El otro día Aemet del País Vasco presentó en una rueda de prensa las previsiones meteorológicas para este verano. Si no me falla la memoria, creo que repite este mismo acto al comienzo de cada una de las estaciones del año. Cuando leo las previsiones meteorológicas, me recuerda a las proyecciones económicas que publican instituciones públicas, bancos y entidades financieras. Nos anuncian lo que está por venir, pero luego nadie se preocupa de contrastar si se cumplen los buenos, malos o regulares augurios que en su día lanzó tal Cámara de Comercio, tal sindicato o tal banco. Con Aemet, no digo que suceda algo parecido, que también, sino que las previsiones que realiza son un brindis al sol. Anunciar que en julio y agosto de este año “se esperan más precipitaciones de lo normal” y que el verano será cálido, “con temperaturas normales para este época del año o algo más altas de lo habitual”, como señalaron en su comparecencia, no deja de ser una “boutade”. Está demostrado que un pronóstico meteorológico que tenga cierto grado de fiabilidad no va más allá de siete o diez días. O sea, que es complicado saber qué tiempo vamos a tener dentro de quince días, por ejemplo. Así que predecir si en agosto lloverá mucho o poco resulta complicado, y no te digo ya saber si en fiestas de tu pueblo reinará el sol.
jueves, 29 de junio de 2017
viernes, 23 de junio de 2017
Trabajar en bermudas
hace ya muchos años, un director de periódico de cuyo nombre prefiero no acordarme (aunque aclaro que el medio estaba radicado en Madrid), decretó en pleno verano una ley no escrita: quedaba prohibido ir a trabajar en bermudas. La medida afectaba solo a los hombres. Las mujeres podían vestir como les viniera en gana. Recordé la anécdota el pasado jueves al ver en Diario de Noticias una foto de representantes sindicales posando a las puertas del Parlamento de Navarra antes de entregar 3.600 firmas contra un proyecto de ley del Gobierno foral. Nueve de los diez hombres y la única mujer que aparecen en la imagen visten pantalón corto o bermudas. Cuando aprieta la canícula, nos sobra hasta la ropa. Que se lo digan a los chóferes de los autobuses urbanos y los tranvías de Nantes. Como buena parte de los vehículos carecen de climatización, pidieron a la dirección poder usar pantalones cortos o bermudas para hacer frente a las altas temperaturas de estos días. La dirección se negó pero los chóferes tiraron de ingenio. Como a sus compañeras chóferes se les permite usar falda, media docena de conductores fueron el miércoles a trabajar vistiendo... faldas. Y tan fresquitos.
jueves, 15 de junio de 2017
De olas y velódromos
Que en el frenesí de una campaña electoral un polí- tico anuncie con
toda la pompa un proyecto más o menos faraónico que sabe (aunque no lo
dice) que será muy difícil de materializar, entra dentro de la
parafernalia que rodea esos vertiginosos días de palabras que se las
lleva el viento. Si la promesa consiste en construir una instalación
deportiva, el gancho está asegurado porque si de algo podemos presumir
en este país es de nuestra cultura deportiva. Recuerden a aquel político
que hace 20 años propuso construir un velódromo que rodeara la futura
ciudad deportiva de Irun. Dos décadas después, no hay ciudad deportiva y
el Ayuntamiento sigue buscando terrenos adonde trasladar las
instalaciones de Plaiaundi, que tienen fecha de caducidad. El concejal
de Impulso Económico, Comercio, Hostelería y Turismo de Donostia,
Ernesto Gasco, dijo ayer que en esta legislatura se podría concretar la
instalación de un equipamiento artificial de olas para practicar surf.
Apenas aportó cuatro vaguedades, pero el titular quedó muy bonito.
Frente a las promesas, casi siempre se contraponen las realidades. Como
esa que dice que la pista de atletismo del velódromo de Anoeta ha
perdido su homologación porque está muy deteriorada tras 25 años de uso.
jueves, 8 de junio de 2017
El camello
no he fumado un cigarro en mi vida. Tampoco un peta.
La única vez que intenté echar unas caladas a un pitillo casi me quemo
las pestañas. Torpe que es uno. Que no fume no quiere decir que no
frecuente los estancos, mayormente para comprar sellos y sobres. Por
circunstancias que no vienen al caso, últimamente estoy haciendo de camello
de un fumador que no puede desplazarse de casa al estanco. Cuatro
paquetes por viaje. Lo hago sin pensar, no vaya a ser que me entre cargo
de conciencia. Dos cosas me llaman la atención: 1) Casi siempre hay en
el estanco una mujer que te ofrece probar una marca de tabaco como si
fuera una degustación de quesos en un supermercado o un Pastis en
Behobia. 2) A los fumadores se las trae al pairo los mensajes (cada vez
más llamativos) que muestran las cajetillas. Hacen bien las autoridades
sanitarias advirtiendo de lo nocivo que es fumar, para el propio fumador
y para quienes le rodean. Pero quizás harían bien en enfocar las
campañas antitabaco, además de por los males que provoca el fumeque, por
los beneficios que reporta dejarlo. Dice un compañero que es la mejor
decisión que ha tomado en su vida. Digo yo que si uno supera el reto de
dejar este vicio, puede afrontar cualquier objetivo que se plantee.
sábado, 3 de junio de 2017
Políticos honrados
cada vez que la exministra
Celia Villalobos abre la boca, sube el pan. Ayer dijo textualmente:
“Hay que hacer una reflexión sobre qué tipo de dirigentes queremos en
todos los ámbitos. A lo mejor queremos alguien que salga de una clausura
y, por tanto, sea pobre de solemnidad y no tenga derecho a tener nada.
No lo sé. Hay que hacer una reflexión”. Vayamos con la reflexión. Es muy
sencilla. Queremos políticos que sean honrados y exigentes consigo
mismos. Políticos que no roben, que no favorezcan a sus amiguetes, que
no amañen contratos, que no mientan, que no cambien de versión un día sí
y otro también, que declaren ante el fisco las cuentas que poseen en
bancos suizos, que demuestren que están capacitados para ejercer el
puesto para el que han sido designados, que cumplan los códigos éticos
que ellos mismos propagan a bombo y platillo, y que sean consecuentes
con lo que pregonan. No es tan complicado. A la política se viene a
servir, sobre todo a los más necesitados, no a servirse. Y sí, a veces
se llega, no desde un convento de clausura sino desde una humilde
vivienda a la que se regresa cuando se acaba la etapa en la política.
Como Pepe Mújica, por poner un ejemplo que, ya que hablamos de
conventos, donaba el 90% de su sueldo a la caridad.
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