Si acostumbran a seguir las retransmisiones deportivas de magnos acontecimientos, habrán comprobado que los Borbones se han especializado en una modalidad todavía no olímpica: allí donde huelen un triunfo de un equipo o un deportista español, allí que van a sentar sus posaderas. De París a Londres, y de Abu Dabi a Johannesburgo, no hay palco que se les resista. En las últimas semanas, en ausencia de su graciosa majestad, se ha prodigado por canchas y estadios "la primera de las españolas", que diría José María García. El diccionario García/Español-Español/García, tildaría de abrazafarolas y correveidiles a algunos colegas que, cuando entrevistan a uno u otro, Juan Carlos o Sofía, parecen estar hablando con el mismísimo Dios. En fin, que el rosario de éxitos en la piel de toro durante el último mes tuvo su penúltimo capítulo el domingo en los Campos Elíseos de París. Curiosamente, ningún Borbón arropó a Alberto Contador en el podio del Tour. Curioso, que no extraño, porque tampoco lo hicieron en las dos ocasiones anteriores ni cuando venció Carlos Sastre. Acostumbrados como estamos a que se arrimen a los éxitos y acudan casi en cuadrilla hasta al más insignificante trofeo de vela (deporte de sangre azul por excelencia), la ausencia resulta llamativa. ¿Será que no quieren asociar su imagen a la del ciclismo, castigado en los últimos años con numerosos escándalos de dopaje? ¿Será que son más de motor que de pedales? ¿Será que ese día se disputaba el Trofeo Azur de Puig? Intrigado que estoy.
viernes, 30 de julio de 2010
sábado, 24 de julio de 2010
Ciclismo y 'fair play'
El Tour del fair play, como ya he leído que se va a denominar a esta edición de la más popular (que no mejor) carrera por etapas del mundo, tiene todavía mucho que aprender del fútbol. Lo habrán visto en infinidad de partidos, sobre todo en la Liga, aunque es un práctica habitual que no entiende de fronteras. El juego limpio en el fútbol es sencillo: un equipo tira el balón fuera porque un jugador se encuentra lesionado y, cuando le devuelven la pelota, la manda a la otra punta y, si hace falta, presiona luego la salida del balón. De tanto repetirse, hay entrenadores que ya han dado órdenes a sus jugadores para que no devuelvan el balón al adversario en ningún caso. Practicar el fair play en el ciclismo resulta más complicado. Si pinchas, pinchas; si se te avería la bici, se te avería; y si te caes, te caes. Así ha sido toda la vida y, entre otras razones, por eso el ciclismo se corre en equipo. Nada reprochable tiene el gesto de Alberto Contador, aunque resulte poco creíble que asegurara que no vio que Andy Schleck había sufrido una avería. Lo vio él y lo vieron todos los rivales que perseguían al luxemburgués. Lo curioso es que mientras se censura el gesto de Contador, se aplaude la picaresca de Fabian Cancellara al mandar parar a todo el pelotón tras la caída de Frank Schleck camino de Spa. Fair play es no pelear por la victoria con un rival cuando has estado chupando su rueda 200 kilómetros. Fair play es lo que hizo Jens Voigt en el Giro de 2006, en la cima de San Pellegrino, cuando no disputó el triunfo a Juanma Garate porque consideró que no había trabajado lo suficiente en la escapada.
viernes, 23 de julio de 2010
Alberto Iñurrategi
En ocasiones, el mundo del alpinismo se queja con razón de que la prensa no especializada sólo dedica espacio al montañismo cuando sucede una de estas tres circunstancias, o las tres al mismo tiempo: 1) Muere un alpinista, mayormente en un ochomil, después de sufrir un accidente o una situación agónica; 2) un alpinista logra inscribir su nombre en la carrera de los ochomiles, el más mediático de los objetivos; y 3) un mocoso de trece años dice haber ascendido el Everest o un japonés de 98 tacos sube al Cho Oyu con su nieto. Decía que, a veces, tienen razón, y no hay más que echar la mirada al pasado fin de semana para comprobarlo. El pasado lunes, Marca y AS, los dos periódicos deportivos de mayor tirada, le dedicaban doce y cuatro líneas, respectivamente, a la gesta de Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza en el Broad Peak. No es cuestión de criticar a los colegas, que cada uno hace lo que le viene en gana con sus periódicos y sus páginas, y no estamos para dar lecciones. Es cuestión de poner en valor el logro de estos alpinistas, y en especial de Iñurrategi, el único que coronó de un tirón, en tres días, las tres cumbres del Broad Peak. Tres días (con sus noches) por encima de los 7.500 metros sin sherpas, sin cuerdas fijas y sin botellas de oxígeno. Cuando nos den la tabarra con el Balón de Oro, acuérdense de que Iñurrategi seguramente será candidato al Piolet de Oro, el prestigioso galardón mundial que reconoce la actividad montañera más importante del año. Acredita méritos de sobra.
lunes, 19 de julio de 2010
El Tourmalet
Uno se da cuenta de que los años pasan a la velocidad de la luz cuando abre el Marca y se encuentra en un amplio reportaje a Miguel Indurain con su hijo de 15 años. El chaval, un mocetón, viste el maillot del Club Ciclista Villavés. Como tenga un corazón tan grande como el de su padre, que empiecen a temblar Andy Schleck, Alberto Contador y compañía, que en unos años tenemos sucesor. A Miguelón se le ve más fino que otros años, como para atacar el récord de la hora, por lo menos. Hace ya 14 años que colgó la bici, pero todavía en las tardes de toros de Pamplona se sigue cantando el "¡¡Indurain, Indurain, Indurain!!". Dicen que mañana, en la jornada de descanso del Tour, Indurain y otras leyendas de la carrera francesa van a subir el Tourmalet. Es una buena excusa para acercarse hasta el Pays du Toy, el valle en el que se asienta el más mítico de los puertos del Tour, que sólo admite comparación con los picos de los Dolomitas. Si es de los que no monta en bici y cree que ascender el Tourmalet es tarea complicada y sufrida, pruebe a subir andando. No hace falta que recorra todo el puerto (son casi 20 kilómetros, ya sea desde la vertiente de Barèges o desde Sainte Marie de Campan), sino que con unos pocos basta. El paisaje resulta espectacular y las cunetas están repletas de público. Se sentirá como en casa. Una vez sudada la camiseta, pruebe a zambullirse en las termas de Barèges (se reabrieron el año pasado tras una profunda remodelación) o a tomar una cañita en Luz Saint Sauveur. Y disfrute, que es de lo que se trata.
viernes, 16 de julio de 2010
A lo Casillas
El otro día me levanté de la cama, caminé medio dormido por el pasillo y, al llegar a la cocina, mi santa me plantó un beso a lo Casillas que ni reaccionar pude. "Madre mía", dije, antes de dar paso al Cola Cao. Cosas del directo. Repuesto del trance, y ya despierto, reaccioné. Soy periodista y... bueno, mi santa no es portera de fútbol, pero la tele tiene estos mimetismos. Lo mismo ha visto el beso de Casillas y se ha puesto a imitar. Hemos quedado en que la próxima vez le voy a comprar una camiseta de las de Arconada y vamos a repetir la escena, que dicen que besarse es bueno para la salud física y mental. Y eso que le suelo explicar que no tengo perfil de presentador de televisión. No duraría ni un Teleberri. Ni tengo los ojos verdes, ni la mirada de gata de la Carbonero (el copyright es de un colega de la redacción). Pelo tengo, pero mal distribuido y, como ya se habrán dado cuenta, en la tele no hay presentadores alopécicos (excepción de Piqueras). Para ser presentador hay que ser guapo o resultón, que lo mismo da. La belleza física ha pasado a importar más que la palabra, la forma está por encima del fondo y no importa qué y cómo se cuenta sino cómo es el que lo cuenta. Hay excepciones, claro. Carbonero no es ni peor ni mejor que decenas de periodistas que trabajan o aspiran a trabajar en televisión, pero es más guapa que la media, lo que ha aprovechado la cadena que le paga para exprimir su tirón. En Canal Plus hay una periodista que realiza la misma labor que Carbonero. Mónica Marchante se llama. No la conoce ni Dios. No tiene los ojos verdes ni un novio futbolista. País...
viernes, 9 de julio de 2010
Playa, toros y el pulpo
Una sesuda investigación científica no demostrada asegura que si en días de bochornazo como el de ayer, con 35 grados a la sombra, usted ve a una señora en la playa de La Concha bajo una sombrilla con la rebequita puesta, no lo dude: la señora es o procede de Navarra. Se ha traído la chaquetica por si acaso refrescaba. Un no menos currado estudio afirma que en los sanfermines es muy fácil distinguir al especimen oriundo de Gipuzkoa. Es aquel que viste vaqueros, camiseta blanca con alguna grafía en euskera (mayormente un niqui de una carrera atlética o una prueba cicloturista), pañuelo rojo bien anudado y sin faja (roja, se entiende). Por bien anudado se entiende el pañuelo que se ata dejando sólo dos puntitas y no ese horror que se ve por ahí de gente que se ata la prenda como si fuera un lazo de regalo. La camiseta blanca suele mudar de color conforme avanza la juerga, aunque dice una experta sanferminera que este fin de semana habrá mucho guipuzcoano con niqui naranja, y no precisamente para animar a Euskaltel-Euskadi sino a los naranjas que juegan el domingo contra los rojos (si Franco viviría). El guipuzcoano sanferminero sabe de sobra que Osasuna no es ni el Osasuna ni Osasuna de Pamplona. Y sabe también que el nativo o vecino de Pamplona es un pamplonés o iruindarra, no confundir con pamplonica.
PD: El crack del Mundial no es ni Villa, ni Klose, ni Casillas, ni la Carbonero. La estrella es ese pedazo de pulpo llamado Paul que ha acertado todos los pronósticos, aunque ahora los teutones se lo quieran comer a feira
viernes, 2 de julio de 2010
A la caña le llaman zurito
Hasta el más agnóstico de los mortales sabe asociar cada fiesta patronal con su santo, santa o virgen correspondiente, aunque le importen una higa procesiones, misas y demás liturgias católicas. Si ponemos en una columna sanjuanes, sanpedros, sanmarciales y santaixabeles, nos salen casi sin querer qué pueblos están de celebración o lo han estado hasta hace un rato. La moda del botellón me pilló ya con el paso cambiado, así que desconozco qué rutas festivas practica hoy la chavalería. Nuestra ruta, que no era la ya demodé del bakalao, comenzaba en mayo con las fiestas de Irurita y acaba a finales de septiembre en Igantzi. Eran cinco meses non stop en los que éramos capaces de saltar cada fin de semana de pueblo en pueblo, mayormente los viernes y sábados. El Everest de esta biribilketa era el 14 de agosto, cuando la agenda se nos desbordaba y, como no gozábamos del don de la ubicuidad, había que elegir. Un año empezamos la fiesta el 14 por la noche en Goizueta, almorzamos al día siguiente en Leitza y acabamos la jornada, clavo incluido, en Amaiur, presenciando (es un decir) una competición de sokatira. Baztan es ya de por sí un lugar en el que uno puede estar todo el verano de bote en bote sin salir del valle. Afortunadamente, la generalización de los controles de alcoholemia ha acabado con semejantes homenajes a la inconsciencia. En estos tiempos en los que a la caña de toda la vida le llaman zurito y al mosto le falta la aceituna, se ha impuesto, con excepciones, el "Si bebes, no conduzcas".
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