En los primeros años de la posguerra, 4.000 presos del régimen franquista construyeron a pico y pala la carretera que une Oiartzun y Lesaka por los altos de Aritxulegi y Agiña. Son 22 kilómetros de cuestas y curvas que el Ejército del dictador mandó levantar ante las dificultades que tenía para mover a sus tropas de Donostia al norte de Navarra por el puente de Endarlatsa. Los prisioneros recordaban años después que cada día debían perforar 60 centímetros en el túnel de Aritxulegi, que une Gipuzkoa y Navarra, so pena de sufrir castigos y más hambre. Paradojas de la vida, cientos de aficionados al ciclismo disfrutan cada año subiendo y bajando Aritxulegi y Agiña. La cima de Agiña, muy abierta, ofrece una vista espectacular. Enfrente están las Peñas de Aia y por encima del túnel de Aritxulegi se abre una enorme ventana por la que ves al fondo el mar. En ese lugar, a escasos metros del conjunto artístico que Jorge Oteiza y Luis Vallet crearon en 1959 en homenaje al Padre Donostia, había hasta este pasado fin de semana un banco en el que te sentabas, descansabas y le pegabas un par de tragos al botellín mientras disfrutabas del panorama. Alguien decidió que el banco sobraba, lo arrancó de cuajo y lo destrozó. Un impresentable.
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