Dicen quienes nunca han acudido a presenciar una etapa del Tour en los Pirineos o en los Alpes, que les resulta incomprensible que miles de personas duerman al lado de la cuneta durante más de 24 horas para ver pasar a 180 tipos sufriendo como condenados en cuestión de minutos. Yo, si tuviera sesentaintantos, haría como las decenas de jubilados de toda Europa que se montan en una autocaravana el primer día del Tour y se marchan a casa cuando el pelotón ha atravesado la meta de París. O sea, que vería el Tour en directo todos los días, aunque sea para disfrutar del paso del pelotón en un plis plas. Me enrolaría con todos esos forofos del Tour, a pesar de los pesares. A pesar de la UCI, de los organizadores del Tour (qué papelón el de Bernard Hinault, que se negó a subir al podio mientras Michael Rasmussen fue líder), de los (pocos) ciclistas tramposos, de los (pocos) médicos que recurren a métodos ilegales y de los hipócritas que critican en el ciclismo lo que no censuran en otros deportes. Porque, si hacemos una extrapolación de los casos, ¿invitaría una Liga de fútbol profesional a un equipo a abandonar la competición porque uno de sus jugadores se ha dopado? ¿Le forzaría a retirarse en plena competición porque ha mentido? Nadie pone en cuestión que el ciclismo necesita una catarsis, pero de ahí a considerar que los corredores están todo el día colgados de una jeringuilla, va un trecho. Pero para entender los problemas que afectan a este maravilloso deporte, pasen a la página 45 de este periódico y lean el excelente artículo del doctor José Manuel González Aramendi.
lunes, 30 de julio de 2007
miércoles, 25 de julio de 2007
Saioa
Siete menos cuarto de la tarde. Recibo un sms de un número que no tengo registrado en el móvil. El texto, con ese ahorro tan característico de palabras en los mensajes de los celulares, dice lo siguiente: "Saioa ya ha nacido, 3800.todobien". Primera tarea. ¿Quién es Saioa? ¿Quiénes son sus padres? ¿Qué sujeto me ha enviado esta información? Me pongo a pensar en amigos, parientes y conocidos que durante estas fechas estén embarazados y rompo aguas. No tengo ni idea. Suele haber tantos que pierdo la cuenta. Ya se sabe. El embarazo de tu mujer es más largo que las obras de la Sagrada Familia o la mili de tu padre, pero el de las mujeres de tus amigos son visto y no visto. Sigo haciendo memoria y no tengo ni idea de quién es Saioa. No es el hijo de Rafa porque me enteré de su nacimiento leyendo la página de Ecos de este periódico. Si buscan nombres para los retoños que van a llegar, se la recomiendo. El bueno de Rafa me dijo que había enviado un sms, pero nones. No llegó nada. Es lo que tienen las modernidades. Antes los padres llamaban de una cabina del hospi a casa para que la buena nueva corriera, primero por casa de los padres de ella y de él, luego por el barrio y después por el pueblo. Un acontecimiento, oiga. Ahora la cosa es un poco más fría. Consiste en mandar un sms a los más allegados, que queda un poco soso pero es muy efectivo... y fino. Acabo esta Mesa de redacción, pero antes llamo al móvil en cuestión. Asunto resuelto. Es Manolo. ¡Claro! Manolo y Mari Jose, que iban a por el tercero. Pues nada, zorionak, y a disfrutar de la criatura, que llega con 2.500 euros bajo el brazo.
martes, 17 de julio de 2007
Fischerspooner
Leo el pasado domingo las páginas de la sección de Mirarte de este periódico y me topo con una información sobre el FIB (para los menos entendidos, el Festival Internacional de Benicàssim). Y digo para mis adentros: "Ah sí, el festi éste al que va un mogollón de gente y un montón de grupos". Repaso la lista de bandas y cantantes con pedigrí que actuarán para ver si conozco alguno. Esta es la relación de invitados (léase con acento inglés y a poder ser en voz alta): Artic Monkeys, Muse, Wilco, Devo, Bright Eyes, Dinosaur Jr, Antony and The Johnsons, Carl Graig, Rufus Wainwrigth, Fischerspooner, Black Rebel Motorcycle Club, Armand Van Helden, Calexico, Kings of Leon, Clap your hands say yeah. Y paro de contar, que me está costando un rato escribir tanto grupo con grafía inglesa. Excluyo de la lista a Iggy Pop, que es el único al que identifico, y a The B-52'S, que no sé si me suenan por alguna canción o porque eran los aviones que utilizaba Bush para bombardear Bagdad. Llego a la conclusión de que, o me estoy haciendo viejo, o ahora somos minoría los que añoramos a Itoiz y Frank Sinatra. No conozco ni una sola canción de los grupos arriba mencionados. O sí. Vete a saber. Porque con la música me pasa como con el cine. "Que se ha muerto James Taylor", me sueltan. Hasta que no veo la imagen del tal Taylor (que me lo acabo de inventar) no lo reconozco. Y creo que no soy el único. Hace unos días a una amiga le comentaron que se había muerto El Fary. "¿El Fary? ¿Quién es ése?". "El del Torito". "Coño, pues empieza por ahí". ¿Tocó alguna vez El Fary en el FIB?
miércoles, 11 de julio de 2007
Guillaume Prébois
Se llama Guillaume Prébois, tiene 35 años y es colaborador de la sección de Deportes del diario Le Monde (www.lemonde.fr). El tal Prébois o sus jefes vaya usted a saber, que los jefes a veces se las traen ha tenido la original idea de completar el mismo recorrido (3.570 kilómetros en 20 días) que cubre el pelotón del Tour, pero con una jornada de antelación. Es decir, ayer realizó la etapa entre Villers-Cotterêts y Joigny, la misma que hoy recorrerán los profesionales. Antes de iniciar su quijotada en Londres fue sometido a todo tipo de controles médicos y durante su periplo pedalea con otro compañero de fatigas, un tal Fabio Biasiolo, especialista en correr carreras de miles de kilómetros, y un vehículo de apoyo (anteayer le pusieron por los altavoces música de Jacques Brel para que no se aburriera). Su objetivo es demostrar que se puede completar el Tour sin recurrir a sustancias prohibidas. Vale, muy bien, un proyecto muy bonito en la cruzada que Francia lleva a cabo contra el dopaje. Prébois no ha tenido que firmar antes de salir la esperpéntica carta que han suscrito todos los ciclistas para poder estar en la salida. La UCI les obliga a demostrar que son inocentes antes siquiera de que haya una sola prueba de que se han dopado. La Justicia al revés. En lugar de que demuestren tu culpabilidad, tienes que certificar que estás limpio como la patena. De locos. Que haya ciclistas podridos (que los hay, ha habido y habrá) no quiere decir que todos vayan de EPO hasta las cejas. Pero eso es lo de menos. Por cierto, Prébois ya está a cuatro horas del último clasificado del Tour.
lunes, 9 de julio de 2007
Puristas del encierro
Los puristas del encierro (o sea, los que madrugamos todos los días desde hace muchos años para ver por televisión cómo corren los mozos y las mozas delante de los morlacos) estamos acojonaos con el despliegue de medios (mayormente de TVE y Cuatro) de estos sanfermines. Uno ha crecido con los siempre atinados comentarios de Javier Solano y ahora se topa con tropecientos locutores, redactores a pie de hospital, explicaciones de todo Dios y entrevistas hasta al tipo que pone la tuerca de la valla de Mercaderes. Que hasta nos han cambiado los anuncios, oiga. Antes, después del directo, había una ristra de spots (alguno cutre o muy cutre) y, o bien pasabas de ellos, o te ibas al baño a echar la primera meada del día. Yo soy de los que no quitaba ojo a tanto anuncio de espárragos, almohadas... Ahora simultanean las imágenes en directo con los anuncios (como en la emocionantísima Fórmula 1) y no es lo mismo. Pero volvamos a la tele. Amén de unos cuantos errores que no me atrevo a analizar (no soy especialista en televisión), Cuatro incumple una norma sagrada: los locutores hablan durante el encierro. Comentan la jugada. Vamos a ver. Durante el encierro no se habla, como cuando se come se tiene la boca cerrada. Uno pensaba que los corredores, incluidos los divinos, eran anónimos. Ya no. Este año ocupan un montón de minutos de entrevistas. Aún recuerdo el día que un conocido guipuzcoano recibió cinco cornadas. El gran Solano sabía su nombre, su apellido y hasta su número de afiliación a la Seguridad Social. Pero no lo dijo. Nunca lo hacía. Que le devuelvan el micro.
martes, 3 de julio de 2007
El megáfono
A todos (o casi todos) nos ha pasado alguna vez. Sales de farra con tus vaqueros, tus zapatillas y la camiseta de rigor, y vuelves tocado con un sombrero de paja, una pistola de agua, un collar de pega, un Piolín enorme en una mano y los churros en la otra. Y ya se sabe que, después de una noche de juerga, siempre llega la susodicha comida familiar, que suele dar para mil anécdotas. Como ésa que habla del tipo que, tras beberse hasta el agua de los floreros en las Magdalenas de Errenteria, apareció en una comida con la frente de color rosa. Se acaba de duchar, pero el agua no fue suficiente para borrar las marcas del sombrero que había llevado durante toda la lluviosa madrugada de fiesta. El sombrero de paja es un clásico que cuando ya no sirve viaja en la bandeja trasera del coche. Ahora se lleva el megáfono. Si ya han disfrutado de alguna fiesta patronal o una boda, saben de qué hablo. Es la plaga del verano. No sirve para nada, pero se vende como rosquillas. El aparato en cuestión se usa para dar alaridos, convocar a la cuadrilla para ir a potear al siguiente bar o dar la tabarra a tu comunidad de vecinos. Y no sólo eso. El megáfono emite canciones (la palma se la lleva el oé, oé, oé) e incluso grabaciones con las mayores chorradas que pueda cantar uno. Si el cacharro cae en manos de un mangarrán que no sabe cómo llegar a casa porque lleva un pedo del ocho, es capaz de cantarte los últimos cinco LP de Julio Iglesias. Yo ya le veo una utilidad al trasto éste. Lo voy a traer a la redacción para convocar las reuniones de portada.
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