Seguramente solo los muy puestos en ciclismo sabían ayer que si se produce una caída, o varias en un intervalo corto de tiempo, y no hay ambulancias suficientes para que prosiga una carrera, se tiene que neutralizar. Sucede con cierta frecuencia en las pruebas de categorías inferiores, que se paran durante un buen rato o se ven obligadas a cambiar de recorrido sobre la marcha (el trazado alternativo muchas veces está previamente planificado) porque se está trasladando a los heridos a un centro sanitario y no hay ni vehículos ni personal para atender urgencias. Las ambulancias son tan indispensables en el ciclismo como los voluntarios. El ciclismo, a diferencia de otros deportes, no se podría celebrar sin la aportación altruista de los colaboradores, como se pudo comprobar en la salida del Tour desde Euskadi, cuando desde la organización se pidió el apoyo de 1.800 personas para la señalización de cruces y puntos de paso. En el ciclismo tampoco hay un mullido césped que amortigüe el impacto de una caída. Eres tú, tu cuerpo y tu bicicleta, sin un parachoques que te proteja. Es el peaje que se paga por disfrutar de este deporte, como desgraciadamente comprobaron ayer Vingegaard, Evenepoel, Roglic, Vine, Quinn y Tesfatsion. Como dice David Etxeberria en este periódico, en el ciclismo no existe el riesgo cero. Una curva te puede truncar la temporada.
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