El 4 de junio me pusieron la primera dosis y hoy me espera la segunda. De Pfizer. Yo quería Janssen para ver si de paso me crecía una mata de pelo en la calva, pero va a ser que no. Soy de fácil conformar. Entre una vacuna y otra, he cambiado de móvil. He comprado uno nuevo. Y por si aún no lo han adivinado, tengo 5G. Chúpate esa, Bill Gates. ¡Qué maravilla el 5G! Pinchas en el móvil el icono de Twitter y sale un chorro de noticias, vídeos, fotos de unos amaneceres preciosos... También hay haters, que es como llaman ahora a los odiadores. A los que están todo el día enfurruñados, pero no cara a cara sino a través del móvil. En fin, que vacunado, con 5G y con la mascarilla en el bolsillo, mañana me he apuntado a una comida con amigos. Somos doce. Dos mesas de seis. El poteo previo será sentados. A algunos no les he visto el pelo desde la última comida de hace un año. Uno ya nos ha anunciado que va a ser padre por tercera vez (jugó a baloncesto y le gusta romper las estadísticas), otro estuvo pachucho en el hospital, a otro le atropelló un coche cuando iba en bici y otro casi pierde tres dedos con una ingletadora, que le tuve que preguntar qué diablos es eso. Afortunadamente, conserva los dedos porque a ver si no quién me va a cambiar la cámara de la bici cuando pincho.
viernes, 25 de junio de 2021
Ingletadora y 5G
viernes, 18 de junio de 2021
Escocia-Gales
Completada la primera semana de Eurocopa, ya se puede hacer un balance de lo mejor y lo peor. Lo mejorcito, por este orden, han sido los médicos que salvaron la vida a Eriksen, la selección italiana, la canción oficial del torneo –de Martin Garrix, con la colaboración de The Edge y Bono (el de U2, no el exministro socialista que siempre me pareció que era del PP)–, el himno de Escocia y el vacile de los jugadores de Gales cuando posan antes del inicio de sus partidos. Lo peor, sin duda, los insultos homófobos de hordas húngaras a Cristiano Ronaldo y el incendio que ha montado la prensa adicta al Real Madrid por la no convocatoria de un jugador que está lesionado y porque el seleccionador no les ríe las gracias. Ese jugador que tiene tanto ego que no le cabe entre tanto tatuaje en el pecho. Es la misma prensa que cada vez que juega el Madrid o España, que a veces es lo mismo, como en política, menosprecia al rival con unos aires de superioridad que luego la realidad de los goles pone en su sitio. Entre lo peor y lo mejor de la Eurocopa está lo inclasificable, categoría en la que figura con honores José Antonio Camacho, autor de frases que dan para escribir una antología del disparate futbolístico.
sábado, 12 de junio de 2021
La basura no vuelve sola
viernes, 4 de junio de 2021
Selectividad
Los estudiantes de segundo curso de Bachillerato están estos días enfrascados en preparar el examen de la EvAU, la Evaluación para el Acceso a la Universidad. La selectividad de toda la vida. Son jornadas de hincar codos y templar nervios. Más del 90% de los chavales aprueba, pero ahora la cuestión ya no es sacar adelante el examen sino obtener una calificación que te permita cursar determinada carrera. Cuanto más alta sea la nota de corte, más difícil será acceder al grado de turno. Así que a los nervios propios del examen se añade la presión por lograr la calificación más alta posible, pasaporte hacia la carrera que uno quiere emprender. Como cada vez digerimos peor los fracasos, la selectividad puede convertirse en fuente de disgustos. Si la experiencia es un grado, aquí va la propia. Aunque sea de hace unos 30 años. En la extinta BUP, que vendría a ser la ESO de hoy, servidor se fue por las ramas de Ciencias, dibujo técnico incluido. Aunque era un alumno más bien aplicado y era complicado no superar la selectividad, no pasé del cinco. Penco. Opté por cursar Turismo, que abandoné después del primer año a pesar de que es un grado más que recomendable. Al segundo intento, me matriculé en Periodismo y, como diría el cronista deportivo, fui de menos a más. Ya son más de 25 años juntando letras. La vida suele dar segundas oportunidades.