He perdido la cuenta de las veces que, llegados a la cima de un monte, alguno de los acompañantes pregunta por qué hay un buzón. Para que quede por escrito, aquí va la explicación. La tradición se remonta a principios del siglo XX, cuando se puso en marcha un concurso de montes que luego, en 1949, desembocó en el Concurso de los 100 Montes, una actividad apadrinada por la Federación Vasca de Montañismo que hoy en día sigue vigente y que consiste en subir un centenar de cumbres de Euskal Herria en un mínimo de cinco años y un máximo de diez, sin hacer más de 20 al año. ¿Cómo se acreditaba a principios de 1900 que un montañero había subido un monte? El montañero dejaba un tarjeta en el buzón con su nombre, el monte que había subido y la dirección postal de su club. El siguiente montañero que llegaba a la cima, recogía la tarjeta y la enviaba al club del montañero mencionado para que así constara que había subido a esa cumbre. Esta liturgia hoy está en desuso ya que preferimos sacar una foto, a veces hasta tapando el pobre buzón. Y eso que hay a cientos. Se calcula que existen 900, de todos los diseños, colores y tamaños, y, de hecho, la Federación Guipuzcoana de Montañismo, gracias a la labor de Urdaburu Mendizale Elkartea, tiene catalogados los 310 del territorio, que se pueden localizar en su web.
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