Ver una película en una pantalla de 9,7 pulgadas y con auriculares debe ser el equivalente a leer en un periódico solo el horóscopo, las esquelas y el tiempo. Así que poco tengo que reprochar a los lectores que, entre las decenas de páginas que publicamos los diarios, escogen únicamente las que les informan sobre quién ha muerto, si viene sol o lluvia, o si la jornada les será propicia o para olvidar. En casa tengo a mano una pantalla de televisión de un tamaño tirando a grande, pero llevo ya meses viendo series y películas en una pantalla pequeña... con auriculares. Supongo que me pierdo mil matices. Detalles que se me escapan. Un contrasentido, vamos. No sé si es comparable a lo que sucede desde hace un tiempo en los festivales de cine, que proyectan estrenos de series de televisión (pantalla pequeña) a la altura de estrenos de cine en pantalla grande. Hoy, por ejemplo, se exhibe Gigantes en horario estelar en el cubo grande del Kursaal. Hace ya un tiempo que las series se han abierto camino en los certámenes más prestigiosos (poderoso caballero es don dinero) y no da la impresión de que haya vuelta atrás. Así que supongo que los cinéfilos deberán acostumbrarse a la cohabitación de series (algunas de ellas de gran calidad, por cierto) y películas. Continuará...
sábado, 29 de septiembre de 2018
viernes, 21 de septiembre de 2018
'Margolaria'
No hace falta ser fan de Mikel Urdangarin, ni siquiera conocer y disfrutar de su amplio repertorio de canciones, para que te guste Margolaria, la película dirigida por Oier Aranzabal que se estrena mañana en el Zinemaldia. Pero tras asistir a la hora y media pasada de proyección, casi por inercia escuchas en bucle el tema que da título al filme. Aunque no seas fan de Urdangarin, y aunque no conozcas su larga y exitosa trayectoria. Después de un trabajo de más de dos años, Aranzabal ha trazado con delicadeza el proceso de creación que lleva a Urdangarin a componer un tema o a preparar una gira de conciertos. Nos muestra lo que hay detrás de un artista. El silencio al llegar a su casa en el casco viejo de Gasteiz tras una actuación, “la resaca del aplauso”, como lo define el propio cantante, las dificultades para terminar de crear un tema o, en su caso, la incomprensión que vivió hace 20 años cuando, en contra de la opinión de sus más allegados, decidió dejar un trabajo fijo y dedicarse por entero a la música. Margolaria retrata con sutileza las luces y las sombras a las que se enfrentan los creadores, sean cantantes, pintores, escritores o escultores, ante el lienzo en blanco, el folio desnudo o el pentagrama sin notas. Si no la han visto, ya están tardando.
viernes, 14 de septiembre de 2018
'Fusilar'
Hace unos años trabajaba con un colega de profesión que solía comentar que si para escribir un reportaje recurría a tres libros, aquello no era un reportaje sino un trabajo de investigación. Era broma, claro. Hoy sería un trabajo de investigación. Entre bulos, hoy llamados fake news, plagios, másteres que no son másteres, tesis en solfa, tesinas y currículums que mienten más que hablan, esto es un sinvivir. Como leí el otro día en Twitter, “verás cuando se acabe con los másteres y empiecen a revisar lo de nivel alto de inglés”. Somos muy de hinchar expedientes con habilidades que no dominamos, y también muy de copiar. En el mundo del periodismo, por ejemplo, se lleva lo que en el argot llamamos fusilar, que no es otra cosa que coger el texto de un compañero de otro medio y copiarlo como si no hubiera un mañana. O firmar como propia una información que no has escrito tú. En aquellos tiempos en los que mi colega hacía reportajes como si fueran trabajos de investigación, yo solía escribir crónicas en la sección de Deportes que al día siguiente las locutaba otro periodista en su medio de comunicación. Sin mi permiso, claro. El hombre leía párrafos enteros que había publicado yo esa mañana en mi periódico. Ahora que lo pienso, esta misma columna creo que ya la he escrito antes. Hace unos años.
viernes, 7 de septiembre de 2018
Material para 'Fariña'
Los episodios de Narcos destilan tal crueldad que, cuando hace unos meses vi la serie casi de tirón, al acabar alguno de los capítulos consultaba al señor Google para comprobar si realmente lo que se contaba en la ficción había sucedido en la realidad. Casi siempre la realidad era equiparable a la ficción. Ocurre lo mismo con Fariña, la serie basada en el libro del Nacho Carretero. También he recurrido al buscador de buscadores para cerciorarme de que lo que sucedió en la costa gallega, aquí al lado, a 800 kilómetros, fue tal y como se relata en la serie. Si es cierto, por ejemplo, que el entonces presidente de la Xunta se reunió en Portugal con los capos del narcotráfico gallego que se encontraban huidos de la Justicia. “No me tengo que avergonzar por hablar con unos señores que podían ser o no delincuentes”, dijo meses después sin un ápice de rubor Xerardo Fernández Albor en una respuesta en el Parlamento gallego. Hablamos de hace más de 30 años, pero parece que fuera hoy. Sito Miñanco, actualmente entre rejas, está acusado de blanquear desde la cárcel diez millones de euros procedentes del narcotráfico, y Laureano Oubiña, que hace nada ha salido de prisión, anda vendiendo su libro de memorias por mercadillos de pueblo. Fariña tiene material para alguna temporada más.
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