Pongámonos en situación. Son las seis de la mañana. Ahí fuera, en el mundo exterior, hace un frío que pela y todo está blanco. O sea, ha nevado. En el mundo interior, tumbado en la cama, todo es negro. Vamos, que se ha ido la luz. La luz se va y viene como si fuera un que baja a por tabaco al bar. Supongo que es normal que cuando nieva se vaya la luz. Como cuando cae un relámpago y se van todas las cadenas la televisión menos las francesas, que deben estar hechas de otra pasta. Así que aquí estamos, con nieve pero sin luz. Miras a un lado y ves lo que Clavijo. Nada. Caminas a tientas en busca de la única linterna que tienes en casa y, sorpresa, la pila está gastada. “¡Ah, velas!”, piensas. Tienes velas pero no hay cerillas. Te acuerdas de que en el garaje hay frontal que te encontraste cuando bajabas del Aneto, poquito después de que perdieras el piolet de tu cuñao. Otra vez, sorpresa. No puedes entrar al garaje porque la puerta es mecánica. Y le empiezas a dar vueltas al asunto mientras confías en que los de Iberdrola estén juntando cables.Ypiensas: “Si no hay luz, no hay ni calefacción ni agua caliente porque el termostato es eléctrico. No hay desayuno caliente –ni biberón– porque la vitrocerámica es muy limpia pero no da lumbre.Y tampoco puedes sacar el coche para ir a trabajar”. Te planteas ir con un termo de leche fría a casa de tu madre, que tiene una cocina las de toda la vida –no es cosa de quedarte sin desayunar–, o en empezar a frotar un par de piedras para hacer una llamita. Y en esas estás cuando vuelve la luz. Y vuelves pensar.Y te acuerdas de un tal Thomas Alva Edison, qué gran tipo, que invento más cojonudo éste de la luz.
miércoles, 31 de enero de 2007
viernes, 26 de enero de 2007
Productos del mar
Parafraseando a Forrest Gump, el mar es como una caja de bombones: nunca sabes qué te va a tocar. Por ejemplo, te plantas en la costa británica un día lluvioso y gris y, de repente, llega a tus pies un BMW de gran cilindrada, un par de televisiones, paquetes de comida para perro y pañales para equipar a todos los bebés de tu barrio. O, sin ir tan lejos, vas a pasear a la orilla de la playa de Hendaia y te encuentras un fardo de coca que flota en el agua. Lo que sucedió hace un par de años en la costa de Lapurdi –la Policía halló 700 kilos de droga que había tirado por la borda un barco narcotraficante– es una mera anécdota frente a la que se está montando estos días en la playa inglesa de Branscombe. El mar escupe toda la mercancía que portaba el Napoli, un carguero que encalló frente a Devon, al suroeste del país. Y más de uno y más de dos están haciendo el agosto en enero. Arramplan con todo lo que llega y se lo llevan a casa o lo subastan en el portal de Internet eBay. Hace un par de días salía en la televisión un tipo que trataba de subir por una empinada cuesta una barrica de roble francés vacía –el vino se lo había bebido el mar–. Cuestionado por el periodista sobre qué iba a hacer con semejante trasto, respondió que iba a transformar la barrica en florero para su jardín. Impresionante idea. Al lado de casa también hay quien se aprovecha de la desgracia ajena. El pasado domingo un camión se estampó sobre una casa abandonada en la carretera que ya estarán imaginando. Sólo unas horas después ya había un hombre que cargaba en su furgoneta las lechugas desparramadas en la cuneta.
miércoles, 24 de enero de 2007
Los del otro côté
Se pongan como se pongan los gerifaltes del Banco Central Europeo (BCE), el euro tiene muy mala prensa. Donde esté la peseta que se quite todo. Qué barata era la cesta de la compra hace cinco años y cómo se ha puesto el pollo –el pobre pollo siempre tiene culpa de que suba el IPC– con la puesta en marcha la moneda de marras. Porque euro nos ha facilitado las cuentas a los que vivimos pegados la muga, pero ya me dirán qué demonios pensará un tipo Bollullos del Condado que vivía tan ricamente con sus pesetillas y que viajaba por Europa cada años. Pues eso, que es una putada. Que cinco años después no sabemos si 300.000 euros son 5 ó 50 millones de pesetas. No sé si al otro lado de la frontera existe la misma sensación de que hablas del euro y, casi al mismo tiempo, el pan sube 5 céntimos. El caso es que en la A-8, el trajín de coches conmatrículas 64, 40, 33 y 65 es tan habitual como los accidentes de camiones en la N-121 –qué cruz de carretera–. Vienen a comprar alcohol, tabaco y ropa, y a llenar los depósitos de gasolina, como hacíamos nosotros en los 70 y 80 cuando íbamos a por Levi’s a Hendaia. A uno le da la impresión de que el intercambio a uno y otro lado de la frontera ya no es tal. Que los de esta orilla del Bidasoa ya no vamos como antaño a comprar leche y aceite –algunos comprábamos más cosas– y que los del otro côté se ponen las botas. Que unos vamos a pasear a la playa de Hendaia o a rue Gambetta, y otros se ponen morados a pintxos txakolis en las tascas de Donostia y Hondarribia.
martes, 16 de enero de 2007
Seguiremos la 'bidaxka'
Hay días en los que se te forma un nudo en la garganta que te impide articular palabra. Ni hablada, ni escrita, aunque te dediques a este bendito oficio de juntar letras. El sábado fue uno de esos días. Estás disfrutando del sol de este invierno que parece verano y suena el móvil. Coges el teléfono y al otro lado de la línea te golpean con tres mazazos, con tres nombres y apellidos. Tres nombres que se unen a otro cuarto que se llevó el monte sólo una semana antes. Telefoneas a un amigo, te lo confirma, y recibes más llamadas. "¿Son ellos?", te preguntan. Tragas saliva, y contestas: "Son ellos". La fatalidad, la montaña, tan caprichosa ella, se ha llevado por delante cuatro vidas en siete días. Buena gente. Cuatro desbordantes ejemplos de vitalidad. Siempre de aquí para allá, corriendo, andando o preparando algún nuevo proyecto. Ahora, allí donde estéis, podréis seguir viendo que continuaremos abriendo nuevas bidaxkas. Que participaremos con vuestra ilusión en la Subida a Lizuniaga, el cross de Agerra, la Behobia, el maratón de Donosti, la Zegama-Aizkorri, la Berako Itzulia, la Oleta-Yasola-Oleta y tantas iniciativas que acababan en torno a una mesa con un trago de vino y unas croquetas. Y, si salimos de ésta, incluso haremos la cronoescalada al monte Santa Bárbara, ese invento que sólo podía caber en gente emprendedora y sana. Y repetiremos la Media Maratón de Montaña y, ya puestos, hasta trataremos de llevar el nombre de Bortziriak, Agerra y Manttale a Francia, Italia, Andorra y Cataluña, como era vuestra ilusión. Pero nadie nos quitará la pena. Qué absurda es la vida.
* Texto publicado en la sección de Sociedad de NOTICIAS DE GIPUZKOA tras la muerte de Loro Pikabea, Xabier Zubieta y Xabier Saralegi en el monte Taillon.
* Texto publicado en la sección de Sociedad de NOTICIAS DE GIPUZKOA tras la muerte de Loro Pikabea, Xabier Zubieta y Xabier Saralegi en el monte Taillon.
miércoles, 10 de enero de 2007
París, a 788 kilómetros
Resulta que llevo más de 30 años viviendo a 788 kilómetros de París y no me había enterado hasta hace una semana. Ha tenido que ser el cachondo de Miguel Sanz Sesma el que me ha abierto los ojos. Detrás de esa pose seria, de esa cara de mala leche, se esconde un Cruz y Raya en potencia. El lehendakari navarro, a través de su Departamento de Obras Públicas, ha instalado en la carretera N-121 (la que une Irun y Pamplona por Endarlaza) unas señales informativas que, si no fuera porque el vial da miedo por los continuos parcheos y el insoportable tráfico, sonarían a broma. Los dos paneles están colocados en dirección a Irun, a escasos 400 metros de ese puente de la vergüenza de Endarlaza. El primer panel dice así: "Behobia 10, Bayona (sic) 44, Burdeos 229". Nótese que el Gobierno navarro se salta a la torera su propia Ley del Vascuence al escribir Bayona en lugar de Baiona. Unos metros más adelante se lee: "Pau 147, Toulouse 333, París 788". Ya puestos, las señales también se han colocado en la autovía de Leitzaran, que me suena que se hizo para que circulara la mayor parte del tráfico que desde Navarra se dirige a Europa. Igual es que Sanz se ha puesto tierno durante las últimas Navidades. Dicen (y no es broma) que recientemente regaló el último disco de ¡¡Barricada!! a cada periodista que acudió a la recepción anual que celebra con los plumillas que cubren la información del Ejecutivo. Ya que veo que el presi está generoso, me conformo con que en mi próximo cumpleaños está próximo me regale un GPS para ver si, de verdad, vivo a 788 kilómetros de París.
miércoles, 3 de enero de 2007
Estamos rodeados
No hace falta participar en ese engendro llamado Gran Hermano para estar rodeado de cámaras. En la tele los concursantes lo hacen motu proprio, pero en la calle estamos rodeados. Amén de las cámaras para controlar el tráfico, hay objetivos en edificios, portales, comercios, bancos, empresas y un largo rosario de lugares. De todas las que nos vigilan por ahí fuera, resultan más que molestas las de las gasolineras. Vas a pagar al mostrador después de pringarte las manos con gasoil y, mientras esperas a que te devuelvan la tarjeta, ves por el monitor de televisión que en la coronilla te estás dejando más pelos que en la gatera. Vamos, que luces una tonsura como Dios manda, y que tus tiempos juveniles de melena al aire quedan para los álbumes de fotos. Abreviando: que te estás quedando calvo. Quien más quien menos tiene detectadas una, dos o tres cámaras sobre todo las de los radares, pero seguramente no nos hacemos a la idea del montón de objetivos que vigilan nuestros pasos. Hace unos días, el programa 66 minutes, de la cadena francesa M 6, emitió un reportaje en el que un tipo explicaba que al salir de la estación Victoria de Londres, te encuentras de sopetón con once cámaras a tu alrededor. El asedio en Gran Bretaña es tal que se ha creado un colectivo anti-cámaras. Aquí no sé si se llega a tanto. La venta de alarmas que incluyen cámaras de vigilancia ha crecido, aunque también las hay de pega. Tengo un amigo que para proteger su reluciente negocio de la visita de los cacos ha instalado una cámara que ni graba ni vigila. Parece real, aunque sea como una veleta que mueve el viento.
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