Hace ya un tiempo se armó un buen revuelo porque varias comunidades autónomas realizaron un simulacro de envío de mensajes de alerta a la población con un sistema denominado ES-Alert o 112–inverso. Todos los usuarios de móviles inteligentes conectados a las antenas de telefonía situadas en una determinada zona recibieron un mensaje de alerta acompañado de una señal acústica y una vibración de unos segundos. Como era de esperar, les faltó tiempo a los ofendiditos de turno para criticar esta herramienta prevista para situaciones de emergencia. Gentes de piel fina que consideraban que se trataba de una intromisión de la Administración en su privacidad. Este pasado martes, los valencianos recibieron esta alerta (ES-Alert) a las 20.00 horas, más de doce horas después de que la Aemet declarara la alarma roja por la dana. Ante una furia de lluvia, agua y viento como la que ha arrasado por completo decenas de localidades de Valencia y Albacete, quizás no hay alerta que mitigue una catástrofe. Pero llama la atención que durante más de doce horas la vida siguiera casi igual para miles de personas mientras el cielo y la tierra se derrumbaban sobre sus cabezas. En este siglo XXI en el que estamos informados al segundo por múltiples canales, resulta paradójico que no se comunicara con la suficiente celeridad a la población que su vida estaba en riesgo.
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