Zubikarai; Carlos Martínez, Ansotegi, Mikel González, De la Bella; Rivas, Aranburu, Xabi Prieto, Zurutuza; Griezmann y Bueno.
2-0 al Celta. Anoeta. Probablemente, desde la fiesta del ascenso de
aquel 13 de junio de 2010 la afición de la Real no disfrutaba de los
días de efervescencia que se viven en las últimas semanas. Buena parte
de la plantilla que penó por los campos de Segunda en tres años para
olvidar ha protagonizado la mejor temporada de la última década. En el
fútbol, como en el deporte, se pasa de la noche al día en un santiamén.
Lo que hoy es blanco, mañana es negro, y viceversa. Jugadores que creías
amortizados para la causa resucitan y ofrecen un rendimiento que
sorprende hasta al más pesimista. Entrenadores que en la décima jornada
escuchaban gritos de dimisión desde la grada, acaban sacando lo mejor de
un plantel que ha superado cada reto por difícil que fuera. Dos
derrotas en los últimos 20 partidos bastan casi para resumir una campaña
que recordaremos durante mucho tiempo, inolvidable. Al frente, un
técnico del que lo desconocíamos todo y que se ha ganado el aprecio de
la masa social (no toda; para gustos están los colores) por los frutos
que ha dado con un trabajo que, puertas afuera, ha sido casi silencioso.
No se le conoce una palabra más alta que otra a Montanier. Ni una polémica en dos años. Cierto es que gasta una ironía complicada de pillar o que no ha tenido con la afición el feeling de otros entrenadores. Pero deja un buen legado. Esperemos que no tengamos que echarle de menos.
viernes, 31 de mayo de 2013
viernes, 24 de mayo de 2013
Doblar sábanas
Esta semana
seguimos de tiendas. No hay que ser ni un lince ni un agudo observador
para darse cuenta de que todas las catedrales del siglo XXI (osease,
los centros comerciales) son iguales. Los mismos parkings, las mismas
marcas, las mismas tiendas de moda, de telefonía, de videojuegos, de
lencería y de joyas, incluso las mismas franquicias de restauración y la
misma ausencia de comercios especializados en venta de libros y discos
que, sin embargo, sí se ofrecen en las grandes superficies, casi siempre
a la entrada. Todas estas catedrales tienen otro lugar común:
los amplios pasillos con bancos en el centro. Tampoco hay que ser muy
sagaz para darse cuenta de que esos asientos están hechos para los
hombres que esperan a que sus contrarias se aprovisionen de artículos
varios. Echen un vistazo y comprobarán que los bancos están casi siempre
poblados por hombres que pasan el tiempo jugando con el móvil (los
más), leyendo la prensa (los menos) o viendo la vida pasar. Ante la
próxima remodelación de una conocida catedral de los arrabales
de Donostia, pido encarecidamente, no solo que conserven los bancos,
sino que: 1) ofrezcan como detalle un cafelito mientras guardamos
espera; 2) que nos aprovisionen de prensa; 3) que desaparezca el hilo
musical; 4) que no se elimine la señal gratuita de Wi-Fi. He dicho. Otro
día hablaremos de por qué los hombres no sabemos doblar las sábanas, ni
solos ni acompañados y, en concreto, por qué nunca conseguimos que
coincidan las puntas de las sábanas.
viernes, 17 de mayo de 2013
Probadores
Sé que me repito como un
pimiento relleno, pero como el asunto da juego entre el postre y el
café, lo pongo de nuevo en el tapete de la sobremesa. Hablamos de
mujeres. De mujeres y de compras. En concreto, de mujeres que salen de
compras (un día entero, una tarde entera) y vuelven a casa con la
cartera intacta y las bolsas vacías. Incomprensible a ojos vista de un
servidor. Me resulta materialmente imposible decidir que voy a comprarme
dos vaqueros y volver a casa sin ellos. A veces incluso me los llevo
puestos, como las zapatillas. En el caso de ellas, o de algunas de ellas
habría que decir, no siempre impera esta lógica. "No había nada para
mí", te responden después de probarse 30 pantalones, 20 pares de
zapatos, diez blusas y otros tantos vestidos, y de recorrerse 25 tiendas
de todos los estilos y colores. O vuelven a casa de vacío, o lo hacen
con un par de sujetadores y unas bragas. Al "no había nada para mí" le
sigue el clásico "no tengo nada" cuando abren ese armario ropero en el
que ellas ocupan tres cuartas partes de las baldas y colgadores y tú te
conformas con una esquinita en la que amontonas niquis y jerseys. Y qué
decir llegada la hora de probarse la ropa. Si una mujer, recién vestida
por la mañana, te pregunta a ti, que estás sobao entre las
sábanas, sobre cuál de los dos zapatos le queda mejor, tú le contestarás
que el zapato negro que lleva en el pie derecho, y ella, con un 100% de
probabilidades, elegirá la bailarina azul del pie izquierdo.
viernes, 10 de mayo de 2013
Deporte en femenino
"SON
bastante más tenaces que los chicos. Bastante más sensibles para
contarte las cosas. Hay mucha menos vanidad que con los chicos (...).
Los chicos tenemos que demostrar que somos mejores que los demás
muchísimas veces. Y nos han educado encima para eso. En las chicas yo no
he observado eso. Las chicas son más naturales a la hora de hacer las
cosas. Son capaces de desprenderse de su individualidad buscando un
objetivo más común. ¿Por qué? Porque no buscan nada más allá que el
simple juego. Reunirse. Una especie de acontecimiento social. Juntarse
para divertirse. Eso es lo que buscan". La reflexión, resumida (es algo
más extensa), es del entrenador de fútbol Mikel Jauregi y forma parte del reportaje Aldapa zelaituz (Igualando el terreno), del periodista Naxari Altuna, que ETB ofreció hace unos días. Jauregi, que fue ayudante de Unai Emery
en el Valencia, sabe de lo que habla: ha trabajando muchísimos años en
el fútbol femenino. Seguramente sus palabras sobre el fútbol femenino
son aplicables al deporte femenino en general que, en Gipuzkoa, en la
elite y en equipo, vive días de vino y rosas. El Bera Bera, que mañana
volverá a hacer historia; el Añorga de fútbol, que aspira a ascender a
la máxima categoría; el hockey sobre hierba de la Real, que se juega el
título este fin de semana; el UPV que lucha en los despachos por
oficializar el ascenso que logró en la cancha o el Atlético San
Sebastián de atletismo son el mejor ejemplo de que desde el casi
anonimato, con toneladas de esfuerzo e ilusión, se puede llegar a la
cúspide. Va por ellas.
viernes, 3 de mayo de 2013
Prisas
esta columna, o lo que sea, debería cobrarla Ima Sanchís, coautora de las siempre recomendables entrevistas de la contraportada de La Vanguardia.
Pero bueno, tira, a veces los plumillas nos aprovechamos del trabajo de
los colegas para pillar al vuelo un tema con el que, por ejemplo,
llenar estas líneas. Sanchís entrevistó hace unos días a Carl Honoré, un historiador escocés que hace diez años convirtió en best seller su libro Elogio de la lentitud. Ahora acaba de ver la luz La lentitud como método. Vistos los títulos, no hay que ser un lince para darse cuenta de que Honoré ha hecho del movimiento slow
su forma de vida. En la entrevista deja varias e interesantes perlas.
Como esta: "La prisa nos lleva a cometer enormes errores, nos roba
nuestro tiempo y nos impide ser felices (...) Nos resta capacidad de
disfrute, de acceder al placer de cada momento". O esta otra: "La
industrialización trajo la idea de que el tiempo es oro y empezamos a
contar minutos y a darles un valor económico". "(...) como estar ocupado
y estresado es signo de prestigio, nuestra relación con el tiempo nos
hace infelices. Debemos aprender de nuevo la lentitud". O esta última:
"Gracias a las nuevas neurociencias sabemos que simplemente mirando un
reloj al ser humano le entra angustia". Prisas, prisas, prisas. No hay
día en que no hagamos una llamada de teléfono y, nada más descolgar
nuestro interlocutor, le preguntamos ¡si tiene un minuto para hablar!
Vivimos en un sinvivir, de aquí para allá, sin pararnos un ratito para
disfrutar de la vida leeeeeeeeeeeeeeeeeentamente.
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