El martes, a media mañana, mantuvimos un animado debate-discusión en un grupo de WhatsApp. El Zinemaldia anunció la concesión del segundo Premio Donostia de esta edición a la actriz francesa Marion Cotillard, y uno de los miembros del grupo, entusiasmado, exclamó: "Wow. Casi nada". Por aquello de animar el cotarro, y fruto de mis limitados conocimientos sobre cine, contesté: "He tenido que recurrir a Google". Que es algo que me pasa a menudo con actores y actrices. A sus nombres no les pongo cara. No seré quien discuta el Premio Donostia a la intérprete francesa. Si quienes saben del asunto dicen que es merecidísimo, no se hable más. Se ha quedado, además, una jornada inaugural incomparable, como el marco. Marion Cotillard recibirá el galardón y el cineasta chino Zhang Yimou inaugurará la Sección Oficial del festival con la película Yi miao zhong (Un segundo). Que tampoco sé mucho de Zhang Yimou, pero me fío del colega Harri Fernández. Hace unos meses le comenté que me cuesta digerir el cine asiático y me recomendó un par de películas del director coreano Bong Joon-ho. Una vez vistas, le alabé el gusto. Así que en nada preparamos la alfombra roja de reciclaje para que desfile Marion Cotillard... si es que hay desfile.
viernes, 27 de agosto de 2021
viernes, 13 de agosto de 2021
111.000 euros cada día
viernes, 6 de agosto de 2021
Tolerado pero no aceptado
Hace unos días, el creativo publicitario y escritor Alejandro Fernández Aldasoro (Bilbao, 1970), autor del recomendable libro El oso Ondo, abrió un melón que da mucho juego: por qué personas no nacidas en un municipio pero que residen en el mismo desde hace muchísimo tiempo, sienten que no son consideradas y aceptadas de igual manera que el nativo de toda la vida de la localidad. Lo hizo con un tuit que no te deja indiferente: "Agur, Donostia. Después de 24 años dejo esta ciudad hermosa, absorta, consentida y alquilada. Me llevo una mujer, dos hijos donostiarras y esa sensación de que he sido tolerado pero no aceptado. Ha sido un placer". Fernández Aldasoro habla de Donostia pero creo que su reflexión podría valer para cualquier municipio de cierto tamaño, aquí y en la Cochinchina. En esta cuestión el tamaño sí importa y, seguramente, es más sencillo, e igual más natural, ser "tolerado y aceptado" en un municipio pequeño en el que todo el mundo se conoce que en una ciudad. O al revés, vete tú a saber, porque en esta cuestión hay tantas opiniones como experiencias haya vivido cada expatriado. Pero a veces es común que, allí donde vayas, siempre encontrarás al vecino de toda la vida, que expide carnets de vecindad con la despectiva coletilla "pero no es de aquí". No sé si me explico.