el otro día estuvo aquí al lado Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia,
a la sazón príncipe de Asturias, príncipe de Gerona y Viana, duque de
Montblanc, conde de Cervera y señor de Balaguer. Nunca he entendido la
expectación que levantan las visitas de la casa real, ya sean en
Donostia o en Albacete, y ya sean los Borbones, los Windsor, los Orange o
los Grimaldi. Cuando veo imágenes de gente que jalea con fervor al
personaje real de turno tras una valla, atónito me quedo. Me pasa lo
mismo con los Papas de Roma, convertidos hoy en ídolos de masas. No
alcanzo a comprender la simpatía que expresa el pueblo llano con
personajes del colorín que viven tan alejados de los problemas del común
de los ciudadanos. Diré más. Soy capaz de bajar al portal de casa para
presenciar una carrera ciclista de cadetes, pero no me levantaría del
sofá para ver a los duques de Windsor. La monarquía y todo su boato me
parecen una de las instituciones más arcaicas e inútiles (por no
necesarias) de este siglo y los anteriores. No entiendo por qué hay que
mantener a toda una prole que no tiene oficio pero sí beneficio. Las
visitas de los Borbones a este territorio rojo del este han
pasado de excepcionales a rutinarias. Hay quien sostiene que se deben a
que si una empresa o institución quiere que un acto que organiza tenga
repercusión más allá de Leintz Gatzaga, sabe que si invita a algún
miembro de la casa real española se garantiza la cobertura informativa
de los medios estatales y del aluvión de revistas de papel cuché. Que la
expectación se multiplica, aunque haya mucho continente y poco
contenido. Va a ser que sí.
viernes, 22 de febrero de 2013
viernes, 15 de febrero de 2013
Butano
El otro día soñé (léase en
el sentido de dormir) que me pasaba toda la noche conduciendo con una
bombona de butano en el maletero tratando de buscar otra de repuesto. No
sé cómo acabó el sueño, porque ya se sabe que la mayoría de los sueños
se interrumpen bruscamente, ya sea porque te despiertas con tus propios
ronquidos o porque escuchas un ¡ay! tras propinar un codazo involuntario
a tu contraria mientras duerme plácidamente. Me acordé de lo del butano
ayer, cuando vi a un tipo que cargaba cuatro bombonas en el coche en
una gasolinera. Y el caso es que no sé por qué soñé con ese viaje en
busca de una bombona si ya hace años que me aboné al gas natural. No
digo que sea propenso a soñar sobre asuntos raros, pero sí confesaré (y
creo que no soy el único), que con cierta frecuencia sueño con que me
persigue un toro. Como si se tratara de un encierro en la Estafeta,
sufro como un condenado para esquivar los cuernos del bicho hasta que me
meto debajo del vallado. Hasta ahora (y toco madera), nunca me ha
corneado. Y hasta ahora, tampoco me he caído de la cama en esa carrera
virtual e infernal por evitar las astas del morlaco. No he preguntado
todavía a don Sigmund a qué se deben semejantes
desvelos. Dicen en Internet que este tipo de sueños significa que
"tendré graves problemas en el trabajo o en algún plan o proyecto que
haya emprendido". Da más miedo el significado del sueño que los toros.
Hoy he soñado que mañana sale el sol. Ya toca. Treintaytantos días de lluvia no hay dios que aguante.
viernes, 8 de febrero de 2013
Bundesrat
Flipado me tiene la última
polémica con la que se están entreteniendo los paisanos alemanes. El
Bundesrat (no confundir con el Bundestag) acaba de aprobar la
prohibición del uso de animales para actividades sexuales, ergo, la
zoofilia. Desde aquella leyenda urbana de Ricky Martin, el armario, el perro y la mermelada, no asistía desde la distancia y con asombro a cosa igual. Leo en El Mundo
que se calcula que unos dos millones de germanos practican este
menester (una cifra que se me antoja excesivamente inflada) y que
incluso están agrupados en el colectivo Compromiso Zoófilo para la
Tolerancia y la Claridad (ZETA). Un tal Michael Kiok se ha convertido en el abanderado de la protesta. Enamorado como está de su perra Cissy,
que, cómo no, es un pastor alemán, no entiende que el Gobierno de su
país legisle y prevea multas de hasta 25.000 euros sobre una materia que
era legal desde 1969 hasta anteayer. Michael, que también lo ha probado
con yeguas, argumenta que "los animales son mucho más fáciles de
entender que las mujeres" y que nadie como ellos aman tanto a perros y
demás especies. Al margen de que en Alemania se trate con cierta
normalidad lo que en cualquier otro país sería un asunto tabú, lo que
más me llama la atención es que quienes practican la zoofilia sean
visibles: un grupo de ciudadanos (no se especifica cuántos) se concentró
hace unos días en Berlín en protesta por la prohibición. No me imagino
un acto similar en el Boulevard, por ejemplo. Estaría bien saber qué
opinan los perros de todo esto.
viernes, 1 de febrero de 2013
Suajili
me debato entre escribir sobre Amy Martin, la bilbainización (de José Luis Bilbao) de Euskadi, y el Barcenasgate.
Empecemos por lo primero, por esa pluma de oro que ilustraba una web
que hasta hace dos telediarios solo habían visitado los discípulos de Pablo Iglesias.
Si yo fuera Amy Martin, esta columna de 1.509 caracteres le saldría a
esta casa por el módico precio de 392,34 euros. No está nada mal. Si
como se cuenta en los papeles, Amy Martin cobraba 0,26 euros cada
carácter (traducción al inglés incluida), su prosa sobre el cine en
Nigeria le salía al PSOE por un pico. A semejante tarifa, me ofrezco a
la Fundación Ideas para escribir un tratado sobre la cría de faisanes en
el Golfo Pérsico o el crecimiento exponencial de la población de
anguilas en los países bálticos, con traducción al suajili incluida. Por
lo que se ve, en esta vida todo consiste en vender humo, o en poner
cara de hormigón como la que exhibía ayer María Dolores de Cospedal García
después de que el ventilador de esta corrupción galopante que apesta
haya llegado hasta el vértice de la pirámide. Ya se sabe, prietas las
filas, y todos a una, que ya escampará. El problema es que en contadas
ocasiones se tira de la manta hasta destapar tantas vergüenzas como las
del caso Bárcenas. Si acaso, la mancha de la corrupción suele ensuciar a los cargos intermedios. Ya lo decía el Marca el pasado lunes con grandes titulares: Los mejores también con la mano. Aplicado a este caso, los mejores también trincando dinero a mansalva.
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