Por 429 votos a favor, 225 en contra y 19 abstenciones, la Eurocámara dio luz verde ayer a una resolución en la que declara la situación de “emergencia climática y medioambiental”, y reclama medidas urgentes a la Comisión Europea, a los gobiernos de la UE y a “todos los agentes mundiales”. La primera medida la puede adoptar en su propia casa. O casas, habría que decir. El Parlamento Europeo tiene tres sedes (Estrasburgo, Bruselas y Luxemburgo) que nos cuestan un ojo de la cara. Unos 120 millones de euros al año. En más de una ocasión se ha planteado unificar en Bruselas las tres sedes, una decisión que debería pasar por encima del cadáver de Francia, que defiende a muerte el estatus de Estrasburgo, símbolo además de la reconciliación europea. El caso es que, metidos en harina, la triple sede de la UE no solo tiene un coste económico astronómico sino también medioambiental. Se estima que los viajes (en primera clase, faltaría más) de los 751 eurodiputados entre Bruselas y Estrasburgo (trabajan tres semanas en la capital belga, de lunes a jueves, y una semana en la ciudad alsaciana) suponen al menos 11.000 toneladas de emisiones de CO2. Así que ya saben sus euroseñorías por dónde empezar a combatir el cambio climático.
sábado, 30 de noviembre de 2019
viernes, 22 de noviembre de 2019
O nosotros, o el caos
O nosotros, o el caos. En los últimos tiempos, los partidos políticos no admiten derrotas en las urnas y menos aún que les descabalguen de instituciones que han gobernado desde que tienen uso de razón. El establishment,los del todo atado y bien atado, no aceptan otro resultado que no sea la victoria. Si pierden, anuncian el apocalipsis y cargan con todo. Recuerden la llegada del cuatripartito al Gobierno de Navarra y la de miles de empresas que la derechona nos anunció que se iban a marchar del otrora reino. Luego están los medios mamporreros del poder, que todas las mañanas nos sirven titulares que no aguantan la mirada. Pongamos por caso el acuerdo PSOE-Unidas Podemos y repasemos recientes titulares de portada del periódico Expansión. Lunes 11 de noviembre (tras las elecciones): PSOE y PP, forzados a pactar. Martes 12 de noviembre (cuando aún no se conocía el acuerdo): Inversores y empresarios piden un acuerdo PSOE-PP. Miércoles 13 de noviembre (tras el pacto PSOE-Podemos): Alarma en la economía. Jueves 14 de noviembre: Los inversores buscan refugio ante la amenaza fiscal. Viernes 15 de noviembre: Las empresas adelantan ajustes de plantilla. Sábado 16 de noviembre: Dónde invertir con la incertidumbre. Y así todo.
sábado, 16 de noviembre de 2019
¿Dónde esta el problema?
Nada mejor que rebatir con datos a quienes desde las redes sociales insisten en que Donostia prácticamente celebra cada fin de semana carreras populares que, por lo visto, colapsan el centro de la ciudad durante horas. Salvo excepciones, la mayoría de las pruebas se disputan los domingos por la mañana, el día de la semana con menos tráfico y menos afecciones. Eso pasa aquí y en Bollullos Par del Condado. El año 2019 tiene 52 domingos. La capital de Gipuzkoa acoge cada año (cifra arriba, cifra abajo) unas 35 carreras populares. De esa treintena de carreras, doce transcurren por el centro y el resto se desarrollan en barrios o en zonas donde no afectan a la circulación de vehículos. De esa docena de pruebas con recorridos por el centro de Donostia, solo cuatro duran más de dos horas (el maratón, la Behobia, la Clásica de 15 kilómetros y la media maratón de primavera). Por imperativo legal, ninguna carrera puede comenzar más tarde de las 10.00 horas, precisamente para que la ciudad recupere la normalidad lo antes posible. Si el año tiene 52 domingos, solo hay doce carreras que transcurren por calles del centro de la ciudad y solo cuatro duran más de dos horas, pregunto: ¿Dónde está el problema?
viernes, 8 de noviembre de 2019
30 años no es nada
En 1990 tenía más kilos, más pelo (o, al menos, mejor distribuido) y un futuro sin definir. 19 añitos. En 2019 tengo menos kilos, menos pelo y un futuro más o menos definido. A los 48 años no sabes si eres joven o eres viejo, estás en tierra de nadie. Ni frío ni calor. Por alguna razón que se me escapa, aquel noviembre de 1990 me apunté a la Behobia. Éramos poco más de 4.000 en la salida, que estaba situada un kilómetro antes que la actual. No tengo fotos ni casi recuerdos de aquella mañana. Guardo el dorsal, que encontré el otro día en una carpeta de los tiempos de la uni. Tan solo recuerdo que hice la Behobia con un amigo que iba escuchando la retransmisión de la carrera con unos auriculares. A la altura de los toboganes de Lezo, me informó de que el primero ya había llegado a la calle Ijentea (la meta entonces no era en el Boulevard). Después de aquella experiencia llegó otra, y otra, y otra, y otra... Así hasta 29 veces. Qué necesidad, dirán. Ninguna. Han pasado 30 años pero, en esencia, nada ha cambiado. Bastan unas zapatillas, un par de calcetines, un pantalón y una camiseta para correr. El resto lo hace el público. Un pasillo humano que te hace sentirte durante un par de horas el tipo más feliz del mundo. Pues eso, que como decía el tango, 30 años no es nada. (¿O eran 20?).
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