Afortunadamente, los periodistas todavía no nos hemos convertido en un problema, que no enemigo, público. En eso nos ganan de calle los políticos que, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), representan ya la tercera preocupación de los ciudadanos, por detrás del paro y la economía y por delante, entre otros asuntos, de la inmigración, el terrorismo y la seguridad ciudadana. Ahí es nada. Quienes tienen como principal misión solucionar los problemas de la plebe se convierten en un problema en sí mismo. En fin. Lo nuestro, lo de los periodistas, todavía no es preocupante aunque tenemos la autoestima más baja que el jefe de Publicidad de TVE. Según otro estudio (el Informe Anual de la Profesión Periodística), cerca del 60% de los ciudadanos tienen una imagen regular, mala o muy mala de los informadores (en 2008 era un 52,5%). No es por echar balones fuera pero, según el mismo estudio, ese deterioro de nuestra imagen viene dado, sobre todo, por la vulneración de la intimidad que practican los (y eso lo digo yo) autodenominados periodistas del corazón. Si atendemos a las frías cifras de ese informe, corren malos tiempos para esta bendita profesión. La precariedad laboral y el desempleo son ya nuestra primera preocupación, por delante del intrusismo, y un 57% reconoce sufrir presiones en su trabajo diario. Para que no falte de nada, un 76,5% de los encuestados opina que los periodistas contribuimos a incrementar el clima de crispación política, así que no tardaremos en convertirnos en un problema ciudadano. Al tiempo.
lunes, 28 de diciembre de 2009
sábado, 26 de diciembre de 2009
Fenómeno lotería
Cual Andreu Buenafuente y Berto Romero en la sección Cuarto y mitad, un fenómeno paranormal me tiene traspuesto durante estos días: las colas para comprar lotería. No es que abunden, pero haberlas haylas. La fila de gente que se monta a las puertas de la administración de la tal Doña Manolita es para escribir una tesina. La buena de Manolita supongo que ha hecho más que ricos a sus descendientes porque lo suyo es dispensar números mañanas enteras sin parar. Hace unos días presencié el fenómeno en vivo y en directo y se trata de un acontecimiento sobrenatural. En estos tiempos en los que puedes comprar lotería de cualquier parte del mundo por Internet, hay quien se mete cientos de kilómetros para plantarse en la Gran Vía madrileña, chupar un frío del carajo y guardar cola durante dos horas ante la taquilla de la Manolita. Verídico. Sucede lo mismo en la otra punta del mapa, en Sort, donde te puedes plantar el 15 de agosto, con una canícula que te hace sudar a chorros, y para tu incredulidad compruebas que toda esa fila de gente espera paciente para adquirir lotería de Navidad. Hace unos días, en uno de esos programas de televisión en los que las cámaras entran hasta al cocina (literal) para ver si ese día hay paella o fabada, entrevistaron a un tipo que había cubierto el trayecto Madrid-Sort-Madrid (1.156 kilómetros) para comprar un décimo en la Administración de La Bruja de Oro, ésa que ha hecho de ídem a Xavier Gabriel, un tipo con un ego que no le cabe en el cuerpo. Ya lo dice Mari Carmen: "La lotería de Navidad es la más ladrona; mucha pedrea y poca ganancia".
lunes, 14 de diciembre de 2009
Iparralde existe
Sí. Y se extiende por tres territorios. Como a veces nos creemos el ombligo del mundo, se diría que hace unos días Sébastien Gonzalez, y ayer Sustrai Colina y Amets Arzallus, pusieron a Iparralde en el particular mapamundi vasco. Pese a que no existen los obstáculos físicos de antaño, la muga mental se levanta aún para muchas personas, como una de esas barreras que nos impedían la libre circulación por los pasos de Ibardin, Lizuniaga, Izpegi, Dantxarinea o Lizaieta. Será cuestión de romper los estereotipos que tenemos unos y otros, los de aquel lado del Bidasoa y los de esta orilla. Estereotipos que se rompen en mil pedazos si se vive a caballo entre Iparralde y Hegoalde. Es más, mucho más, lo que nos une que lo que nos separa, aunque en los últimos tiempos el trasiego de un lado al otro sea desigual. Son más las gentes de Iparralde que visitan Hegoalde, que a la inversa. Antes cruzábamos la muga para comprar Levi"s, productos lácteos y aceite y, en los últimos años, ropa para los infantes. Con la cacareada globalización, esa tendencia ha cambiado. Cruzamos menos la muga pero cada vez son más las gentes de Iparralde que nos visitan, ya sea para gastarse sus euros en las tiendas del tío Amancio, para ver jugar a la Real o para asistir a la final del BEC. Seguramente saben más los de Iparralde de nosotros que nosotros de ellos. Hoy es el día en que hay quien descubre que Donibane Garazi existe, que Sara y Ainhoa son algo más que sendos bonitos nombres de mujer, y que hay vida más allá de Pausu.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Antipáticos futbolistas
Hace unas semanas, una amiga decidió acercarse hasta el hotel en el que iba a alojarse el Barça pocas horas antes de jugar contra Osasuna en Pamplona. Pep Guardiola acostumbra a desplazar a su equipo a la ciudad en la que se disputa el partido el mismo día de la cita. Así que en Pamplona le esperaban los tres habituales recibimientos: en el aeropuerto, en el hotel y en el acceso al campo. A mi amiga su hijo le dio tal tabarra con el asunto que no tuvo más remedio que acudir al hotel y esperar con paciencia la llegada de los jugadores, técnicos y dirigentes culés. La ilusión que tenía el chaval fue proporcional a la decepción que le causó a ella, poco amiga del fútbol y sus circunstancias, el paseíllo de las megaestrellas desde el autobús al hall. "Ni un triste saludo se dignaron a hacer", me contó entonces. Hace tiempo que servidor no acude al recibimiento de un equipo (cuando vengan Dieguito y su Argentina para, pongamos, jugar contra Euskadi-Euskal Herria-Euskal Selekzioa-la selección vasca, Vascongadas, o lo que sea, me colocaré en primera fila). Pero basta con ver las imágenes que ofrecen las televisiones cada vez que viaja un equipo para comprobar que algunos jugadores (en éste y otros asuntos no conviene generalizar) son lo que toda la vida se ha llamado antipáticos. Hinchas y curiosos les jalean, pero ellos desfilan con una oreja pegada a un móvil o, mayormente, con las dos orejas dedicadas única y exclusivamente a escuchar la música en unos enormes auriculares (recúerdese a Ronaldinho). Más que concentración, se diría que es mala educación.
sábado, 5 de diciembre de 2009
Príncipes de Asturias
Me llama mi primo Borja, repijo como él solo. El chaval es un torrente de imaginación. En las últimas semanas está siguiendo atentamente el debate sobre los símbolos que tiene entretenidos a los políticos. Está feliz y contento porque por fin se cumplirá uno de sus históricos anhelos: que las selecciones españolas de fútbol y baloncesto jueguen en las Vascongadas y que un final de etapa de la Vuelta acabe de Pancorbo para aquí. El chaval está entusiasmado. Tanto, que pide más. "Mira Juanma", me dice. "Me he enterado de que en Eibar se va a construir un hospital. Qué menos que bautizarlo como Hospital Infanta Elena. Ya es hora de que la Casa Real dé nombre a algún edificio, calle o similar en las Vascongadas. Así, de paso, le alegramos la cara a la Elena, que desde que lo ha dejado con el del patinete está muy mustia. Y ya puestos, qué menos que bautizar el nuevo polideportivo de Aretxabaleta con el nombre de Príncipes de Asturias". (Total, y eso lo digo yo, si Felipe sólo da nombre a los polideportivos de Majadahonda, Arganda, Zaragoza, Chipiona, Ciudad Real, el campo de fútbol del Cacereño y 200 más). El chaval sigue desatado al teléfono y redondea la faena con otra propuesta. "Hay otro símbolo del que nadie habla", me dice. "El toro de Osborne. En las Vascongadas sólo hay uno, en el kilómetro 323 de Rivabellosa, en la A-1", me precisa. "Qué menos que Vizcaya y Guipúzcoa tengan un par de toros. Te diré más, uno lo pondría en Cestona, al ladito del balneario, y el otro en Placencia de las Armas, junto a la
AP-1". Y olé.
AP-1". Y olé.
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