deduzco que en la próxima
revisión médica, a las ya clásicas preguntas del galeno (¿Bebe? ¿Fuma?),
se añadirá una tercera: “¿Come carne roja, caballero?” “49 gramos al
día. Ni más, ni menos”, responderé. Cada vez que leo alguna información
sobre el cacareado informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS),
recuerdo los cuatro chuletones que nos zampamos hace quince días en
Otsondo. Cojonudos no, lo siguiente. Carne roja, no, rojísima, cortada a
trocitos, con un caldito en el que podías mojar tus barquitos de pan.
Un goce para el paladar y el estómago, un atentado para nuestro
organismo, a decir de los señores que velan por nuestra salud. Lo que no
mata, ya no engorda, directamente mata. O, como señalaba en El País María
Ballesteros, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición,
“podríamos llegar a la conclusión de que no tenemos que comer nada. No
moriríamos de cáncer sino de hambre”. De hambre, afortunadamente, no
morimos. Si la cosa se pone fea, siempre nos quedarán los insectos que,
según aseguran los expertos, aportan proteínas de alta calidad y son
consumidos por más de 2.000 millones de personas. Hay hasta un ranking
por cantidad consumida. Apunten: los escarabajos lideran la lista, por
delante de las orugas, las abejas, las avispas y las hormigas. On egin
dizuela.
viernes, 30 de octubre de 2015
jueves, 22 de octubre de 2015
Montañismo coherente
No esperen encontrarlos ni en conquistadores ni en realities ni en hormigueros. Tampoco busquen sus cuentas de Twitter y Facebook,
o de cualquier otra red social, porque, simplemente, no las tienen. No
van contando sus hazañas de tele en tele, y se podría decir incluso que
son alérgicos a la fama. En estos tiempos de egos y divismos, de
exhibicionismos individuales y de mostrar los asuntos más banales del
deporte, ellos unen fuerzas para trabajar en equipo y subir montes. Con
su ascensión al Chamlang, un desconocido sietemil de Nepal que algún ochomilista
no sabría situar en un mapa, Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel
Zabalza acaban de dar otro ejemplo de coherencia con su manera de
entender el montañismo. Buscan picos poco frecuentados, a veces
vírgenes, no colocan cuerdas fijas, meten en la mochila el material
imprescindible y no arriesgan si vienen mal dadas. Una lucha de tú a tú
con la montaña, en la que no siempre pisan la cima. Romanticismo y
montañismo en estado puro de una cordada que incluso comparte generación
(Iñurrategi es del 68 y Zabalza y Vallejo del 70). Su próximo objetivo
se medirá por encima de los 8.000 metros, pero no duden que tirarán de
originalidad y no subirán por una ruta normal.
jueves, 15 de octubre de 2015
¿Esto cómo se come?
una norma no escrita sobre
gastronomía asegura que, si ves un parking de un restaurante repleto de
coches y camiones, es una señal inequívoca de que de sus fogones sale
un menú del día bueno, bonito, barato y casero. Vamos, que no necesitas
ni una guía ni una página de Internet ni una revista especializada para
reconocer que en ese establecimiento vas a colmar de felicidad a tu
estómago. En la alta cocina, la ristra de rankings, puntuaciones y
biblias gastronómicas es tal que hay contradicciones que no hay por
dónde cogerlas. La revista Restaurant, alabada por unos y
denostada por otros, en su última actualización situó al restaurante
Berasategui en el puesto 61 del ranking mundial. En la misma
publicación, Mugaritz figuraba en la sexta posición. Ayer se supo que
Berasategui es el mejor restaurante del mundo, según la web de viajes
TripAdvisor. Siguiendo con estas odiosas comparaciones, traten de ubicar
a Mugaritz en esta última lista. No se encuentra ni entre los 20
primeros del mundo, ni entre los 20 primeros de Europa, ni entre los
diez primeros del Estado. Según TripAdvisor, Mugaritz es el quinto mejor
restaurante de Errenteria. O sea que será cuestión de comprobar si su
aparcamiento suele estar lleno de vehículos.
viernes, 9 de octubre de 2015
Bricomanía
me encantaría
entrar en una ferretería, o en uno de esos grandes almacenes de la
construcción tan de moda últimamente, que te venden desde un martillo a
una caldera, y saber para qué sirven los centenares de herramientas que
muestran en las estanterías. Habitualmente desconozco para qué diablos
sirven la mayoría de artilugios. Con frecuencia llegan al buzón de casa
folletos repletos de páginas y fotos con las características de mil
productos que me resultan tan extraños como las partes del motor de un
coche o las especificaciones de los catálogos de ordenadores. Es duro
ver sentado en el sofá que el tipo de Bricomanía es capaz de
construir una piscina y, mientras, tú tienes que recurrir a tu cuñado
para colgar un cuadro. Primero, porque no tienes taladro, un arma de
destrucción masiva en tus manos. Segundo, porque te invade el temor a
hacer un estropicio y que el agujero traspase la pared y llegue hasta la
cocina del vecino. No digo ya si se trata de manipular algún aparato
eléctrico. Cualquier chapucilla que no vaya más allá de cambiar una
bombilla provoca a tu alrededor la sensación de que vas a causar un
cortocircuito. Te ven los tuyos llegar con tu caja de herramientas de la
señorita çPepis y les entra el pánico. ¿Un manitas nace o se hace?
viernes, 2 de octubre de 2015
La Eurociudad era esto
La Eurociudad Vasca, una iniciativa para potenciar las relaciones económicas, sociales y culturales en el corredor urbano comprendido entre Donostia y Baiona, nació en 1993 y tuvo su máximo apogeo en el cambio de siglo. Se trataba de romper la frontera mental que separa Hegoalde e Iparralde, un espacio en el que conviven 600.000 habitantes con una amalgama de administraciones, infraestructuras y modos de vivir, y vertebrar lo que se venía a llamar “una nueva ciudad europea”. Los gobiernos, a un lado y otro del Bidasoa, se aplicaron a la tarea, crearon incluso un Libro Blanco (no hay proyecto sin Libro Blanco) y pusieron en marcha iniciativas más o menos tangibles. Salta a la vista que Baiona y Donostia, separadas por apenas 50 kilómetros, en determinados ámbitos viven de espaldas. Más de 20 años después de su puesta en marcha, la Eurociudad Vasca es una realidad más teórica que práctica. El día a día, y perdón por el trazo grueso, es que dos multinacionales se han convertido en los mayores polos de atracción para los ciudadanos de ambos lados del Bidasoa. Ellos vienen a las tiendas de Amancio (no hay ninguna en Iparralde) y nosotros, por lo visto, vamos al nuevo centro que el gigante sueco del mueble abrió en septiembre en Baiona: el 35% de las visitas que ha recibido en su primer mes son de ciudadanos de Hegoalde.
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