hay cláusulas de los
contratos que las carga el diablo. Que se lo digan a la Real que, cuando
a finales de agosto acordó con el Granada la cesión de Oier Olazabal,
firmó en la letra pequeña que abonaría 100.000 euros al club nazarí si
alineaba al portero cuando jugara contra el equipo andaluz. La carambola
se dio el martes. Con Gerónimo Rulli sancionado y el Granada como
rival, la Real tenía dos opciones para cubrir la portería: dar la
alternativa al tercer portero, Ander Bardají, o mantener como titular a
Olazabal y pasar por caja. La Real pasó por caja y pagó 100.000 euros.
Por si no le dice nada la cantidad, 16 millones de pesetas de las de
antes. Oro puro para cualquier club guipuzcoano de elite que no sea la
Real. Ingresan un Bera Bera, un Ordizia, un Iraurgi o un Orio esos
100.000 euracos y brindan con champán durante una semana entera. Por
poner un ejemplo, para un club como el IDK UPV, de la Liga Femenina de
baloncesto, 100.000 euros equivalen casi a la mitad de su presupuesto
para toda la temporada. El fútbol, definitivamente, se mueve en otra
galaxia. En el camino por lograr tres puntos, no importan los ceros. Si
hay que tirar de chequera, se tira. Todo es cinco estrellas. Hasta el
alojamiento del entrenador.
jueves, 24 de septiembre de 2015
viernes, 18 de septiembre de 2015
Ser o no ser feliz
Ser o no ser feliz, esa es la cuestión. Y tener o no tener dinero, esa es la otra cuestión. Un reciente estudio del Eustat británico, o sea, la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) de la Gran Bretaña, asegura que cuanta más riqueza amasa una persona, mayor es su bienestar y su autoestima. No hablamos de riqueza espiritual. Riqueza pura y dura. Pasta. Cuanto más riqueza financiera, más feliz. La conclusión de la ONS echa por tierra la manida frase de que la riqueza no hace la felicidad. ¿O acaso es lo contrario? A primeros de este año, otro informe, en este caso de tres psicólogos de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver (Canadá), afirmaba que por muy podridos que estemos de euros, dólares o rublos, la acumulación de dinero no contribuye a ser más feliz sino que ayuda a sentirse menos desgraciado. Llegados a este punto, me topo con una noticia que asegura que Cristiano Ronaldo gana unos 230.000 euros cada vez que promociona una marca con un solo mensaje en Twitter. O que Fernando Alonso, alias El Quejoso, se embolsa casi 12.000 por darle bola a un producto que publicita. No sé si el dinero da o no da la felicidad, pero qué mal repartido está en este mundo.
jueves, 17 de septiembre de 2015
Más cine, por favor
el Zinemaldia vendió el
pasado domingo más de 58.000 entradas, concretamente 58.987, en solo
doce horas. El éxito de público del festival resulta indiscutible año
tras año. En la última edición pasaron por taquilla 169.000
espectadores, una cifra que no admite comparación con los otros tres
certámenes (Berlín, Venecia y Cannes) que integran el Grand Slam de la industria del cine. Resulta paradójico que se vendan miles de tiques en una ciudad que hace dos telediarios
ha visto cómo se cerraban las nueve salas de cine de La Bretxa. La
razón hay que encontrarla en que el Zinemaldia es algo más de un
festival, es un plan perfecto de poteo-pintxo o
bokata-película-tertulia. El entorno también cuenta, y en este caso
Donostia reúne todos los ingredientes para hacer de la visita al
festival una cita obligada. Compramos de antemano entradas para la
película iraní de turno que luego puede resultar un truño, o acudimos al
ciclo del cine independiente japonés, que debe ser como ver un
Empoli-Carpi de la Serie A italiana. De hecho, varios de los títulos de
la Sección Oficial no traspasan luego la pantalla del cine comercial.
Pero qué más da. El caso es disfrutar. Hacer el paseíllo a actrices y
actores, pisar la alfombra roja y, si eso, ver una buena película. Más
cine, por favor.
viernes, 11 de septiembre de 2015
Tabakalera
"¿Qué es Tabakalera?", me pregunta un amigo que sigue el día a día
informativo a vuelapluma. "Un centro cultural, pero a lo bestia", le
contesto en una frase a botepronto. Vale, no es un centro cultural, ni
hay otra infraestructura comparable a cientos de kilómetros a la
redonda, pero tiene unas dimensiones siderales (el equivalente a 370
viviendas de 100 metros cuadrados cada una). Tabakalera tiene ante sí el
complicado reto de que los ciudadanos lo sientan como algo suyo, como
ha sucedido antes con proyectos que el tiempo ha situado en el camino
del éxito como el Kursaal, el renovado San Telmo, la playa de la
Zurriola o el en su día criticado bidegorri de La Concha. No son
proyectos equiparables entre sí por su distinta envergadura, pero todos
tienen en común que donostiarras, y no donostiarras, los han hecho
suyos. Ni qué decir del éxito de la fabulosa red de casas de cultura o
del amplio abanico de instalaciones deportivas, seguramente sin parangón
en otra ciudad del tamaño de Donostia. Insisten los promotores de
Tabakalera en que no se trata de llenar el edificio de público porque
sí. Se trata entonces de explicar al común de los ciudadanos qué ofrece y
qué te puedes encontrar en ese gigantesco edificio sin recurrir a
palabras y expresiones de 20 duros. Si no, corres el riesgo de que te
visiten por las magníficas vistas del restaurante.
viernes, 4 de septiembre de 2015
2.739
Huyen de la guerra, de las
bombas y las balas, de un país desangrado, que parece que es la última
de las prioridades para eso que se llama la comunidad internacional.
Escapan de la miseria y el caso es que no les habríamos prestado
atención alguna si hubieran huido hacia al este, a Irak, o hacia el sur,
a Jordania. Pero lo han hecho hacia el norte, hacia una Europa que ha
mostrado que sus dirigentes no están a la altura. La inacción y la
lentitud con la que se han movilizado la CE y su ejército de 38.000
funcionarios para atender la llamada de auxilio de la población siria
resulta vergonzosa. No es ya que los Estados no se pongan de acuerdo en
el número de personas que deben acoger, es que tratan a seres humanos
como si fueran mercancía barata. Hablan de cupos. Rajoy, que siempre lo
puede hacer peor, negoció a la baja la acogida en España de 2.739
refugiados (¿y por qué no 2.731, o 2.810, o 10.000?). Podía haber dicho
aquello de “nosotros, en España, a raíz de la guerra del 36 también
sufrimos el exilio de miles de ciudadanos. Sabemos de qué nos hablan,
sabemos cómo estarán sufriendo, así que nos pueden asignar el número de
refugiados que consideren oportuno”. Pero no. Pues eso, Mariano, 161
personas por cada comunidad autónoma. Un esfuerzo enorme, vamos.
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