juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, alias El Campechano y El exprimero de los españoles, está haciendo honor al nombre (Bribón)
que recibían los yates que tripulaba en sus ajetreados veranos en
Mallorca. Desde que dejó a su hijo los trastos de la monarquía, vive de
fiestuqui en fiestuqui. Viaje por aquí con los amigotes, cuchipandas por
allí con más amigotes, comidas y cenas en los mejores restaurantes del
mundo, vacaciones en un resort (que es como llaman los ricos a los
hoteles) de postín de la República Dominicana, más vacaciones en las
Barbados, celebración de su cumpleaños en Beverly Hills, más visitas a
los camaradas saudíes, el clásico desplazamiento al Gran Premio de
Fórmula 1 de Abu Dabi, veranito en Saint Tropez, y tira millas y gasta
que te gasta... Las malas lenguas calculan que en diez meses ha
recorrido más de 50.000 kilómetros para dar rienda suelta a sus
placeres. Como se ve, aplica a rajatabla la austeridad que predicaba
hace pocos años (ver el discurso de Nochebuena de 2012). Dinero para
gastar le sobra. Sin necesidad de rendir cuentas a nadie, este año ha
recibido un sueldo anual de 187.356 euros que le concede graciosamente
su majestad. 187.356 euros que le pagamos entre todos para que se pegue
la vida padre.
viernes, 24 de julio de 2015
viernes, 17 de julio de 2015
Sentirte Froome
hace más de 20
años, cuando la mudanza a Anoeta era ya un hecho y Atocha había cerrado
sus puertas de forma oficial con el Real-Tenerife (3-1) y el último gol
de Oceano, el viejo campo del paseo del Duque de Mandas cobró vida
durante unos meses. Equipos de fútbol y de rugby, incluso cuadrillas de
amigos, jugaron pachanguitas antes de que las máquinas entraran a
derribar gradas y tribunas. Más de uno disfrutó defendiendo la portería
del mercado de frutas cual Arconada y marcando goles para dibujar luego
en el aire aquel gesto de celebración tan propio de Satrus. Que se sepa,
los clubes no suelen alquilar sus estadios para partidos de solteros
contra casados. Será por aquello de preservar el estado del césped. En
las visitas guiadas que se organizan en los mejores campos de Europa, a
lo sumo te dejan ver el palco, pisar el verde y sentarte en los banquillos. En el Tour, puro espectáculo de marketing, publicidad y turismo, te ofrecen gratis et amore
sentirte como Chris Froome. Horas antes de que pasen los ciclistas,
puedes ascender el último puerto (y todos los anteriores si te apetece)
hasta la mismísima meta. Ellos vuelan y tú subes a pedaleo cochinero,
pero la sensación de sentirte el jefe de filas de tu equipo no te la
quita nadie.
viernes, 10 de julio de 2015
Rarito Dylan
De un concierto de masas
se espera que el público disfrute, que la acústica sea buena, que suenen
los temas más célebres y pegadizos, que el vocalista o el grupo se
identifique con los espectadores que le aclaman al pie del escenario y
que incluso haya bises. Hay conciertos y conciertos, y luego está Bob
Dylan. Ni piezas clásicas para cantar al unísono con los fans, ni gestos
de complicidad, ni media sonrisa que echarse a la boca. El bardo de
Minnesota es rarito como pocos y antipático como el que más. Cuentan que
al famoso autobús negro que le lleva de plaza en plaza y que mañana le
trae de gira por Donostia no pueden acceder ni sus propios músicos. El
caso es que, al contrario que en otras estrellas de la música, en Dylan
no se trata de leyendas urbanas. Es hierático y seco hasta decir basta. Y
debe tener alergia a las fotos porque ha prohibido que se tomen
imágenes de su concierto y del de Andrés Calamaro, que le precederá en
Illunbe. Y no solo lo prohíbe a los profesionales, también a los
espectadores, convertidos desde hace tiempo en fotógrafos en potencia,
móvil en ristre. Está el asunto como para que la promotora del concierto
le diga al viejo Bob que salude al respetable con un “Kaixo Donostia!”,
se enfunde la camiseta de la Real y diga unas palabritas de apoyo a
Donostia 2016.
viernes, 3 de julio de 2015
Normas no escritas
Ninguna norma escrita establece que un cargo público del PP no pueda casarse haciendo uso de la ley del matrimonio homosexual o que un alcalde o concejal de Bildu no pueda asistir a una procesión religiosa. Y, sin embargo, cuestiones como las mencionadas o similares se tratan a diario como dogmas de fe. Nos resulta incongruente que Javier Maroto se beneficie en el terreno personal de la ley que tanto ha criticado y recurrido su partido, o que Joseba Asiron acuda a una ceremonia religiosa que tradicionalmente la izquierda abertzale evita, no ya en Iruñea sino también en un buen número de fiestas patronales. Y, sin embargo, tanto uno como otro tienen razones de peso para pensar que actúan de la manera correcta. Maroto porque hace públicamente bandera de una reivindicación que choca con el ideario monolítico del PP, y Asiron porque hace bien en separar la ceremonia civil (el paseíllo de autoridades, dantzaris y gaiteros) de la religiosa. Lo personal no está reñido con lo institucional. Debería entenderse con naturalidad que un político se salte las normas no escritas, pero habitualmente sucede lo contrario. Se imponen los extremos. Así que el día que no sea noticia la boda de un alcalde gay del PP o la asistencia de un alcalde de Bildu a una procesión, algo habremos ganado.
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