El párroco se ha puesto kaskarro y ha dicho que nones. Que la misa por un difunto es igual para todos. Que por ahí no pasa. Que qué es eso de que el organista del pueblo toque una pieza en función de la procedencia, la personalidad o los gustos musicales del fallecido. Que se acabó eso de que si el muerto vivía en el pueblo, pero era oriundo de la Ribera, se toca la preciosa Erribera; si era hincha acérrimo de la Real se interpreta el Txuri urdin; y si era dantzari se entona un aurresku. Bonita iniciativa, pensará algún lector. Un gesto de cariño y reconocimiento al finado que va más allá de que suene el clásico Agur Jaunak en las postrimerías de la misa. Pero el párroco ha dicho que no. Que en la parroquia manda él y en la Iglesia, ya se sabe, no se hacen diferencias. Y, claro, los feligreses protestan. Porque estaban acostumbrados a que el organista les sorprendiera con alguna pieza que les ponía los vellos de punta y desde hace un tiempo la misa resulta monótona. Ni una triste melodía se sale del guión y hasta la eucaristía se repite. Siempre quedará el aurresku a la salida, en los soportales del templo, pero nada como las canciones que interpretaba el organista. Dicen que hay crisis de vocaciones, que las iglesias se vacían de parroquianos y que el público que acude a misa de domingo envejece. No lo sé porque no voy a misa, salvo en funerales, bodas y algún bautizo perdido que otro. Pero entre el Vaticano, la ultraderecha católica y algún cura que otro, van a acabar con el tinglado. |
lunes, 24 de marzo de 2008
El párroco dice que no
domingo, 23 de marzo de 2008
Al otro lado de la muga
Hace ya más de quince años la Unión Europa decretó la libre circulación de personas, servicios, mercancías y capitales (esto último es un decir porque todavía hay quien hace contrabando de oro y cartuchos). Se produjo lo que de manera común se ha denominado "eliminación de las barreras" de la antigua Comunidad Económica Europea. Desaparecida la frontera física (las aduanas son ahora solares y en algún caso un local de ensayo para grupos de música), a veces da la sensación de que todavía perdura una muga mental. Que cuando atravesamos los puentes de Biriatu y Behobia, o los altos de Lizuniaga y Larrau, no digo que entremos en otro territorio, pero sí en otra dimensión. Y no hablo de política. Es más lo que nos une que lo que nos separa de los vecinos del otro lado del Bidasoa, pero en los usos y costumbres anidan las diferencias, las mismas que puede haber también entre un vecino de Hondarribia y otro de Zalla, o entre un oriundo de Maule y otro de Villanueva de Valdegovía. En los asuntos más nimios de la vida cotidiana se aprecian las diferencias. Aquí se monta un pollo mediático si en la Casa Consistorial ondea sólo la ikurriña, y en Iparralde es lo más normal del mundo; aquí se habla a gritos en un restaurante y al otro lado de la muga se hace el silencio; aquí la sidra se sirve previo txotx y allí se la toman en jarra (¡sacrilegio!), aquí usamos la bocina del coche para soltar nuestros demonios y allí no saben que hay un cartel que indica el cambio de sentido. En definitiva, que aquí vamos en chándal a todos sitios y en la rue Gambetta no ves nunca a un oriundo de Donibane Lohizune con un Adidas.
viernes, 21 de marzo de 2008
Donostiarrak
Nos gusta su filosofía de la vida y del deporte, y nos gusta su carrera. Y hablamos en plural mayestático, como Miguel Indurain, porque ellos también son grandes en lo suyo. Y lo suyo es correr (con prisa y sin ella, pero primando siempre el buenrollismo) y organizar la Carrera de Primavera. Hablamos del Donostiarrak, un club con 29 años de historia que algunos, sin embargo, hemos descubierto hace nada. El Donostiarrak celebró el pasado domingo la Carrera de Primavera, un lujo de prueba para quienes a lo único que aspiran es a sudar un poquito la camiseta y descargar unas dosis de adrenalina. Sin querer desmerecer al resto de carreras que se organizan por estos lares (hay muchas y muy bien dispuestas por gentes que trabajan por amor al arte), la del Donostiarrak lo reúne todo. Un recorrido plano que lleva del campus de Ibaeta a Sagüés y vuelta, previo paso por las calles 31 de agosto y Mayor; una participación numerosa (más de 900 personas, lo que lleva a confirmar que correr se ha puesto de moda), un ambiente fenómeno y unos cuantos detalles que no pasan despercibidos. Llegas a la meta y te encuentras con un banquete que alimenta tu gula. Así que el kilito que has perdido en los 10 kilómetros lo ganas en un pis pas poniéndote fino a pasteles, donuts, fruta y toda suerte de delicias. El primer clasificado, Jon Arozena, recibe el mismo calor que el último, un tipo que responde al nombre de Serafín Galindo y que paseó sus 83 años por las calles de Donostia con la jovialidad de un principiante.
miércoles, 12 de marzo de 2008
A bailar el 'chiki chiki'
Podríamos hablar hoy en este espacio de los ocho segundos de silencio (es un decir) de San Mamés, del suceso de Arrasate (expresión acuñada por la alcaldesa de Hernani para referirse al asesinato de Isaías Carrasco), de la resaca electoral, del endemoniado viento que casi se lleva por delante la Parte Vieja donostiarra y el malecón de Zarautz, de esta Real que ilusiona o de los nuevos mandamientos del Vaticano (un inciso: manda bemoles, por no decir huevos, que el Vaticano considere pecado acumular excesiva riqueza). Pero vamos a ponerle buena cara al mal tiempo y hablar de un fenómeno: David Fernández, el tipo que se esconde bajo el tupé de Rodolfo Chikilicuatre. El muy canalla ha metido un gol por toda la escuadra a las discográficas, TVE y la muy casposa Eurovisión. Lo que empezó como un sketch en el programa de Andreu Buenafuente ha acabado por convertirse en noticia de Telediario. Su papel en la gala, o lo que que fuera, del sábado recordó a los mejores años de La Cubana. El tipo cantando el chiki chiki, las bailarinas de pega (Disco y Gráfica) que tropezaban en el escenario y la indescriptible familia en la grada (inenarrable lo del sobrino y su ombligo). Que un tipo vaya a participar de esta guisa en Eurovisión es una buena noticia. Ha nacido una estrella que tiene todas las trazas de convertirse en el fenómeno del próximo verano. De momento, no hay más que teclear su nombre en Google para hallar auténticas joyas, como esa que muestra a varios muñecos de Famobil bailando el chiki chiki. Indescriptible.
lunes, 3 de marzo de 2008
El Folllonero
Que me disculpen los jefes de prensa, asesores de imagen y demás personal que trabaja en este tostonazo de campaña electoral, pero lo mejor de lo mejor de estos once días de mítines y discursos se ha visto en la televisión. Y no precisamente en un debate. Lo más original se vio el pasado domingo 24 en el primero de los dos programas de Salvados por la campaña, de La Sexta (el segundo se emitió anoche). Simplemente, genial. Durante una hora, Jordi Évole, alias El follonero, el agitador del programa de Andreu Buenafuente, ofreció un programa diferente, lo cual se agradece. A pesar de que diera la impresión de que algunas de las escenas estuvieran preparadas de antemano como dice un compañero, el limpia-cristales-de-coche reconvertido en simpatizante del PP y PSOE resultó ser muy extrovertido, el espacio aportó frescura a una campaña soporífera. Hubo momentos soberbios, como el Atrilízate, que a veces parece que retrata mejor a la gente de la calle que una macroencuesta electoral. Y es que la monotonía que preside las últimas campañas electorales es para echarse a llorar. Innovar, lo que se dice innovar, más bien poco. Por no haber, ya no hay ni aquellos originales carteles de EMK. Todo está atado y bien atado. Para muestra, el dichoso debate, encorsetado hasta unos límites que rayan lo ridículo. Y qué decir de los periodistas, que cada vez parecemos meros convidados de piedra en ruedas de prensa en las que no se admiten preguntas y mítines en los que el propio partido es el que escoge las imágenes y el minuto de oro del candidato. Siempre nos quedará El follonero.
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