Barack Obama tiene un negro que es blanco. Para los profanos en la materia, un negro, sea literario o periodístico, es aquél que hace el trabajo sucio (da igual un discurso que un libro) para un político, un periodista o un escritor. Los hay incluso que escriben libros para que otros le pongan la firma. De negros (literarios) sabe mucho Ana Rosa Quintana y otros tantos que no lo confiesan porque quedarían mal. Bueno, Juancar, el Rey, no confiesa que tiene un negro pero hasta los niños de teta saben que lo de "Me llena de orgullo y satisfacción" se lo escriben (me dicen por aquí que el habitual discurso de Nochebuena se puede leer en tiempo real subtitulado en el Teletexto). El negro de Obama (en EEUU no se les llama negros sino ghosts, fantasmas) es un blanco de 27 añitos que se llama Jon Favreau. Un portento capaz de enderezar hasta las palabras de Maleni Álvarez. En su ingenuidad, uno pensaba que Favreau escribía y Obama daba rienda suelta a su extraordinaria oratoria. Pero no. Aunque en la tele no lo parezca, Obama (y muchísimos políticos) leen en un aparatito que ni usted ni yo logramos percibir. Pensaba uno que Obama memorizaba un discurso de 20 minutos (equivalente a dos páginas enteras de periódicos), pero no. Al día siguiente de la toma de posesión tuvo que repetir, esta vez en privado, la jura de su cargo porque la víspera se había confundido. En realidad, como bien apuntaba Quim Monzó en La Vanguardia, no se confundió el nuevo comandante en jefe sino el presi del Supremo de EEUU, que alteró el orden de la frase. Obama se la había aprendido de memoria.
lunes, 26 de enero de 2009
domingo, 25 de enero de 2009
La 'ciclogénesis explosiva' acojona
La ciclogénesis explosiva acojona (con perdón). No sé si el fenómeno que entre el viernes y el sábado ha atravesado estos lares era un ciclón, un huracán, un tifón, un tornado o una tormenta tropical, pero acojona. Por aquello de abreviar, los periodistas le hemos denominado ciclón, que no es otra cosa que una poderosa borrasca, como señalaba ayer en estas páginas ese pozo de sabiduría científica llamado Eduardo Cifuentes. Pero es que escuchas la palabra ciclón y te pones a temblar. Y ya de paso, piensas en las gentes que residen en el Caribe, el Atlántico y el Golfo de México, que todos los años se comen un abecedario entero de huracanes. De la A a la W (ya están decididos los nombres de los próximos cinco años). Te dicen que va a llegar un ciclón y te acuerdas de la película Twister, de la vaca volando y el trailer por las nubes. Sales de trabajar de noche, cuentan por la radio que faltan unas horas para que llegue la bestia y notas que sopla un viento rarito, como que quiere y no quiere. Y miras el termómetro, y a las 23.30 horas del viernes (recuerde que estamos en enero y hace nada nos congelábamos bajo cero) marca una temperatura de 16,5 grados. Como decía un tertuliano, sólo faltaba a esa hora que se fuera la luz y se apagara el petaco. Y te metes en la piltra después de cerrar hasta esa contraventana que siempre dejas abierta, y duermes como un lirón hasta que el ciclón (una pena no bautizarlo) barre tu barrio. Te despiertas, y para cuando quieres hacer balance de daños, te das cuenta de cuán importante es la electricidad, el café caliente, las tostadas (maldices a tu vitrocerámica) y tener a mano una linterna. Y pones la radio a pilas y compruebas que pocas veces ha estado mejor empleado el viejo axioma de mejor prevenir que lamentar.
miércoles, 21 de enero de 2009
Cuestión de elegir
¿Negro o blanco? ¿Carne o pescado? ¿Monte o playa? ¿Soltero o casado? ¿Coca Cola o Pepsi Cola? ¿Facebook o Tuenti? ¿Fernando Alonso o Lewis Hamilton? ¿Solo o con leche? ¿Ceremonia civil o religiosa? ¿Coche o moto? ¿Nintendo DS o PSP? ¿Los Rolling o los Beatles? ¿Real o Athletic? ¿Ciencias o Letras? ¿Agua o vino? ¿República o monarquía? ¿PC o Mac? ¿Aimar Olaizola o Juan Martínez de Irujo? ¿Diésel o gasolina? ¿Chapata o baguette? ¿Arantzatzu o Loiola? ¿El Mundo o El País? ¿Olentzero o Reyes? ¿Avión o tren? ¿Roger Federer o Rafa Nadal? ¿Kas naranja o Kas limón? ¿Londres o París? ¿Vaya semanita o Wazemank? ¿Pedro Almodóvar o José Luis Garci? ¿Txindoki o Gorbea? ¿Play o Xbox? ¿Jesús Loroño o Federico Martín Bahamontes? ¿Nike o Adidas? ¿Andreu Buenafuente o Javier Sardá? ¿La cocina de Karlos Arguiñano o la de Pedro Subijana? ¿Tinto o clarete? ¿Barack Obama o Tamborrada Infantil? Todos los días tenemos que elegir en la redacción una foto para ilustrar la portada. Todos los días hay que escoger entre dos o más opciones. Hoy (ayer para el lector) tenemos (teníamos) dos alternativas: la Tamborrada Infantil y la toma de posesión de Obama. Difícil elección. Así que decidimos que hoy abra usted el periódico de par en par para poder observar dos acontecimientos tan antagónicos de un vistazo. A la derecha, los niños tocando el tambor; a la izquierda, la mano del hombre con más poder del mundo. Dos fotos llenas de ilusión y esperanza para envolver un día inolvidable.
lunes, 12 de enero de 2009
La TDT
Para quienes en nuestra infancia sólo conocimos la primera cadena, la segunda (UHF) y las tres francesas, la Televisión Digital Terrestre (TDT) es como un maná de canales, una sobreoferta que no sabemos cómo digerir. Hay tantas cadenas y tantos programas (otra cosa es la calidad) que pasas el tiempo en tu sillon ball zapeando hasta dar con algo interesante. La TDT dicen que es el futuro, pero en algunos programas es como volver a un pasado retrógrado. No hay más que echar un vistazo a El gato al agua, una tertulia de una cadena que dice llamarse Intereconomía pero que está todas las noches dando la tabarra con la política. Con alguna que otra excepción, la nómina de tertulianos da para completar varios programas radiofónicos del Cocidito madrileño. Le dan unos palos a ZP que ni Jiménez Losantos. Y aportan una novedad al mundo de la tertulia: junto al micro no tienen un vaso de agua sino una copa de vino. Si uno sigue zapeando por la programación de la TDT, se encontrará con canales que se llaman Hogar 10 pero que hablan de todo menos de bricolaje doméstico, descubrirá que su hija no le quita ojo a una tal Hannah Montana, se hinchará a ver deporte como no hacía desde sus años mozos y comprobará que los pseudo concursos mediante llamadas telefónicas se han apoderado de la pequeña pantalla durante la madrugada. Por descubrir, también descubrirá que un puñado de cadenas de la TDT ofrecen películas eróticas en las que siempre verá los pechos de la hembra, pero nunca el miembro viril del macho. El argumento es lo que importa.
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