el otro día mi madre fue al cine. ¿Y qué?, dirán ustedes. Pues que no pisaba una sala desde Kramer contra Kramer,
allá por el Pleistoceno. Ama, no han pasado 30 años, han pasado 34. "Ya
te acordarás. Vosotros ibais a Atocha y nosotras al festival de cine",
me dijo antes de lanzarse a la aventura de volver a ver una película en
una pantalla grande. Claro que me acuerdo. Imborrable el autógrafo que
nos firmó Chanquete a las puertas del María Cristina.
El caso es que antes de que diera el paso de regresar a las salas, como
buen hijo le previne: "Ama, esto no es el cine Bidasoa ni el Avenida.
Ahora ponen el volumen a tope y las salas son pequeñitas", le dije. "Tú
tranquilo que estoy sorda como una tapia del oído derecho". Miento un
poquito si digo que hace 30 años que no acudía al cine, porque hace no
muchos años asistió a una de las galas del Zinemaldia en el Kursaal, que
no es propiamente un cine. Dice que Pedro Piqueras (¿no sería Pedro Almodóvar, ama?) entregó un premio y que pusieron una peli de Anthony Hopkins en inglés con subtítulos. El caso es que el otro día se fue a ver Las brujas de Zugarramurdi por
aquello de que se había rodado cerca de casa y había participado de
extra alguna que otra vecina. Y he aquí su reseña de la película. "Con
Zugarramurdi se han pasado 40 pueblos, Juanma. No se la aconsejo a
nadie. Aquellos ruidos que parecía que te caían las brujas. Tu hermana
decía lo mismo, mala, muy mala, pero tu cuñado no paraba de reír. Vaya
película. Lo mejor de la tarde fue el jamón de Jabugo que merendamos".
Ama, la próxima vez que no sea dentro de 30 años y que sea una
romántica.
viernes, 25 de octubre de 2013
viernes, 18 de octubre de 2013
¿Se nos cae el país?
Primero fue Caja Navarra,
luego Corrugados Azpeitia, más tarde el equipo ciclista
Euskaltel-Euskadi, después Ibermática y ahora Fagor Electrodomésticos.
Por no hablar de Kutxabank, hasta hace nada la joya de la corona, y
ahora enfrascada en un rosario de recortes que afectan, sobre todo, a su
obra social, a la vertiente más cercana al ciudadano, a ese pequeño
torneo de pelota que ha dejado de patrocinar o a esa sala de
exposiciones que pone en venta. La crisis se está mostrando con toda su
crudeza y no distingue entre grandes, pequeños y medianos, ni entre
sectores productivos. Hoy cae una publicación como la revista Euskal Herria
(hace unos días se anunció su desaparición), mañana un mastondonte como
Fagor y pasado mañana el comercio de la esquina. ¿Se nos está
desmoronando el país a trocitos? No lo creo, aunque tampoco me alineo
con la corriente optimista que asegura que esta profundísima recesión
que ya va para cinco largos años, ha tocado fondo y ya solo queda ver la
luz al final del túnel. Con la crisis, llegan las dudas. ¿Tenemos
buenos gestores? ¿Es normal que nos gastemos un pastón en un megatren de
alta velocidad y estemos discutiendo durante 20 años para que Donostia
tenga una estación de autobuses decente? ¿Eran imprescindibles tantas
carreteras si luego no podemos pagarlas? ¿Eran necesarios tantos
polígonos industriales si no vemos más que carteles de Se vende? ¿Sabemos gestionar en la bonanza pero no en la escasez? Dudas, somos un mar de dudas ante un futuro incierto.
viernes, 11 de octubre de 2013
'Errimaia'
qUIENES no podemos acudir
con la frecuencia que quisiéramos a disfrutar de la alta montaña, nos
tenemos que conformar, sin desprecio alguno, con esas excursiones
mañaneras en las que, mientras andas, hablas y hablas hasta resolver los
problemas del mundo mundial. Caminata, pintxo, vinito... y si de paso
caen unos hongos, pues más contentos que unas castañuelas. Como no
visitamos los Pirineos, y no digo ya los Alpes, más que de ciento en
viento, webs, blogs, reportajes de televisión y revistas de
montaña son nuestra mejor vía de escape para matar el gusanillo. Pese a
que, como toda la prensa en general, las revistas de montaña también se
encuentran en declive, no de calidad sino de lectores y capital, hay en
nuestro entorno honrosas excepciones de publicaciones elaboradas de
manera casi artesanal y altruista. Por citar tres, Gure artean, Pyrenaica y Errimaia
cumplen esta función social desde hace muchísimos años. Esta última,
que acaba de cumplir su 50º aniversario y se edita cada seis meses por
el Club Vasco de Camping de Donostia, refleja como pocas la querencia
del montañismo vasco por viajar a los lugares más recónditos del
planeta. En cada número no falta un reportaje sobre una expedición
protagonizada por socios del club. De Mongolia a Noruega pasando por
Mozambique y Nepal, los viajes se suceden con profusión de textos y
fotos que invitan a coger el primer avión. Seguro que los buenos
contadores de historias de Errimaia recrearán en el próximo número el viaje truncado de Joxi, Iñaki, Andoni y Bernard. Sería un pequeño y bonito homenaje póstumo.
viernes, 4 de octubre de 2013
Yolanda
no es precisamente santo de mi devoción, pero el pasado miércoles, en las páginas de El Mundo, Víctor de la Serna resumía
con acierto en qué consiste este bendito oficio del periodismo:
"Periodismo es buscar información -cuanto más oculta, y cuanto más
ocultada por los poderosos, más valiosa-, verificarla, analizarla,
resumirla, redactarla y publicarla bajo cualquier forma, impresa o
audiovisual". El autor realizaba esta definición ante la avalancha de
charlatanes de feria y pseudoperiodistas que pueblan los medios de
comunicación, sobre todo los talk shows. Buscar, verificar, analizar, redactar y publicar era el trabajo de Yolanda Montero,
una periodista metódica, recta y seria cuando había que ser recta y
seria, bromista cuando había que ser bromista, y cariñosa cuando tocaba
ser cariñosa. En una profesión como ésta, en la que pasas más tiempo con
tus compañeros de trabajo que con tu propia familia, creas lazos que
duran toda la vida aunque te pases años sin ver a excolegas de
redacción. Yolanda era peleona y directa. No se andaba con eufemismos.
Nada de escribir que alguien "muere tras una larga enfermedad". Alguien
muere de cáncer, del jodido cáncer, con sus seis letras. Era
"extraordinariamente imperfecta", como bien la describió su compañero
Álex en la despedida que se le tributó el jueves en el Aquarium. Una
despedida preciosa y sencilla, en la que a todos se nos hizo un nudo en
la garganta. Allí donde estés, correremos esa carrera que teníamos
pendiente. Sin mallas. Para lucir piernas.
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