Traigo buenas y frescas nuevas: el año que viene no hay elecciones. Aleluya. Después de comernos casi dos tandas de urnas seguidas y toda la campaña de los USA como si fuera la de nuestra comunidad de vecinos, se abre un páramo (paréntesis, habría que decir) de más de año y medio. Cuando el 7 de junio finiquitemos los comicios europeos, ya todo volverá a su ser. Bueno, todo todo no, porque a la vuelta de la esquina se celebrarán las elecciones al Madrí, que tienen rango mundial y parece ser que ganará ese ser sobrenatural. He rescatado un artículo escrito hace unas semanas por José Ignacio Armentia (saludos a los cíceros) en El País para cerciorarme de que no me he vuelto majareta. Explica el profe universitario que el asunto va por ciclos y que sólo uno de cada cuatro años no hay elecciones (ya es suplicio). La ronda es siempre la misma: municipales, generales, autonómicas y europeas (estas dos últimas el mismo año), descanso y vuelta a empezar. Ahora tocan las europeas, que se palpa en la calle que despiertan un extraordinario interés (según el CIS, sólo uno de cada cuatro encuestados sabe la fecha en la que se celebran). Bruselas está a un par de horas de avión de Loiu, pero sus representantes políticos como que nos quedan lejos. Durante la campaña electoral mayormente aburren con ese retórica de palabras entre las que no pueden faltar bienestar, progreso, justicia, desarrollo, diálogo y ciudadanía. Escuchen un minuto de un mitin (no más) y seguro que de la boca del candidato de turno sale una de ellas.
lunes, 25 de mayo de 2009
viernes, 15 de mayo de 2009
La cara de gilipollas
Lo peor de perder una final es la cara de gilipollas (con perdón) que se te queda. Odiosas son las comparaciones, pero a los seguidores del Athletic se les quedó el cuerpo como a los aficionados de la Real que el 30 de marzo de 1988 vieron caer a uno de los mejores onces de su historia ante el Barça de Luis Aragonés, en vísperas del motín del Hesperia, en la final de Copa del Bernabéu. O la misma cara de tontos (con perdón, otra vez) que se les quedaba a los hinchas del Tau cuando disputaban una y dos finales europeas y no había manera de ganarlas; o la cara de gilipollas (también de sentirse robados) que se les quedó al puñado de irundarras que vieron esfumarse la Recopa de Europa ante el Milbertshoffen en Alemania después de que se la arrebataran dos inefables árbitros. La final de Mestalla también tuvo otro paralelismo con aquella del Bernabéu. En Chamartín la mayoría de aficionados de la Real y el Barça también silbaron el himno ante "el primero de los españoles". No se montó el pollo de estos días, seguramente porque no había los altavoces de comunicación que existen hoy. Simplemente, la pitada se silenció en los medios, que es un método de censura mucho más sutil. Y se silenció también (en medios matritenses, quiero decir) la brutal carga que realizó la Policía Nacional al término del partido en el fondo que ocupaba la hinchada txuri-urdin, mientras los culés daban la vuelta de honor. A los seguidores de la Real se nos quedó la cara de gilipollas, la misma que tendrá el currela de TVE al que se acusa del supuesto error de cortar la emisión cuando sonaba el himno. Salta a la vista que era un hecho previsible (el abucheo, digo) porque si no, no se explica que el técnico de sonido contratado por la Federación pusiera el tiroriro a un volumen seis veces más alto que el sonido ambiente, o que cuatro altavoces se orientaran al palco. Y luego dicen que los símbolos no importan.
* Texto publicado en la sección de Deportes de NOTICIAS DE GIPUZKOA tras ganar el Barça la Copa al Athletic en Valencia
lunes, 11 de mayo de 2009
Un once para la nostalgia
Desde hace unos días la web de la Real (www.realsociedad.com) ofrece la posibilidad de confeccionar el mejor once de la historia del club. Como cada aficionado al fútbol llevamos un entrenador dentro, resulta difícil no caer en la tentación de elegir al equipo ideal. Confesaré que no vi jugar a aquellos jugadores que militaban en la Real antes de los 70, por lo que mi alineación peca de ochentera y es un ejercicio de nostalgia. Emulando al speaker que cada quince días grita la alineación en Anoeta, y del uno al once, como en los viejos tiempos, vamos a por ellos. ¡Bata, Arconada! No hay discusión posible sobre el mejor portero, pese a que algunos sólo le recuerden por un error. ¡Bia, Zelaieta! No era el más rápido, ni el que mejor balones metía al área, pero era nuestro ídolo y con eso ya basta. ¡Hirua, Luis López Rekarte! Sin ser un dechado de técnica, con él empezamos a reconocer a los carrileros. ¡Laua, Xabi Alonso! Lo mejor que se ha visto en Anoeta desde su inauguración. ¡Bosta, Larrañaga! Un cierre seguro y un líder sobre el campo. ¡Seia, Kortabarria! La contundencia en la zaga. ¡Zazpia, Idigoras! La cabra más cuerda que ha pisado Atocha. ¡Zortzia, De Pedro! Con detractores o sin ellos, desde que se fue la banda izquierda está huérfana. ¡Bederatzia, Satrus! Goles y un remate de cabeza perfecto. ¡Hamarra, Zamora! Técnica y pundonor en un pedazo de jugador. ¡Hamaika, López Ufarte! Poco que decir. Servidor cree que aún está para jugar, aunque sea para tirar faltas. Y en el banquillo, aplicaremos la táctica de Toshack (5-3-2), pero se sentará Denoueix, el último técnico que nos hizo soñar con un título.
viernes, 8 de mayo de 2009
50 céntimos de euro
La anécdota quizás no es ilustrativa de nada, pero nuestro personaje me pide que la cuente por si acaso han cambiado los tiempos y él todavía no se ha enterado. Sucedió hace unos días en la avenida de Sancho El Sabio de Donostia. Nuestro personaje caminaba distraído en dirección al estadio de Anoeta, donde a esa hora se jugaba el Real-Celta. Dejó a un lado el parque de Araba y enfiló hacia la avenida de Madrid. Paró en un paso de cebra. Cuando cruzaba el mismo, escuchó cómo caía al suelo una moneda. Miró a su alrededor y vio que un joven que cruzaba la calle en sentido contrario miraba al suelo buscando algo. Nuestro personaje hizo lo mismo y vio en el suelo una monedilla de 50 céntimos de euro. Llamó al chaval como supuesto dueño de la moneda, y se cruzaron el siguiente diálogo: "Eh, chaval, que se te ha caído esto", le dijo nuestro personaje mostrándole la dichosa moneda. "Quédesela usted, señor", le respondió el muchacho con un gesto de viejo, a mí me salen los billetes de 500 por las orejas. Así que nuestro personaje jodido porque a él, que no llega a los 40, le habían tratado de "señor y de usted" se guardó la moneda en el bolsillo y empezó a filosofar para sus adentros sobre el valor que las nuevas generaciones dan al dinero. Ensimismado en sus pensamientos, acudió a un bar cercano a Anoeta para presenciar por la tele los últimos minutos del partido, y comprobó con estupor que la tasca no ofrecía la Real sino el Madrid-Barça que acababa de empezar. Definitivamente, los tiempos han cambiado. |
domingo, 3 de mayo de 2009
Estudios y oficios
No pocas veces, las agencias de noticias escupen informaciones acerca de sesudos estudios, mayormente elaborados por universidades, sobre asuntos sumamente trascendentes. Los estudios suelen llegar a conclusiones rotundas, del tipo, "las mujeres estresadas son más propensas a tener hijas", "masturbarse a menudo aumenta el riesgo de padecer cáncer de próstata", "las mujeres serán más rápidas que los hombres en los 100 metros lisos en el año 2156" y "los adolescentes con nombres raros son más proclives a delinquir". No me he inventado las conclusiones. Están extraidas de variopintos estudios. Puestos a plantear encuestas, no estaría mal preguntar, a los guipuzcoanos, por ejemplo, si trabajan en lo que han estudiado. Si el tiempo que invirtieron en formarse en clase les ha servido para desarrollar luego la profesión que soñaban. Porque hay mucho desencantado. Porque abundan los casos en los que el deseo y la realidad no casan. Hago cuentas con un colega y recordamos a biólogos metidos a camareros, periodistas que ejercen de barrenderos, diplomados en Turismo especializados en tornos y fresadoras, químicos en cadenas de montaje de fábricas, filólogos que hacen de visitadores médicos, titulados en mecánica en mostradores de tiendas e ingenieros industriales como reponedores en hipermercados. Trabajar en el oficio para el que estudiaste parece hasta una suerte, aunque a veces te preguntes por qué te metiste en este fregado. Y más hoy, con una fila de cuatro millones de parados.
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