Cuentan quienes conocen a Iñaki Badiola que, antes de que el sol alumbre un nuevo día, él ya está tirando millas por el paseo de La Concha. Me lo imagino llegando a primera hora de la mañana a las oficinas de Anoeta, recién duchado y después de haber tomado el primer té chino de la jornada. Entrará en su despacho y llamará a su gente de confianza. Supongo que en ese momento es cuando se desatan las tormentas de ideas (brainstorming, que dirían los anglosajones), que luego expone en público el presidente o se cuelgan en la web. Porque, de todo lo que ha hecho Badiola en poco menos de dos meses, me quedo con su inagotable capacidad para proponer iniciativas y mantener al club en una continua efervescencia. Ha propuesto desde comprar Anoeta hasta vender entradas a un precio reducido de cinco euros para las señoras que acrediten 60 o más años, por exponer un propósito ambicioso y otro de menor calado. Ni en los tiempos de la presidencia de Astiazaran (auténtico experto en marketing y en vender el club como producto de consumo) se habían lanzado tantas y tan variadas propuestas. De todas, una de las que más se presta a la reflexión es su plan para incorporar al Bruesa y el Txuri Urdin a la estructura del club. Entiendo que son propuestas a largo plazo porque a corto los dos únicos objetivos de la Real deben ser, por este orden y por añadidura, el ascenso a Primera y sanear la tesorería, repleta de telarañas. En su propósito de materializar una fusión por absorción de la Real y el Gipuzkoa Basket Club, Badiola nada contracorriente. Y no sólo por el hecho de que se lo impida la Ley del Deporte de 1990 y un real decreto sobre las Sociedades Anónimas Deportivas de 1999. Es jurídicamente imposible, pero es que quizás sea poco recomendable. Durante los últimos años los clubes que pivotan sobre el equipo de fútbol y tienen a su vez varias secciones deportivas han tratado de restar estructura. Es decir, reducir gastos. El fútbol genera cada vez más ingresos, pero también cuantiosos gastos (no hay más que ver las fichas de algunos jugadores). Y, por norma general, las secciones son deficitarias (que no prescindibles) porque no generan la inversión que requieren, ya sea porque representan a deportes minoritarios que no arrastran al gran público o porque juegan en competiciones que requieren importantes gastos de desplazamiento, alojamiento, etc. No es, de momento, el caso de la Real, puesto que sus cuatro secciones (hockey, pelota, atletismo y actividades subacuáticas), suponen un gasto anual más que asumible de 81.500 euros. Pero es que, salvo Barça y Madrid, ningún club de Primera mantiene, y digo bien mantiene, a un equipo en la elite en el baloncesto profesional. No hay que irse muy lejos para recordar que el propio Real Madrid ha barajado en más de una ocasión desprenderse de la sección de baloncesto. Aunque también es cierto que una vez que ha inyectado dinero y ha llegado algún que otro título, el discurso de sus dirigentes ha cambiado... hasta incluso hablar de crear una franquicia europea de la NBA. El Barça es un caso aparte porque posee catorce secciones y tiene detrás una inmensa masa social, aunque a veces tenga que recurrir a sus hinchas futboleros para arropar a sus señeros y laureados equipos de baloncesto, balonmano o hockey sobre patines.
* Texto publicado en la sección de deportes de NOTICIAS DE GIPUZKOA