No hay sarao que se pierda el delegado o la delegada del gobierno de turno. Donde hay pompa y circunstancia, allí que acude. Los hay con más o menos afán de protagonismo, pero digamos que tienen una agenda de actos que ni el Papa de Roma y sus habituales audiencias. Amén de ir de inauguración en inauguración, de obra en obra y de ágape en ágape, la Administración central tiene por costumbre anunciar a bombo y platillo sus inversiones, aunque en eso todas las instituciones son como almas gemelas. La propaganda ha tomado en los medios de comunicación el lugar que hace años correspondía a la información. El caso es que rara vez el delegado o la delegada de la CAV de turno da explicaciones sobre la cosas del comer, sobre los problemas cotidianos que afectan al ciudadano de a pie. No verán al delegado o la delegada de turno ofreciendo una rueda de prensa sobre los continuos problemas en los trenes de cercanías, que son de su competencia y se han convertido en un problema endémico, o sobre la ausencia de examinadores en Tráfico, que también es de su competencia. A lo sumo, aprovecharán uno de los saraos para, a preguntas de los periodistas, hacer una declaración para salir al paso, pedir disculpas y a otro canapé, mariposa.
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