campo, paz en la tierra”.
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