viernes, 7 de marzo de 2025

Aprender a aburrirnos

Hace unos días, en un grupo de WhatsApp, una de las integrantes, inocente ella, tuvo a bien lanzar el siguiente plan: “El finde del 5-6 abril, ¿como lo tenéis para hacer una salida al monte y una comida?”. El grupo está formado por once personas, así que tampoco es que estemos hablando de poner de acuerdo al Congreso de los Diputados. Como ya en esa primera fecha había quien no podía acudir a la cita, comenzó un intercambio de fechas, findes y propuestas que se alargó durante cerca de 40 minutos. Uno tenía comida en una sidrería, otro un viaje de fin de semana de conciertos en Madrid, un tercero trabajaba, otra corría una carrera, otro más se había comprometido como voluntario en una prueba ciclista. Un sin parar de fines de semana. Hemos llegado a un punto en el que no solo estamos atados a mil compromisos en el trabajo, sino también en nuestro tiempo libre. Como ahora a todo le ponemos nombre, este fenómeno se denomina Síndrome de la vida ocupada, y se manifiesta (se lo digo por si lo padece y no se ha dado cuenta. Gracias, no hay de qué) porque convertimos el ocio en una tarea más, perdemos memoria y concentración, y sufrimos (más) estrés. Pensamos que disfrutamos de una vida plena porque siempre estamos ocupados, cuando en realidad deberíamos aprender a aburrirnos.

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