No recuerdo haber escrito nunca una carta a Olentzero. Tampoco recuerdo haber celebrado el Olentzero el 23 de diciembre. Y tampoco recuerdo que Olentzero llegara acompañado, ni carreando un saco. Recuerdo que nos juntábamos en la escuela después de varios días ensayando varias canciones, llevábamos a hombros la figura de Olentzero que nosotros mismos habíamos creado y nos juntábamos con los chavales de los otros colegios e ikastolas para cantar. Olentzero llevaba una pipa y a su alrededor colocábamos vino, txistorrra y demás viandas. Íbamos de barrio en barrio cantando y juntando algunas pelillas. Supongo que los tiempos han cambiando y toca adaptarse a nuevos hábitos y costumbres. O que debe ser políticamente incorrecto que una fiesta gire en torno a un carbonero bonachón que le da al pimple y al tabaco. El caso es que hay nuevas pautas difíciles de digerir, como celebrar el Olentzero el 23 de diciembre, que es como celebrar Santo Tomás el 20 de diciembre, Reyes el 7 de enero o San Sebastián el 22. Y hay Olentzeros y Olentzeros. Hace unos días el que organiza Bilbao ofreció una rueda de prensa. Desfiló el día 23 montado en una especie de caballo de Troya y con un traje (nunca mejor dicho) que incluía una especie de pajarita. ¿Se nos ha ido el asunto de las manos o me estoy haciendo mayor?
sábado, 31 de diciembre de 2016
viernes, 23 de diciembre de 2016
El diccionario de inglés
el otro día mi madre
cumplió 77 otoños. Como en casa somos muy originales, unos días antes le
hicimos la clásica pregunta: “¿Qué quieres que te regalemos para tu cumple?”
Para nuestra sorpresa, nos contestó: “Un diccionario de inglés”. La
petición tenía su porqué. A diario lee en el periódico, escucha en la
radio y ve en la televisión anglicismos y términos en la lengua de
Shakespeare que no entiende. Domina perfectamente tres idiomas, entre
los que no se incluye el inglés. Y como el saber no ocupa lugar, qué
mejor que echar mano de un diccionario. No sé si se ha puesto a la
tarea, pero ya que es lectora habitual de este diario, ahí van una
ración de palabras, expresiones y títulos en inglés que hemos publicado
estos últimos días en estas mismas páginas. Naming rights, main round, trending topic, hashtag, first dates, home cinema, celebrity, master, look, mobbing, running, average, american first, stock, black friday, Star Wars, Premier League, snowboard, culinary center, Christmas day, play off, that’s English, Wall Street Journal, Smoke on the water, child in time, Deep Purple, highway star, wallpaper, daily, jump, training y cycling. Ya para otro día dejamos lo de brainstorming, partner, topping, muffins, coaching y mapping.
viernes, 16 de diciembre de 2016
Receta rancia
los finos analistas del
FMI aterrizaron el martes en Madrid y ofrecieron una de esas rancias
recetas económicas que acostumbran. A saber. Pidieron al Gobierno de
Rajoy que suba el IVA, que revise el gasto en educación y sanidad y que
se moderen los salarios. Bingo. Empecemos por el final. Los sueldos
difícilmente se pueden moderar porque mayormente están congelados o a la
baja. Benditos sean aquellos que han visto cómo en los últimos ocho
años ha crecido su poder adquisitivo porque ingresan más pasta en la
nómina. El FMI, especialista en prostituir el lenguaje, no habla de
incrementar el IVA sino de “reducir progresivamente las exenciones y la
subida gradual de los tipos reducidos” de este impuesto. En román
paladino, quiere que se eleve del 10% al 21% el IVA que se paga en bares
y restaurantes. Los discursos del FMI son como los de la jerarquía
eclesiástica: hay que leerlos tres veces para entenderlos. Sigamos con
el nada inocente lenguaje que utiliza el FMI, que cuando se refiere a
educación y sanidad no habla de inversión sino de gasto. Por supuesto,
en su análisis no dedica ni una línea a reducir el gasto militar (por
ejemplo) o a subir los impuestos a las rentas más altas o a gravar más
la riqueza. Ni Pamplona, oiga.
domingo, 11 de diciembre de 2016
RAÚL GÓMEZ: "Correr un maratón es la mejor manera de conocer un lugar"
Raúl Gómez acaba de estrenar en #0 la segunda temporada de ‘Maraton
Man’, nueve capítulos sobre su experiencia en cuatro maratones y cinco
medias maratones. El dicharachero presentador mostrará hoy, en la tercera entrega del
programa, cómo vivió el maratón de Hokaido en Sapporo (Japón) tras su
estreno con la Media Maratón de México DF y la emisión la semana pasada
de la Carrera del Barroco en Sicilia. Tras narrar su paso por la prueba
nipona llegarán el Maratón del Médoc (Francia), el Maratón Ultra Pirineu
(Catalunya), la Media Maratón de Bangalore (India), la Media Maratón de
Amman (Jordania), la Behobia-San Sebastián (en el penúltimo episodio) y
la maratón de La Habana (Cuba). Nueve carreras que ha completado en
Europa, Asia y América con su habitual tono desenfadado, al que esta vez
incorpora historias de superación personal.
Tiene usted un programa que es un chollo. Le pagan por practicar el deporte que le gusta.
-Me siento tremendamente afortunado por hacer Maraton Man. Es un regalo, un caramelo. Maraton Man
es una prolongación de lo que soy y de lo que he hecho en los últimos
años, que es correr. Se ha mezclado lo mejor que sé hacer en esta vida.
Soy muy feliz.
¿Lleva mucho tiempo corriendo?
-Mi primera maratón fue en Madrid en 2011, pero llevo diez años
corriendo. Antes de esa maratón había hecho carreras de diez kilómetros,
muchas medias maratones... Hice la progresión que hace alguien al que
le gusta correr y no tiene prisa. Empecé a correr poco a poco y ya llevo
once maratones, un ironman, infinidad de carreras y lo que queda.
¿Planifica las carreras y entrenamientos?
-Esta segunda temporada ha sido un reto físico importante porque
han sido cuatro meses de grabación con cuatro maratones y cinco medias
maratones en nueve países. Había que planificarlo muy bien para evitar
lesiones. Por suerte mis piernas andan felizmente después de estos
cuatro meses.
¿Cuántos días entrena?
-Soy anárquico pero tengo un amigo que intenta llevarme por el
buen camino y planificarme los entrenamientos. Intento llevar un orden y
suelo hacer una tirada larga de 20 kilómetros el domingo, otro día hago
natación, otro gimnasio, otro día series y otro día corro 50 minutos.
Con cinco días a la semana puedes hacer casi lo que te propongas.
Ha incorporado más historias humanas, de superación personal.
-Es lo que más me ha llenado. Hemos conocido a gente
extraordinaria, con historias de superación para quitarse el sombrero.
Gente con ganas de vivir, siempre con la mejor de las sonrisas. El
programa no se puede quedar en que yo vaya a un país y corra porque no
aguantaría nueve episodios. En la primera temporada ya conocimos a gente
maravillosa y hemos querido seguir ese camino. Es un programa de running pero lleno de vida. Hay historias que te emocionan y te dan ganas de quejarte menos. Hemos encontrado gente a la que el running les ha cambiado la vida para bien y les hace felices. Tienen un optimismo brutal.
El programa tiene un tono desenfadado, lo que no quita para que detrás haya una prolongada labor de producción.
-Yo disfruto mucho haciendo el programa. Hay una preparación
previa desde Madrid pero luego llegamos el director, el cámara y yo, y
nos lo pasamos muy bien. Yo por regla general soy muy disfrutón. Jugamos
a la improvisación y a veces cazamos historias al vuelo por estar
despiertos. Es un programa que cambia constantemente. Contamos lo que
vemos, dónde dormimos, qué comemos y qué nos hace reír y llorar. Pura
realidad.
Hay poco postureo entonces. En el ‘running’ se lleva el postureo.
-Si no cuelgas una foto después de correr, es que no has corrido.
Pero intentamos que el programa sea lo más real posible. Correr es una
moda que ha llegado para quedarse, como el gin tonic. Una vez que la
gente empieza a correr y lo saborea, el postureo pasa a un segundo
plano. La gente corre para disfrutar, para lograr un objetivo, para
compartirlo con los amigos, para vacilar con los amigos...
Antes de estrenar el programa ya viajaba para participar en carreras.
-Había corrido los maratones de Londres, Nueva York, Valencia,
Sevilla, Vitoria, Barcelona, Madrid… Siempre me ha gustado organizar
minivacaciones con amigos que también corren o con mi pareja, y correr.
Correr un maratón es la mejor manera de visitar un lugar porque te
cortan las calles para ti, no hay tráfico, te dan agua cada cinco
kilómetros y, si acabas, recibes una medalla. Te sientes como dios.
Encima te aplauden, que viene bien para el ego.
¿Cómo fue su debut en la Behobia?
-Fue increíble. Tuvimos un enorme cariño de gente que se había
emocionado viendo la primera temporada. Eso te da gasolina para hacer
diez temporadas más. La Behobia es como la San Silvestre de Madrid: todo
corredor tiene que correrla una vez en la vida por el ambientazo que
hay. A cada metro hay gente que te aplaude como si fuese tu familia. Eso
te da unas vitaminas... Corrí todo el rato con una sonrisa tonta en la
cara. Yo nunca había vivido nada igual y mira que he corrido en muchos
lugares del mundo. Desde coger el Topo por la mañana a llegar a la
salida, que parecía un concierto de rock por los decibelios que había.
Es una de las carreras más chulas que he corrido este año. Repetiré. Me
dio hasta pena acabarla aunque es una carrera difícil porque hay unas
subidas que te quitan el aliento. Lo mejor de todo es que después te
comes un chuletón con un buen vinito y se te quitan todos los dolores de
piernas.
Estuvo toda la semana en Gipuzkoa.
-Llegamos el martes porque para cada programa grabamos cinco
días. Aunque llovió, ha salido un programa muy bonito. Dormíamos en un
caserío de Hondarribia. Comimos todo lo que pudimos comer y más.
¿Les ha echado el ojo a más carreras en Euskadi?
Me hablaron de algunas carreras de montaña. Algún trail
seguramente caerá el año que viene pero no sé cuál. Sigo teniendo ganas
de hacer carreras. Espero que haya una tercera temporada de Maraton Man. Si no, seguiré corriendo por mi cuenta, como hacía antes del programa.
Frente a quienes van mirando el reloj para batir marcas, usted no da importancia al cronómetro.
-Uno siempre intenta mejorar, es intrínseco al ser humano. Pero
al corredor popular le gusta disfrutar. En un maratón se sufre, pero
intento disfrutar y no tener la presión del tiempo porque hace que te
obceques y dejes de disfrutar. Correr me hace muy feliz y como no voy a
batir récords del mundo, intento disfrutar de cada carrera. Hay carreras
en las que se ve que lo paso mal pero siempre intento tirar para
adelante de la mejor de las maneras, nunca llevando el cuerpo al límite y
nunca poniéndome en riesgo. Por abandonar una carrera no pasa nada. Si
no te diviertes en el deporte, no vale para nada. Eso es lo que intento
transmitir.
sábado, 10 de diciembre de 2016
JULIO VILLAR: "Ni los miserables ni los muy ricos son felices”
30 años después de publicar ‘Viaje a pie’, Julio Villar (Donostia, 1943)
acaba de reeditar, junto a Sua y el Club Vasco de Camping, esta obra
que estaba descatalogada. El montañero y navegante guipuzcoano ha añadido a aquel libro publicado en 1986 nuevos escritos bajo el título Mar de nubes. Villar es autor también de ¡Eh Petrel! Cuaderno de un navegante solitario,
que vio la luz en 1988, ya va por los 50.000 ejemplares vendidos y
tiene su propia obra de teatro que representa Astrolabium Teatroa. De
verbo pausado, Villar repasa su intensa vida y habla de su pasión:
andar.
¿Es escritor, montañero, navegante, aventurero, o todo a la vez?
-Soy una mezcla de todo y nada. No soy un montañero al uso, no
soy un navegante al uso porque soy muy terrícola, y no soy escritor. Voy
y he ido muchas veces a andar con unos cuadernos en los que tomo
apuntes y pinceladas, y a veces escribo un poema, pero no pretendo ser
escritor. No tengo sus picardías y triquiñuelas. Al no ser escritor, a
la gente le gusta bastante lo que he escrito. Tampoco soy dibujante y
mis dibujos son de aquel que no sabe dibujar.
¿Dibuja y escribe en sus caminatas?
-Normalmente dibujo después. No puedo pensar en un texto y dibujar.
Pero cuando anda, toma notas.
-Sí. Lo que he escrito en el libro es lo que he ido anotando.
Su vida ha sido muy nómada.
Sí. Cuando era pequeño ya soñaba con viajar. En el prólogo del
libro ya cuento que de niños hacíamos viajes imaginarios en casa. Mi
padre nos sentaba en el sillón y nos decía: Vamos a viajar. Nos tapábamos con una manta a cuadros y nos preguntaba: ¿A dónde vamos hoy? Mi padre siempre quería ir al Tirol. Una persona que soñaba, que tenía seis hijos y que no podía viajar, decía pues nos vamos al Tirol. Viajábamos al Tirol, al desierto de Gobi, al Amazonas, a Manao... El viaje se acababa cuando mi madre decía: Venga, a cenar.
¿Vivir a su manera le ha permitido ser dueño de su vida?
Yo he tenido suerte de haber nacido donde he nacido y en el
momento en el que he nacido. He podido elegir. He sido dueño de mi vida,
pero es muy relativo porque a veces crees que llevas el timón de tu
vida y no lo es tanto. Cuando eliges algo, dejas otra cosa. Si hubiese
nacido en Bangladesh, Rumania, Siria o el Chad, igual hubiese sido otra
cosa y no hubiese escrito libros. He tenido suerte de nacer aquí, donde
todo es opulencia.
¿Sigue escalando?
-Poco. Ando mucho. Cuando ando, soy el que siempre he querido ser.
Pero sigue llevando a montañeros a excursiones que son de todo menos convencionales. A lugares diferentes y de forma diferente.
-Elijo una región y, si me gusta, voy con mis amigos. Me gusta
vivir mi aventura, que me pasen cosas, conocer a gente, descubrir
txokos, fuentes preciosas… Luego voy con mis amigos y repetimos, o no,
lo que yo he hecho previamente. Pero primero me tengo que enamorar de la
región. Me gusta llegar a pueblos andando, sobre todo a aldeas
pequeñas. Me gusta entrar en los bares de los pueblos en los que están
cuatro viejos. Haces amistad con ellos, con los pastores. Cuando voy a
pie conozco a muchos pastores y descubro que es gente de mucha clase.
Una vez me topé con un pastor que era poeta. Intercambiamos versos, le
mandé mis libros, él me mandó un libro suyo con canciones, una
preciosidad. Como camino solo, hay veces que los pastores creen que yo
también soy un pastor. Así que alguna vez he acabado cortando rabos de
corderas. Aunque no son iguales los recorridos que hacía hace 30 años
que ahora. Las abuelas que conocí hace 30 años han muerto. Eran la
conciencia del país. Los pueblos medio deshabitados se han despoblado y
en algunos solo quedan jubilados.
¿Qué ha aprendido de las caminatas por el Prepirineo?
-Hice esa caminata que cuento en el libro sin mapas, a lo que
salía. Iba sin dinero, y tuve que hacer cositas como vendimiar para
tener dos perras. Aprendí qué es una lección de humildad y aprendí a
prescindir de cosas. Trabajamos como tontos para pagarnos cosas que no
necesitamos. Caminando encuentras gente muy estupenda y muy sencilla. Es
un espejo en el que tú también te ves.
En el camino disfrutó de pequeños placeres.
De muchos. Los pequeños placeres más tontos como hacerte una
cenita con una botella de vino que te acabas de comprar. Son placeres
que los puedes tener en tu casa, pero allí están más a flor de piel. La
sensibilidad, las emociones... Son pequeñas soledades que te nutren, que
te hacen sonreír. Son soledades que tienen su fin. Es una soledad
elegida.
¿Qué necesita para ser feliz?
-Poca cosa, pero no nada. La miseria no sirve para ser feliz. La
miseria es peor que el exceso. Ni los miserables ni los muy ricos son
felices. Un director de banco forrado de pasta no es más feliz que yo.
A las excursiones lleva lo imprescindible.
-Sí, y además no hago concesiones al lujo. El lujo ya lo tenemos.
Acabo de llevar a unos amigos andando desde Betelu a La Rioja por
Urbasa, Lokiz... Hemos andando una semana entre bosques. Más lujo que
eso no hay.
Dice en el libro que el Pirineo es el mejor lugar del mundo. ¿Lo sigue siendo ahora o ya no? El libro lo escribió hace 30 años.
-Han cambiado muchas cosas y se ha masificado alguna cumbre, pero
no todas. Tú vas a una cumbre principal y está llena pero igual las
cercanas están vacías. El mundo ha cambidado mucho también. En las
escaladas que se hacen en Pirineos no se hace mucho más de lo que se
hacía antes. El montañero, o es montañero de vía normal, o es escalador
de vías extremas. Hace 30 años las escaladas clásicas del Pirineo eran
vías como la del norte del Vignemale y no había nadie o casi nadie. La
oeste del Dru la he hecho dos veces y nunca había nadie en las paredes.
Éramos solo la pared y nosotros. Ahora puede haber diez cordadas en cada
pared.
Un accidente en el monte le llevó a probar con la navegación. ¿Le había atraído hasta entonces el mar?
Era un sueño dormido. Pensaba: qué bonito tiene que ser navegar en un barquito pequeño, pescando, parando en islas..
Tuve un accidente en la arista del Peuterey, en el Montblanc, me partí
la pierna, estuve dos días colgado en la pared con una fractura abierta
(muestra su pierna todavía con las secuelas de aquel accidente) y me
operaron varias veces. Estuve dos años de operaciones.
Entonces es cuando decide navegar.
-Sí, conseguí que me prestaran un barco y me marché.
Cuando zarpó de Barcelona, ¿era consciente de lo que iba a hacer?
-No. Pensé: Voy a ir hasta América. Pero llegué a América, y dije, vamos a ver las islas del Pacífico. Y así seguí y seguí.
¿Sabía de veleros, viento, navegación?
-Nada de nada. No sabía nada. Me compré un sextante en Algeciras,
unas tablas para navegación y embarqué. Mirando ejemplos conseguí
descifrar cómo se navegaba, las alturas del sol, las estrellas, algún
planeta.
Era un autodidacta.
-Pero no es tan difícil. Solemos tener miedo de lo que no
conocemos. Pero no nos conocemos a nosotros mismos. Somos los grandes
desconocidos.
Estamos hablando de unos años que nada tienen que ver los tiempos actuales.
-Ahora vas con un GPS, un motor...
¿Qué llevaba?
-El barco, sus velas y poco más.
Su barco, ‘Mistral’, está considerado aún uno de los más pequeños que ha dado la vuelta al mundo.
-Habrá habido más pequeños pero hoy en día no tiene sentido ir en
un barco tan pequeño porque por mi poco dinero te puedes comprar un
buen barco.
Volvería hecho un lobo de mar.
-Sí, sí. En cuatro años no sé si lo aprendí todo, pero sí. Me
gustaba navegar sintiendo el viento, las olas... Ahora se va con
cuadrantes digitales, no miran de dónde viene el viento. Antes ibas
mirando las olas, las nubes, los pájaros...
Ha cruzado el Atlántico quince veces.
-Con el Mistral crucé tres. Llevaba muchos barcos al
Caribe, y otras veces los traía. El viaje de ida es fácil pero el de
vuelta puede ser más problemático. Alguien que no quería llevar el
barco, me lo pedía a mí. No me gustaba que me metieran prisas. O voy
tranquilo o no voy. Eran barcos de propietarios que en invierno quería
navegar por el Caribe. Luego los traía. Me gustaba ir con amigos.
En su vuelta al mundo llegó a navegar con Marlon Brando.
-Yo trabajaba en un barco en Tahití con un hombre que era músico y
de vez en cuando este hombre invitaba a amigos. Marlon Brando y los
Beatles eran amigos suyos. Me tocó ir con Marlon Brando. Luego nos vimos
en Papeete. Venía a bordo, charlábamos como tú y yo ahora. Muy a gusto y
normal. Cuando me iba a marchar, me regaló un motorcito fuera borda.
Conocí a mucha gente, desde actores como Brando hasta embajadores que me
llevaban a su casa.
En algunos lugares permanecería mucho tiempo.
-En Tahití estuve seis meses, en Nueva Zelanda otros seis… Más
tenía que haber tardado en dar la vuelta al mundo pero no me arrepiento
de haber vuelto. Tenía claro que quería hacer cosas como ir a Soria,
Teruel y Pirineos, y encontrar a mis amigos de aquí y volver a recuperar
la poesía.
Participó en la expedición Tximist al Everest pero los ‘ochomiles’ no le han atraído.
-No. Nosotros vamos con dinero a un país donde no hay dinero, hay
pobreza... y tienes que ir a poner la bandera de no sé qué. Entonces
solo se podía ir con expediciones comerciales. Lo que vino después en el
Himalaya no tienen ni color con lo que era entonces (lee uno de los
textos que dedica en el libro al Himalaya). Cuando veo fotos del Everest
con 200 personas subiendo a la cumbre… Eso no. Se ha banalizado mucho.
Poca gente tiene espíritu viajero. El Everest se ha convertido casi en
Disneylandia, aunque te puedes quedar allí como estés en un mal sitio y
te entre una nube. Pero hay cuerdas fijas de abajo a arriba, los sherpas
están arreglando la Cascada de Hielo constantemente...
El montañismo se ha diversificado. Antes era solo andar. Ahora se practica la bicicleta de montaña, correr, barranquismo…
-El montañismo antiguo era muy completo. Ahora vas por un collado
cerca del Posets y ves que están preparando una carrera de montaña y
que está todo lleno de banderas, puestos, cintas… Qué pena. Tengo amigos
korrikalaris pero no me va. Prefiero ir al monte en cuadrilla, dormir
en una cumbre, ver las estrellas...
¿Se puede viajar por la vida con mucho tiempo y poco dinero?
-Sí. Esa ha sido siempre mi fórmula. Ahora ya no lo hago siempre
porque tengo familia y tengo que adaptarme a sus hábitos. Hago doble
vida. Voy con mi familia de una forma, y cuando voy solo, de otra. Sigo
manteniendo el espíritu viajero aunque me vaya a Estella andando.
“Puedo vivir sin coches, sin autovías, sin aviones, pero no sin
libros, sin cultura”, decía hace muchos años en una entrevista en
‘Pyrenaica’.
-Sí. Lo que pasa es que ahora estoy perdiendo vista y puedo leer poco.
¿Qué lee?
-Navegando he leído de todo. Intercambiaba libros. En castellano o en francés. El Quijote
lo leí en francés. Y lo demás, todo lo que caía. Me regalaron una
tablet pero no me las apaño. Me gusta el libro, el objeto, el color, la
portada, el peso… No es lo mismo entrar en una librería que en un sitio
en el que venden aparatitos.
¿Sigue escribiendo?
-Voy con mi cuadernito tomando notas. Para este libro ha escrito
50 páginas aunque pensaba que ya lo había contado todo. He aportado
aventuritas mínimas.
¿Cómo lleva la vejez?
-De momento, muy bien. Estoy vivo, sé qué cosas me gustan y, si
puedo andar por Soria o Teruel y el cuerpo me funciona, estar vivo es
una maravilla. Hago cosas que antes no hacía. Pero no lo he elegido por
sabiduría sino porque me gusta. Si me cojo la mochila, un autobús y me
pongo a caminar por Soria, es que me gusta. Me gusta parar y dormir
debajo de un árbol o en una cueva, o al pasar por un pueblo comer en un
restaurante…
¿Dónde le gusta perderse?
-Cualquier sitio puede ser el lugar más bonito del mundo: Urbasa,
Aralar… Soy poco urbano pero en las ciudades también disfruto. La vida
no es solo el monte. Me gustan tantas cosas que me parece escaso ser
solo montañero.
¿Sigue navegando?
Poco. La última vez que lo hice fue para acompañar a un amigo a
Canarias. Hace tres años. Ya no hago viajes largos. No me da pereza ir
hasta América, pero dar vueltas por aquí no me apetece. Ordenar el barco
solo para dar unas vueltitas y volver al puerto no me apetece. Y en el
monte igual.
viernes, 9 de diciembre de 2016
Adiós a los floreros
la semana pasada se
celebró en Donostia una jornada sobre deporte femenino y medios de
comunicación organizada por Emakunde, el Gobierno Vasco y la Diputación
de Gipuzkoa. Deportistas, profesionales de la prensa y profesoras
universitarias debatieron sobre los problemas de las mujeres para que se
visibilice en los medios su actividad, sus éxitos y sus fracasos, o su
quehacer diario. En el transcurso de la mañana se presentó un estudio
sobre el tratamiento que la prensa escrita ofrece al deporte femenino
analizando los titulares que ocuparon las mujeres en diez periódicos
vascos (ocho generalistas y dos deportivos) durante cuatro semanas. Aquí
va la cuña autopromocional porque, según ese informe, este diario es el
segundo de los diez examinados con más titulares. Solo es superado por Gara.
Es obvio que está en manos de la prensa que se incremente la
visibilidad del deporte femenino en los medios, aunque hay otros campos
en los que también se debe actuar y avanzar. Digo yo que ya es hora de
suprimir de los podios el papel que se otorga a las mujeres, meros
floreros que se dedican a repartir ramos y besos a los vencedores. En el
Tour Down Under de Australia ya lo han hecho. A partir de la próxima
edición, los premios no serán entregados por las habituales azafatas
sino por ciclistas junior de la ciudad en la que concluya cada etapa.
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