Entras en el ambulatorio con tu maxi coxi a cuestas, la cartilla de salud, la bolsa con pañales no vaya a ser que la criatura haga popó y deje una peste en la consulta y ¡zas!, te encuentras con una señora que conoces de vista, pero a la que no pones ni nombre, ni apellidos, ni apodo. "Qué padres tan modernos que llevan a su hija al médico", te dice mientras pones tu mejor sonrisa. Entras en la carnicería con la fiera a comprar un par de pechugas de pollo, 200 gramos de chorizo de Pamplona y un filete para el puré, y otra señora, que también te suena, te espeta: "Qué padres tan modernos que hacen la compra". Y así podríamos seguir con el ultramarinos, la pescadería, la frutería, el colegio... Padres y modernos. Bienvenido. Hay un nuevo tipo de hombre que no necesita recurrir a esos ridículos cursillos de tareas del hogar que organizan algunos ayuntamientos para saber que la ropa blanca no se mezcla con la de color. Nunca he entendido que alguien casi siempre un varón tenga que aprender a planchar salvo que sea el cuello de las camisas, a fregar o a saber qué botón hay que apretar en la lavadora para que el asunto empiece a girar (a pesar de que sigo sin entender qué es el centrifugado). Este nuevo hombre, llamémosle patersexual, no tiene nada que envidiar al metrosexual que, si no estoy mal enterado, es ese tipo que de vez en cuando se pone el tanga de su mujer y todas las noches se cuida el cutis. Tampoco tiene nada que envidiar al hombre ubersexual que, según el manual, es varonil, limpio, elegante, inteligente, rudo, sutil... y, ¡oh sorpresa!, masculino.
miércoles, 31 de mayo de 2006
miércoles, 24 de mayo de 2006
Trevejo habla 'A fala'
Me cuenta el tío Marcelino que hace un par de semanas su pueblo fue protagonista en el Interviu, entre reportaje y reportaje fotográfico de dos mozas que tenían los ojos muy bonitos. Resulta que tres municipios de Cáceres (San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno), que apenas suman 5.000 habitantes, cultivan como oro en paño la fala (a fala), una lengua autóctona que se ha transmitido de vecino a vecino desde hace más de ocho siglos. En el valle de Jálama, cuna, por cierto, de varias decenas de emigrantes extremeños que hoy viven en Gipuzkoa, no se habla castellano, sino que se fala a fala. Por aquello de que esta lengua, como el gallego, tiene raíces del galaico-portugués, la Xunta trató de impulsar medidas lingüísticas y algún que otro hermanamiento gastronómico léase una degustación de 250 kilos de mejillones al vapor con limón para conservar este tesoro de idioma. "Hasta aquí hemos llegado", vino a decir el tal Rodríguez Ibarra, el doberman socialista, temeroso de que primero le colaran unas ayudas para divulgar la fala y luego le plantaran un Estatutu de los pueblos cacereños a las puertas de casa. Como en mitad de la polémica estaba el BNG, que gobierna la Consellería de Cultura, se montó el cisco entre los políticos ante la incredulidad de los vecinos, que en más de una ocasión se han sentido olvidados por un presidente aficionado a la verborrea. Así que, nada, Marcelino, vete preparando un diccionario A fala-Castellano; Castellano-A fala, que igual hasta te forras a euros.
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