viernes, 14 de junio de 2013

No es oro...

Ya saben aquello de que en Gipuzkoa se debate, se debate y se vuelve a debatir si es conveniente o no construir esta o aquella infraestructura, y en Bizkaia se ejecutan construcciones sin parar, en un frenesí sin parangón en el mundo mundial. Hoy son pocas las voces que discuten la transformación de Bilbao y su metrópoli en los últimos 20 años. Con el Guggenheim como icono, la ciudad ha pasado de ser un polo industrial en declive a convertirse en un atractivo lugar que combina servicios y ocio. Al cobijo del museo, Bilbao ha ido levantando un muestrario de infraestructuras que rematará con San Mamés Barria y la regeneración de la isla de Zorrozaurre. Todo de color de rosa (hasta el Nervión ha vivido una mutación increíble; hoy se puede nadar en sus aguas sin que te coma el fango), si no fuera porque en determinados proyectos a sus impulsores se les ha ido la mano. Por concretar, apuntaremos dos: el mastodonte Bilbao Exhibition Centre (BEC) y la Supersur, la variante de la variante de Bilbao. El BEC es una ruina. Con la galopante crisis y la caída del mercado de ferias y congresos, la instalación se ha revelado como una apuesta desproporcionada, con unas dimensiones tan siderales como su deuda: acumula pérdidas de 320 millones de euros desde que se abrió en 2004. La Supersur (de pago) no anda a la zaga. Costó 900 millones de euros (es la segunda infraestructura más cara de Euskadi, solo superada por el TAV) y no ha absorbido ni la mitad del tráfico de la vieja variante. La Diputación preveía recaudar con los peajes 25 millones en 2012, pero solo ingresó seis. Pues eso, que no es oro... todo lo que reluce.

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