Desde esta semana, Italia impide por ley que los menores de edad accedan a través de sus móviles u otros dispositivos a contenidos inapropiados, ya sea de violencia, pornografía, juegos de apuestas, mensajes de odio o discriminación, webs que promocionan trastornos alimentarios o páginas de sectas. Las operadoras de telefonía activan el bloqueo de manera automática y a través de la tarjeta SIM, de manera que se impide al menor navegar por los bajos fondos de Internet, si se me permite la expresión. Los expertos aseguran que la medida no es la panacea, pero menos es no hacer nada. Hecha la ley, hecha la trampa, porque el bloqueo tiene sus limitaciones: sólo funciona si la tarjeta SIM está a nombre del menor. El control de los contenidos que ven nuestros hijos e hijas se puede regular por ley, pero somos los padres y madres los que tenemos la obligación de velar por que hagan un uso racional de los móviles. En teoría, es sencillo. Basta con recurrir a la educación y los valores, aquello que nos transmitieron nuestros padres y madres. En la práctica, se complica. Muchas veces no tenemos ni idea de qué contenidos ven en sus móviles. Les facilitamos, cada vez a una edad más temprana, una herramienta que se convierte en un arma de propagación de lo peor de la sociedad.
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