Como tantas y tantas veces, ha tenido que llegar la tecnología para desmontar y, sobre todo, deshinchar las desorbitantes cifras que durante años se han ofrecido de todo tipo de concentraciones, manifestaciones y cualquier acto que congregara a miles de personas. Como la historia es de sobra conocida, no me extenderé en detalles. La empresa Lynce, contratada por la agencia Efe, llevó a la práctica, en la multitudinaria manifestación contra la Ley del Aborto de hace diez días, un sofisticado sistema que cuenta el número de asistentes mediante fotografías aéreas de alta resolución. Conclusión: donde los organizadores vieron dos millones de personas, la tecnología captó 55.316. El sistema ha venido a demostrar algo que era vox populi, al menos en el mundo del periodismo: que la mayoría de los organizadores de cualquier concentración o marcha tienden siempre a incrementar las cifras de asistencia sin ton ni son. Durante años ha habido tantas manifestaciones del siglo como partidos del siglo en el fútbol. Se han inflado los números sin una razón justificada porque tan cargado de argumentos puedes estar si asistes a una manifestación de 2.000 personas que a una de 25.000. No por ser más, tienes más razones. Quienes han reiterado el error de hinchar las manifestaciones quizás nunca se han parado a pensar que reunir a 10.000, 20.000 o 30.000 personas para protestar por una causa es ya un hito en estos tiempos en los que la insolidaridad y el individualismo campan a sus anchas. Una pena que el recordado Javier Ortiz no viva para comprobar que la teoría que plasmaba en sus apuntes era real como la vida misma.
viernes, 30 de octubre de 2009
lunes, 26 de octubre de 2009
Bronca en palacio
Andan enfrascados al otro lado de la A-8 a cuenta de la construcción del nuevo campo de San Mamés. Es una bronca de palacio (Ajuria Enea) contra palacios (Ibaigane y el Foral de Bizkaia), con la BBK de por medio y el Ayuntamiento de Bilbao en plan hincha. De entre las variadas polémicas que suscita el proyecto, hay una que llama la atención de manera especial. Andan unos y otros discutiendo sobre qué es el uso público de un espacio. Ya saben, el Gobierno Vasco apuesta por destinar parte de los miles de metros cuadrados a uso público y la Diputación y el Ayuntamiento quieren a toda costa money, money para el Athletic. Hace unos años, a esto último se le llamaba pelotazo, expresión ya en desuso por lo que se ve. En fin, que si nos centramos en qué es uso público, es muy sencillo de explicar. Basta darse una vuelta por los aledaños de Anoeta para ver varios ejemplos. La modélica sede de las federaciones deportivas (Kirol Etxea), el dinámico centro cultural Ernest Lluch y la Federación Guipuzcoana de Fútbol (entidad privada que paga un alquiler mensual) tienen su casa bajo el estadio. También la Real, lógicamente, que acaba de estrenar su museo y cuenta también con las oficinas del club. El Gobierno Vasco viene a reclamar que el nuevo San Mamés disponga de alguna infraestructura similar, que para eso le piden 55 kilos. Y ya ha hablado con varias federaciones que podrían instalarse en el flamante campo. No parece mucho pedir, salvo por un pequeño problema: en 2007 la Diputación, la BBK y el Athletic firmaron ante notario que la gestión del estadio sería exclusivamente del club.
sábado, 24 de octubre de 2009
Viaje a un pasado de descubrimientos
En la inolvidable Forrest Gump, Tom Hanks (Forrest) suelta una tras otra una colección de frases que hilan una historia preciosa. De entre todas, hay una que se lleva la palma: "Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar". Parafraseando al bueno de Forrest, un libro de fotografías antiguas es como una caja de bombones, nunca sabes con qué te vas a sorprender. Bera, instantes de una villa es un viaje a un pasado de descubrimientos, sobre todo para quienes conocemos a nuestros antepasados por lo que nos han transmitido de generación en generación. Abres el libro y descubres postales casi rasgadas de paisajes que te cuesta reconocer porque poco o nada se parecen a los actuales; imágenes de tipos serios embutidos en trajes oscuros y chavales que sonríen ante la novedad; fotos de bares y cines de los que hoy no queda ni rastro; de fiestas tan bulliciosas como las de ahora; de partidos de pelota y competiciones de segalaris que atraían a multitudes; de ritos que se perdieron y tradiciones que felizmente se han recuperado. Las fotos antiguas tienen también la virtud de que te paras a observar cada detalle, cada rostro, lo que te da pie a encontrarte con más descubrimientos. Para tu sorpresa, ves a esa madre que de joven fumaba (y tú no lo sabías), a ese bisabuelo que era calvo como el del atún (ahora comprendes porqué tú ya no peinas la pelambrera de hace años); a esos cuatro gigantes de fiestas que siguen siendo los mismos (el año que viene los cambiamos), a ese vecino que ahora luce barriga pero que en sus tiempos era el mejor jugador del Gure: a ese primo vestido de monaguillo que hace bueno aquello de ver para creer, a ese amigo que cuando iba de juerga era tan zakarro antes como ahora, o esos Carnavales que ya no son lo que eran. Bera, instantes de una villa ofrece estas estampas y muchas más del pueblo, de sus gentes, del Olentzero, de los Sanestebanes con las Makildantzas y el Aurresku de cada 3 de agosto, de la afición por la cultura, el deporte, la caza y la pesca, del Corpus y de tantas y tantas fotografías que configuran su pasado y su presente. Ese viaje a la nostalgia que representa esta obra está lógicamente inacabado. Es tan abundante el material fotográfico que han aportado de manera altruista los vecinos de Bera que se pueden hacer unos cuantos libros. Si, como ha sucedido en este caso, tienes a mano a dos entusiastas de Bera como Rosa y Totono Errandonea, que se preocupan con mimo de reunir, clasificar, identificar y datar cada foto, la labor resulta más sencilla. Así que, como decía aquel, continuará... * Texto publicado en la sección de Vecinos DIARIO DE NOTICIAS a raíz de la presentación del libro Bera, instantes de una villa |
lunes, 12 de octubre de 2009
Las tres "P"
Un colega periodista asegura que en la vida hay bares de tres tipos, que él denomina como las tres P: de putas, de policías y de periodistas. Añade el plumilla que en los últimos tiempos esta clasificación de tascas ha degenerado en otras tres P: de posmodernos, de publicistas y de peluqueros. Como lo más que frecuento es el bar de la esquina de la redacción, será cuestión de hacer una labor de campo y comprobar sobre el terreno si la teoría casa con la realidad. Por lo que se ve, prostitutas, policías y periodistas son tres palabras indisolubles. Tarde o temprano, unos y otros se cruzan en el camino y, a veces, no precisamente para tomar copas. El pasado jueves, por ejemplo. Un fotógrafo fue detenido por la Ertzaintza por tomar imágenes del descarrilamiento de una unidad de EuskoTren en Lezama desde una zona no acordonada. El bueno de Rafa Rivas, corresponsal de la agencia AFP en Euskadi, fue insultado y esposado por un agente que confundió la autoridad con los malos modos y modales. Dice un compañero de Rafa que las relaciones de la poli (sean ertzainas, nacionales, guardiaciviles, forales, miñones o municipales) y la prensa gráfica no pasan por el mejor momento. No es cuestión de hacer corporativismo barato ni tampoco de generalizar, pero no está de más recordar que cuando un periodista, un fotógrafo o un cámara de televisión acuden a cubrir una información, tratan, simplemente, de hacer su trabajo lo mejor posible. Intentan recabar los datos más precisos, la mejor foto y la mejor imagen. Ni más, ni menos.
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