Miguel Ángel Lotina se quejó amargamente el domingo pasado en la sala de prensa de San Mamés de los insultos personales que había recibido de unos aficionados que habían seguido el Athletic-Deportivo detrás de su banquillo. "Es el campo en el que más insultos escucho", dijo. Vízcaíno de pro, le dolía en el alma que en su propia casa cuatro cafres mentaran a su padre y a su madre. Desgraciadamente, los improperios que escuchó Lotina son el pan nuestro de cada día en el fútbol, el baloncesto, el balonmano y decenas de disciplinas deportivas. Da igual que sea la Liga o un partido de quinta regional. Y las descalificaciones (que es una forma fina de denominar a los insultos) no se dirigen precisamente a los protagonistas principales (los jugadores), que también, sino a los secundarios, a los árbitros. La ración de ofensas que reciben los réferis cada fin de semana llenarían las 80 páginas del periódico de hoy. Servidor acudió el domingo a un partido de balonmano aficionado y se quedó pasmado con la colección de vituperios que le llovió a la pareja de árbitros... Y eso que el encuentro no tenía color porque el equipo visitante arrasó al local. Personas modélicas en su quehacer diario son capaces de mostrar lo peor de sí mismos en un polideportivo o un campo de fútbol. Llega uno a la conclusión de que en las competiciones deportivas, como en las discusiones de tráfico, sacamos a relucir nuestro lado oscuro. Dicen que en algunas disciplinas hay crisis de árbitros, que no hay personal para tanto partido. A veces lo milagroso es que alguien se apunte a los cursos.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Esquelas
Hay lectores de periódicos que todos los días leen las páginas de esquelas, aunque ni la víspera ni los días precedentes hayan fallecido parientes, allegados, amigos o conocidos. Un hábito como otro cualquiera, que para eso somos animales de costumbres. Conozco incluso una mujer que lee a diario el periódico y sigue siempre el mismo ritual: primero lee su signo del horóscopo, luego las páginas de esquelas y, por último, la información de su pueblo. El resto de las secciones se la refanfinfla. Vamos, que tírate tres meses investigando un tema de Economía, por ejemplo, para que luego los lectores pasen las páginas de la sección como quien ve llover. El que suscribe es lector muy esporádico de esquelas. O sea, sólo miro estas páginas si me llama algún pariente para comentarme que se ha muerto fulanito y su esquela sale en el periódico. No acostumbro, salvo que la esquela se salga de la norma por su originalidad. Ayer, éste y otros periódicos publicamos una esquela inusual en recuerdo del pintor donostiarra Josemari Ortiz. Para quienes no la leyeron, se la reproduzco: "Murió ayer en Donostia, a los 70 años, sin haber recibido ni sacramentos ni bendiciones apostólicas. Su pareja, Benedicta Bidasoro Atorrasagasti; su ex mujer, Cristina Ceberio Corostola; su hijo, José Mari; sus hijas, Cristina y Natalia; sus hermanos, Antonio, Javier y Manuel; sus muchas cuñadas y cuñados, sobrinas y sobrinos, nietas y nietos, amigas y amigos, confían en que se recuerde lo mucho bueno que hizo por todas y por todos. Sus cenizas serán dejadas al viento mañana miércoles en una montaña de Euskal Herria".
lunes, 19 de noviembre de 2007
El mundo es chino
Pongamos que un grupo de inversores canadienses, capitaneados por un empresario guipuzcoano, pretende hacerse con el 35% del capital social de la Real. No problem, friend. ¿Canadienses, me dices? Pongamos que el grupo de inversores es francés o alemán. Tampoco hay problema. Qué serios y trabajadores estos galos, estos germanos. Pongamos que el grupo es chino. ¿Chinos? Nos suena a chino. Por razones que se me escapan, los chinos arrastran una mala imagen que supongo es inmerecida. Asociamos chino con economía sumergida, horarios comerciales non stop y leyendas urbanas sin fundamento. También, lógicamente, chino casa con restaurante, con muralla, con Tiananmen y con pena de muerte. Pero sería del todo reduccionista resumir las características del país más poblado del mundo (más de 1.300 millones de habitantes) en cuatro trazos. A uno le da la impresión de que, abandonada la hoz y el martillo, la República Popular se va a comer el planeta a bocados. Que va ser una referencia en todos los ámbitos de aquí a nada, aunque hoy sea una desconocida para el común de los mortales. Y si no, ahí van tres preguntas sencillas y una cuarta de nota: ¿Cómo se llama la canciller alemana? ¿Y el primer ministro británico? ¿Y el presidente de Francia? ¿Y el presidente de China? Las tres primeras nos las sabemos de carrerilla y la cuarta nos vuelve a sonar a chino. En resumen, que no digo yo que la Real tenga que pasar por el aro olímpico chino, pero la verdad es que el dinero es el mismo, ya sea en dólares canadienses o en yuanes.
miércoles, 14 de noviembre de 2007
'Cansos'
Cuentan que en Sevilla hay gente capaz de hablar durante todo el año de la Semana Santa. De la celebración religiosa, se entiende. No hay día que no comenten el porte del Santísimo Cristo del Perdón del Convento del Socorro o lo emotiva que fue la madrugá, aunque ya hayan pasado seis meses desde que se celebró el Jueves Santo. La amiga Carolina dice que les llaman los capillitas. En Navarra, el que da la tabarra es un canso. Un brasas, vamos. Todos somos cansos en potencia. Todos tenemos un asunto que explotamos hasta la saciedad, mal que le pesen a los oídos de nuestros contertulios. Ese pedazo de viaje a la Riviera Maya, esa boda de la que hablas durante meses y meses (antes y después), esa cena en El Bulli, esos Sanfermines, ese partido de fútbol, ese concierto del Boss, o de los Rolling, esa ascensión al Aneto (como si fueras el primero que lo has subido), ese disfraz de Carnavales y esa juerga vestido de transexual (en Carnavales hay tíos que no se sabe muy bien si van de chicos o chicas, por eso lo de transexual), ese Camino de Santiago que has hecho después de años de preparación, ese buga que te vas a comprar, ese pescador que atrapa un atún que ni un pesquero en mitad del Atlántico, esa película que has visto siete veces y la cuentas otras siete, ese piso en las afueras que nunca acaban de construir... Te pasas horas y horas y más horas comentando cada detalle (por repetido que sea) de tu asunto favorito ante tu paciente interlocutor. Somos cansos, pero felices. Aquí, servidor suele hablar hasta el aburrimiento de una carrera que se celebró el domingo. Prometo no hacerlo hasta dentro de diez meses.
viernes, 9 de noviembre de 2007
A propósito de la Behobia
Cuando uno escribe en este privilegiado rincón del periódico cree, en su ingenuidad, que le van a leer su parentela, algún amigo que otro y algún compañero de la redacción. Se ve que no. Que este periódico lo lee bastante más gente que los incondicionales de la familia. Cada día desfilan por este espacio variopintos comentarios sobre asuntos mundanos, y no tan mundanos, que gustarán más o menos al lector. El pasado martes creí oportuno escribir un artículo sobre las carreras populares y la Behobia-San Sebastián. En mala hora. El Club Deportivo Fortuna, organizador de la prueba, se ha sentido enormemente indignado, decepcionado y ofendido, y así me lo ha hecho saber. Era una reflexión personal sobre el coste de la cuota de inscripción y los obsequios que reciben a cambio los participantes. Una reflexión creo que compartida por otros participantes. No sé si muchos o pocos. En ningún caso el comentario quería dañar la imagen de un club que ha dado sobradas muestras de organizar de manera notable la carrera vasca más conocida y que más corredores reúne. La crítica, legítima, como todas, estaba centrada exclusivamente en un aspecto muy concreto. Y hablaba con conocimiento de causa (17 participaciones consecutivas a mis espaldas y un montón de modestas incursiones en multitud de carreras populares). Nadie pone en duda la enorme entrega y el trabajo desinteresado que realizan a diario decenas de socios y colaboradores del Fortuna. Vaya un aplauso para ellos. Y aquí paz y después gloria... deportiva.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Carreras ¿populares?
A rebufo de la Behobia-San Sebastián, en los últimos años han crecido como setas las carreras de atletismo en Gipuzkoa y los territorios de su entorno. Nada que objetar. Resulta saludable que cada fin de semana exista la oportunidad de disfrutar de una de tus aficiones favoritas rodeado de gente que corre por el placer de correr. El problema es cuando el ocio se traduce en negocio. Cuando los organizadores (no todos) consideran que entregar una camiseta de algodón y una botella de agua en la meta a cada participante es suficiente si previamente se pagan ocho, diez o quince euros. Como en botica, en las carreras hay de todo. Organizadores altruistas que se desviven por los atletas populares y otros con menos escrúpulos que sólo buscan amasar dinero. La Behobia se lleva la palma en las cuotas de inscripción. Cada participante paga 25 euros, lo que equivale a unos ingresos, sólo por inscripciones, de 60 millones de las antiguas pesetas. No sé si es caro o barato. Sólo sé que la más modesta de las carreras de pueblo agasaja a los populares con todo tipo de sorteos (cenas, fines de semana en casas rurales, zapatillas, etc.). En la Behobia no se gastan un duro en obsequios (argumentan que el precio de la camiseta que dan a cada participante es superior al de la inscripción). Ni siquiera regalan aquellas simbólicas participaciones de lotería que recibían los atletas hasta hace unos años. Quizás deberían recordar que, como en el Tour, quienes hacen grande la carrera son los corredores y los espectadores. Y quizás también deberían tomar nota de otras pruebas más modestas. La Carrera de Primavera de Donostia, por ejemplo.
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