Cada seis minutos muere un niño en Somalia por el hambre y la sequía que asola a este país africano. Cada seis minutos un gilipollas descorcha una botella de Moët Chandon (a 200 euros la pieza) en el local más pijo de Marbella para rociársela a las chicas que bailan a ritmo del dj alrededor de la piscina. La estupidez humana es insuperable, amigo Sancho. Unos se mueren mientras a otros les importa dos pimientos la tragedia que se vive en el Cuerno de África. Se suele decir que uno no es consciente de un problema hasta que no lo vive en sus propias carnes. No es el caso. Basta ver las imágenes o escuchar los testimonios que llegan desde el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia, para hacernos a la idea del drama que sufren cientos de miles de personas, la mayoría mujeres y niños, debido a la peor sequía en los 60 últimos años y a la guerra, siempre las guerras. Ayer, Lourdes Collado, de Save the Children, relataba en la Ser que cada día llegan al campamento 1.200 personas, la mitad de ellas niños esqueléticos. "Trabajamos para que vivan. Hay algunos que llegan con lo puesto, después de estar más de 20 días caminando", decía la cooperante. En Dadaab, un campo construido en 1991 para acoger a 91.000 refugiados, se hacinan hoy más de 450.000. La hambruna en Somalia es desgraciadamente un capítulo, otro, de un continente tan olvidado como desconocido. Por no saber, no sabemos ni poner Somalia en el mapa o, como decía ayer un tuitero: "Hemos creado un mundo demasiado grande para enviar alimentos de un país a otro, pero muy pequeño cuando se trata de lanzar bombas".
viernes, 29 de julio de 2011
miércoles, 27 de julio de 2011
Zikiro
Se llama Joxeluis Altzugarai, pero todos le conocen (conocemos) con el nombre de Zikiro. Es uno de tantos entrenadores que todos los fines de semana se sientan en los banquillos de fútbol de las categorías inferiores de Gipuzkoa. Con una particularidad: en 23 años de carrera no ha visto ni una sola tarjeta, ni amarilla, ni roja. Lo cuenta él mismo en el último número de la revista Ttipi-ttapa: "El secreto está en respetar la labor del árbitro". Lesakarra de pro, exfutbolista del Beti Gazte y Real Unión, y expalista profesional en el Deportivo de Bilbao, Zikiro fue uno de los precursores del fútbol femenino en Gipuzkoa y Navarra. Fue dos veces campeón de Liga con el Añorga y ha entrenado, entre otros clubes, al Beti Gazte, Gure Txokoa y Mariño, todos de chicas, e incluso el Athletic femenino le tentó para ficharle. Sus equipos casi siempre ganan el premio al juego limpio que se concede a los conjuntos que ven menos amonestaciones. En la última temporada ha ascendido a División de Honor con los cadetes del Beti Gazte, que han recibido dos tarjetas en todo el campeonato. "Según cómo sea el entrenador, así es su equipo", asegura el bueno de Zikiro en la revista. En estos tiempos de continuas tormentas dialécticas en todos los ámbitos del deporte, no estaría de más resaltar el trabajo de los Zikiros. Urge uno en el remo después de que, como afirma un compañero de la redacción, Urdaibai y Kaiku hayan convertido su rivalidad en un Barça-Madrid en versión arraunlari. Uno no adivina quién es Guardiola y quién es Mourinho, pero sobra decir que hace falta un Zikiro.
viernes, 22 de julio de 2011
Amador y Ten Dam
La leyenda del Tour se ha ido construyendo con las grandes historias de vencedores y vencidos, y las miserias de los modestos que luchan por llegar a la meta de París. Andrey Amador (conocido en el mundillo ciclista vasco porque se hinchó a ganar carreras en su etapa amateur y porque reside en Orkoien, en la Cuenca de Pamplona) está escribiendo una de esas pequeñas gestas que hacen grande a la Grande Boucle. Es el primer ciclista de Costa Rica que disputa el Tour y desde la salida en el Paso de Gois, hace ya casi tres semanas, está viviendo un calvario. En esa primera etapa sufrió una caída que le provocó un esguince de tobillo de grado dos. El médico de turno suele prescribir una inmovilización de entre diez y quince días para curar esta lesión. Pero Amador no se ha quedado tumbado en el sofá como lo hubiera hecho el común de los mortales. Sigue pedaleando con el único objetivo de alcanzar la meta y convertirse en el primer corredor tico que consigue el carné ciclista. Ayer llegó a la cima del Galibier a 35 minutos de Andy Schleck, en el autobús, y es penúltimo en la clasificación general, acosado por Fabio Sabatini. Laurens Ten Dam protagoniza otra de esas intrahistorias del Tour que conmueven. Desde el pasado sábado corre con la boca hecha trizas. Se cayó bajando el col de Agnès y recibió ocho puntos de sutura. Impresiona ver la fotografía del día de su accidente, con una venda ensangrentada cubriéndole la cara y el labio hinchado. Por supuesto, no solo no se ha retirado sino que camina en una más que meritoria 61ª posición.
miércoles, 20 de julio de 2011
Puntualidad
Leo en un blog que "la puntualidad es la virtud que representa el respeto hacia uno mismo y hacia los demás". Qué tremendos se ponen algunos cuando les da por reflexionar en Internet. Yo soy un tipo moderadamente puntual. O sea, unas veces llego a la hora, y otras no. Y no me pongo exquisito cuando alguien con el que he quedado se demora porque suele ser la horma de mi zapato. Las personas puntuales se comportan con las impuntuales como los exfumadores con los fumadores. Hay personas puntuales, impuntuales (un político que no nombraré lidera el ranking) y luego están los que llegan a las citas con media hora de antelación. Son los del "por si acaso". Los mismos que te miran con cara de mala leche cuando llegas un minuto antes de tu cita y pasas a la consulta casi sin esperar. Por último, están los auténticos expertos en entrar en todo tipo de comercios (mayormente quioscos y panaderías) un minuto antes de que bajen la persiana. Estos últimos días he descubierto otro tipo de puntualidad, la asimétrica, que se practica en Osakidetza: tú tienes que estar a la hora, pero la persona que te recibe puede tomarse ciertas licencias. Por un despiste (confundí una cita con otra), acudí a una consulta con ocho minutos de retraso. Resultado: me tuve que comer toda la espera. Pasaron por delante de mí algo así como seis personas hasta que la médico me hizo un hueco en su apretada agenda. Dos semanas después fue a la inversa: el médico me atendió media hora después del horario previsto en la cita que me facilitó Osakidetza. Hasta un visitador médico se coló en la consulta. Por algo les llaman salas de espera.
viernes, 15 de julio de 2011
Jubilarse
Hoy, como todos los días, se levantará, se aseará y, después de tomar el desayuno, recorrerá los apenas 500 metros que separan su casa del trabajo. Se desplazará en la vieja bicicleta Peugeot, que dejará aparcada (sin candarla, no hace falta) en la puerta de la oficina. A eso de las ocho entrará en la sucursal, realizará mil tareas, atenderá unas cuantas llamadas y a otros tantos clientes y, a eso de las tres de la tarde, regresará a casa. La rutina que ha seguido durante 40 años llega hoy a su etapa final. Hoy es su particular París ciclista. Hoy se jubila. Con la poca perspectiva que da que a uno le falten unos 30 años para alcanzar la edad de jubilación, no aciertas a calibrar cómo debe ser el cambio de vida que supone. Hoy trabajas y el lunes te puedes quedar en casa haciendo macramé mientras ves un documental de la BBC. Digo yo que es una etapa más de la vida, como aquellos años en los que pasamos del COU a la universidad, o cuando dejamos la casa familiar y nos independizamos. Y digo yo que al jubilarse también se necesita un periodo de adaptación. Porque uno se jubila del lugar del trabajo, pero a veces no de trabajar. Tenemos las calles repletas de abuelos-canguro semiesclavos a los que exprimimos como una naranja. Y, como me apunta irónicamente un compañero, hay otra buena ración de jubilados que se encargan de vigilar las obras públicas. Pero, si la salud lo permite y no abundan las obligaciones, digo yo que jubilarse debe ser una bendición. Que te vaya bonito y que lo disfrutes.
viernes, 8 de julio de 2011
La mano derecha
"El tamaño del pene está en los dedos de la mano". Leí el titular de la información de corrido, como quien no quiere la cosa, e, instintivamente, miré mi mano derecha (uno es diestro) antes de seguir leyendo. Resulta que, según un sesudo estudio científico de un grupo de urólogos de Seúl (Corea del Sur), se puede establecer una relación entre el tamaño de los dedos y el ídem del pene. A saber. Cuanto más parecida sea la altura de los dedos anular e índice de la mano derecha, más largo es el fistro, que diría el bueno de Chiquito. Aseguran los expertos que la investigación se hizo con hombres (penes) asiáticos, que la tienen más pequeña (eso no lo digo yo, lo dice una tal Denise Brooks, bióloga del Skidmore College de Nueva York), así que se desconoce si el resultado se puede aplicar en Europa. Puesto a llevar la teoría a la práctica, según terminé de leer el texto, lo primero que hice fue mirar los dedos anular e índice de mi mano derecha para calcular el calibre... y hasta aquí puedo leer. Pene y sexo. Hablar de sexo es la mejor herramienta para aliviar tensiones cuando en una tertulia de amigos se empieza a discutir de política. Pongamos que un amigo comenta lo dura que se ha puesto la cosa con cuatro partidos distintos gobernando en cuatro instituciones. Cuando la conversación alcanza el estadio de gallinero, en el que normalmente nadie escucha a nadie y todos se escuchan a sí mismos, introduces cualquier comentario banal sobre sexo y tiene un efecto desengrasante que ni el mítico 3 en1. Pruebe y verá. Escuche a su mano derecha.
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