El otro día pasé a ras de
suelo por una pedazo torre de no sé cuántos pisos (así, por lo bajo,
calculo que tendría más o menos 75 plantas). Para ser en el mismo
Bilbao, pequeña me pareció. Yo, que soy un tipo previsor, la hubiera
tirado unos metros más para arriba. Lo menos hasta llegar a la altura
del monte Artxanda. Soy muy fan de los teleféricos (el que más me mola
es el de la Expo de Zaragoza, que allí sigue, tieso como la mojama), y
esa ciudad (Bilbao, digo) pide a gritos una telecabina que conecte la
azotea de esa torre con Artxanda. Con ese proyecto y San Mamés Barria,
tenemos rematado el Botxo para lo que resta de siglo. Que menudos somos
cuando nos ponemos a regenerar. Andaba yo con mis cavilaciones mientras
El Popis sufría ya de tortícolis de tanto hacer contrapicados a la torre
con la cámara de fotos de su móvil de última generación. Toma por aquí y
toma para allá, le dimos varias vueltas a la torre que, todo sea dicho,
ha quedado muy chula y, sobre todo, es muy alta. "Popis, esto tan
grandísimo lo pagamos tú y yo", le dije así, de primeras. Cada mes nos
pasan una factura que no hay dios que descifre. Y cada año esa factura
sufre unos cuantos incrementos. Dentro de unos días aumentará otro 3%.
Este debe ser el único país del mundo mundial en el que un servicio
básico sube por encima del IPC. El exoligopolio telefónico también
amenaza con aumentar el precio del alquiler por usar la línea del fijo.
Pues eso, que a nuestras contrarias también les llamó la atención
semejante torre, pero a la chavalería lo que le impresionó fue el
tranvía.
viernes, 28 de diciembre de 2012
viernes, 21 de diciembre de 2012
Pipas Facundo
si al mismo tiempo que lee
este texto se está comiendo un pintxo de txistorra (es difícil de hacer
sin manchar el papel), es que ha sobrevivido al apocalipsis. Ya somos
dos en este planeta. Mi más sincera enhorabuena. Aunque tampoco es para
tanto. Era imposible que usted y yo desapareciéramos de la faz de la
Tierra sin que antes se hubieran cumplido una serie de requisitos
indispensables. A saber. Es imposible que llegue el fin del mundo antes
de que Donostia luzca su nueva estación de autobuses. Como también es
del todo improbable que nos volatilicemos todos sin que el Madriz levante la Décima.
Por no decir que a nadie se le ocurriría vaticinar el final de nuestra
existencia sin ver antes Anoeta sin pistas de atletismo, sin ver
circular el Topo-metro de Donostia llegando a primera línea de
playa en La Concha y sin saber si hoy el talo se cotizará por encima de
los cinco euros. Pero es que ya resulta de risa que nos anuncien que
todo esto se acaba sin que sepamos si habrá incineradora, puerta a puerta
o quinto contenedor, o todo junto, revuelto o por separado. Todavía hay
muchas cuestiones por resolver como para que nos vengan los mayas (un
respeto para los mayas, dicho sea de paso) y nos digan que hasta aquí
hemos llegado. En fin, que no podemos dejar este mundo (amén de sin
probar pipas Facundo), sin saber si en 2013 va a cambiar el mapa del
tiempo de EITB o si vamos a volver a jugar en Europa. Y
hablando de fútbol y periodismo, no podemos irnos así como así sin saber
si Iker y Sara se casan el año que viene. He dicho.
viernes, 14 de diciembre de 2012
Sindicatos
pasito a pasito se hace
camino. La presencia el pasado lunes de representantes de todos los
partidos políticos en el acto en recuerdo de todas las víctimas que se
celebró en Donostia cabe interpretarlo como un avance más en la
necesaria reconciliación después de tantas noches de cristales rotos.
Pocas veces, por no decir nunca, se ve a todas las formaciones unidas
por un mismo objetivo. El desacuerdo ha sido la pauta común durante
décadas, así que bienvenidas sean imágenes como la de Alderdi Eder. De
la foto del pasado lunes deberían tomar buena nota los sindicatos, al
menos como un gesto de sensibilidad. Y es que resulta poco edificante
que a día de hoy los sindicatos se manifiesten por separado cada vez que
se registra un accidente laboral mortal. Cuando hay una muerte en el
tajo, los medios de comunicación recibimos las correspondientes
convocatorias de las centrales, que llaman a concentrarse en protesta
por el siniestro. Siempre lo hacen por separado. Una veces convoca ELA y
se suma LAB, o viceversa, y otras lo hace CCOO y se incorpora UGT, por
citar a los sindicatos mayoritarios. Nunca coinciden los cuatro en el
día y ni qué decir que tampoco en la hora. Hasta las pancartas son
diferentes. Es comprensible que los sindicatos discrepen en asuntos como
el marco de relaciones laborales, las condiciones de los convenios o,
en estos tiempos duros, en la negociación de un ERE. Pero no hay matices
que valgan para explicar por qué no se unen para manifestarse por la
muerte de un trabajador. Sería su mejor homenaje a ese compañero.
sábado, 8 de diciembre de 2012
Iván Fernández
Las grandezas del deporte a
veces se observan en los pequeños detalles que pasan desapercibidos
para el gran público. Entretenidos como estamos con los salivazos y los
tortazos entre futbolistas multimillonarios que luego se analizan hasta
el esperpento en las versiones futboleras de Sálvame, no reparamos en las historias que te reconcilian con lo más sano del deporte. Los anglosajones lo llaman fair play pero,
desgraciadamente, los malos ejemplos abundan sobre los buenos. No es
por achacar todas las pestes al fútbol, pero es que es el único deporte
en el que un jugador tira el balón fuera para que atiendan a un rival, y
éste lo devuelve 50 metros más allá. Fair play a la española
lo llaman. Frente a esos feos gestos, sobresalen en ocasiones historias
como la que protagonizó el domingo pasado el atleta gasteiztarra Iván Fernández en el Cross Hiru Herri de Burlada, el de más renombre del calendario navarro. Fernández mantuvo un bonito duelo con Abel Mutai,
medalla de bronce en los 3.000 obstáculos en los Juegos de Londres,
hasta que el keniano dejó atrás al alavés y se marchó en pos del
triunfo. Para sorpresa del público, Mutai se paró a 100 metros de la
meta, creyendo que ya había cruzado la línea de llegada, lo que provocó
que fuera alcanzado por Fernández, quien, en una actitud poco común, no
solo no rebasó a su adversario sino que le indicó que la llegada estaba
unos metros más adelante. "Pocos días en estos 24 años habrán sido tan
bonitos como este 3 de diciembre del 2012", escribía Fernández en su blog el día después de lograr un segundo puesto que recordará de por vida.
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