Se llama Guillaume Prébois, tiene 35 años y es colaborador de la sección de Deportes del diario Le Monde (www.lemonde.fr). El tal Prébois o sus jefes vaya usted a saber, que los jefes a veces se las traen ha tenido la original idea de completar el mismo recorrido (3.570 kilómetros en 20 días) que cubre el pelotón del Tour, pero con una jornada de antelación. Es decir, ayer realizó la etapa entre Villers-Cotterêts y Joigny, la misma que hoy recorrerán los profesionales. Antes de iniciar su quijotada en Londres fue sometido a todo tipo de controles médicos y durante su periplo pedalea con otro compañero de fatigas, un tal Fabio Biasiolo, especialista en correr carreras de miles de kilómetros, y un vehículo de apoyo (anteayer le pusieron por los altavoces música de Jacques Brel para que no se aburriera). Su objetivo es demostrar que se puede completar el Tour sin recurrir a sustancias prohibidas. Vale, muy bien, un proyecto muy bonito en la cruzada que Francia lleva a cabo contra el dopaje. Prébois no ha tenido que firmar antes de salir la esperpéntica carta que han suscrito todos los ciclistas para poder estar en la salida. La UCI les obliga a demostrar que son inocentes antes siquiera de que haya una sola prueba de que se han dopado. La Justicia al revés. En lugar de que demuestren tu culpabilidad, tienes que certificar que estás limpio como la patena. De locos. Que haya ciclistas podridos (que los hay, ha habido y habrá) no quiere decir que todos vayan de EPO hasta las cejas. Pero eso es lo de menos. Por cierto, Prébois ya está a cuatro horas del último clasificado del Tour.
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