Si no han visto Adolescencia y tienen previsto hacerlo, dejen de leer estas líneas, no vaya a ser que les destripemos la serie de moda. Al poco de comenzar el primer capítulo, cuando la Policía irrumpe en el adosado de la familia Miller, lo primero que imagina uno en su ingenuidad es que los uniformados se han equivocado de domicilio. Es imposible que vayan a detener por homicidio a un crío de 13 años, el hijo pequeño de Eddie y Manda. No nos cabe en la cabeza que un chaval mate a una chavala de su misma edad, aunque la realidad casi siempre supera a la ficción. En Inglaterra, donde se ubica la serie, Jon Venables y Robert Thompson, dos niños de 10 años, asesinaron en 1993 a un niño de dos, James Bulger, tras secuestrarlo y torturarlo en un centro comercial de Liverpool. Más allá de la tragedia que supone el asesinato de una adolescente a manos de otro adolescente, la serie lleva al espectador a que se cuestione sobre la toxicidad que invade las redes sociales y la relaciones entre los jóvenes, móvil en mano. También sobre el papel que juegan la familia, el colegio o los amigos en una etapa de tantos vaivenes como la adolescencia. Al acabar la serie, hay una escena que te martillea. “¿Cómo la criamos a ella?”, le pregunta el padre a la madre en alusión a la hermana mayor del protagonista. “Igual que a él”, le contesta la madre.
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