viernes, 24 de julio de 2015

La vida padre

juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, alias El Campechano y El exprimero de los españoles, está haciendo honor al nombre (Bribón) que recibían los yates que tripulaba en sus ajetreados veranos en Mallorca. Desde que dejó a su hijo los trastos de la monarquía, vive de fiestuqui en fiestuqui. Viaje por aquí con los amigotes, cuchipandas por allí con más amigotes, comidas y cenas en los mejores restaurantes del mundo, vacaciones en un resort (que es como llaman los ricos a los hoteles) de postín de la República Dominicana, más vacaciones en las Barbados, celebración de su cumpleaños en Beverly Hills, más visitas a los camaradas saudíes, el clásico desplazamiento al Gran Premio de Fórmula 1 de Abu Dabi, veranito en Saint Tropez, y tira millas y gasta que te gasta... Las malas lenguas calculan que en diez meses ha recorrido más de 50.000 kilómetros para dar rienda suelta a sus placeres. Como se ve, aplica a rajatabla la austeridad que predicaba hace pocos años (ver el discurso de Nochebuena de 2012). Dinero para gastar le sobra. Sin necesidad de rendir cuentas a nadie, este año ha recibido un sueldo anual de 187.356 euros que le concede graciosamente su majestad. 187.356 euros que le pagamos entre todos para que se pegue la vida padre.

viernes, 17 de julio de 2015

Sentirte Froome

hace más de 20 años, cuando la mudanza a Anoeta era ya un hecho y Atocha había cerrado sus puertas de forma oficial con el Real-Tenerife (3-1) y el último gol de Oceano, el viejo campo del paseo del Duque de Mandas cobró vida durante unos meses. Equipos de fútbol y de rugby, incluso cuadrillas de amigos, jugaron pachanguitas antes de que las máquinas entraran a derribar gradas y tribunas. Más de uno disfrutó defendiendo la portería del mercado de frutas cual Arconada y marcando goles para dibujar luego en el aire aquel gesto de celebración tan propio de Satrus. Que se sepa, los clubes no suelen alquilar sus estadios para partidos de solteros contra casados. Será por aquello de preservar el estado del césped. En las visitas guiadas que se organizan en los mejores campos de Europa, a lo sumo te dejan ver el palco, pisar el verde y sentarte en los banquillos. En el Tour, puro espectáculo de marketing, publicidad y turismo, te ofrecen gratis et amore sentirte como Chris Froome. Horas antes de que pasen los ciclistas, puedes ascender el último puerto (y todos los anteriores si te apetece) hasta la mismísima meta. Ellos vuelan y tú subes a pedaleo cochinero, pero la sensación de sentirte el jefe de filas de tu equipo no te la quita nadie.


viernes, 10 de julio de 2015

Rarito Dylan

De un concierto de masas se espera que el público disfrute, que la acústica sea buena, que suenen los temas más célebres y pegadizos, que el vocalista o el grupo se identifique con los espectadores que le aclaman al pie del escenario y que incluso haya bises. Hay conciertos y conciertos, y luego está Bob Dylan. Ni piezas clásicas para cantar al unísono con los fans, ni gestos de complicidad, ni media sonrisa que echarse a la boca. El bardo de Minnesota es rarito como pocos y antipático como el que más. Cuentan que al famoso autobús negro que le lleva de plaza en plaza y que mañana le trae de gira por Donostia no pueden acceder ni sus propios músicos. El caso es que, al contrario que en otras estrellas de la música, en Dylan no se trata de leyendas urbanas. Es hierático y seco hasta decir basta. Y debe tener alergia a las fotos porque ha prohibido que se tomen imágenes de su concierto y del de Andrés Calamaro, que le precederá en Illunbe. Y no solo lo prohíbe a los profesionales, también a los espectadores, convertidos desde hace tiempo en fotógrafos en potencia, móvil en ristre. Está el asunto como para que la promotora del concierto le diga al viejo Bob que salude al respetable con un “Kaixo Donostia!”, se enfunde la camiseta de la Real y diga unas palabritas de apoyo a Donostia 2016.

viernes, 3 de julio de 2015

Normas no escritas

Ninguna norma escrita establece que un cargo público del PP no pueda casarse haciendo uso de la ley del matrimonio homosexual o que un alcalde o concejal de Bildu no pueda asistir a una procesión religiosa. Y, sin embargo, cuestiones como las mencionadas o similares se tratan a diario como dogmas de fe. Nos resulta incongruente que Javier Maroto se beneficie en el terreno personal de la ley que tanto ha criticado y recurrido su partido, o que Joseba Asiron acuda a una ceremonia religiosa que tradicionalmente la izquierda abertzale evita, no ya en Iruñea sino también en un buen número de fiestas patronales. Y, sin embargo, tanto uno como otro tienen razones de peso para pensar que actúan de la manera correcta. Maroto porque hace públicamente bandera de una reivindicación que choca con el ideario monolítico del PP, y Asiron porque hace bien en separar la ceremonia civil (el paseíllo de autoridades, dantzaris y gaiteros) de la religiosa. Lo personal no está reñido con lo institucional. Debería entenderse con naturalidad que un político se salte las normas no escritas, pero habitualmente sucede lo contrario. Se imponen los extremos. Así que el día que no sea noticia la boda de un alcalde gay del PP o la asistencia de un alcalde de Bildu a una procesión, algo habremos ganado.