Si la grandeza de las personas se conoce en los pequeños detalles, estos días estamos asistiendo a una sucesión de escenas que retratan a los personajes. Los asesores de imagen no dejan nada al azar. Me centraré en tres escenas. Felipe VI ofreció su discurso en una estancia de La Zarzuela presidida por un cuadro de Carlos III del que ya se ha hablado profusamente. Hay quien sostiene que Carlos III contribuyó a la prosperidad cultural y económica de Catalunya, y quien recuerda que arrinconó a la lengua catalana en favor del castellano. En la foto, al margen de que al Borbón solo le faltó salir vestido de militar, llama la atención la presencia de una lupa, toda una metáfora de la miopía del monarca en todo este proceso. La escena segunda tuvo lugar el miércoles en el salón Mare de Déu de Montserrat del Palau de la Generalitat. Detrás de Carles Puigdemont se observaba una puerta entreabierta, una imagen que más de uno interpretó como el espacio al diálogo que reclamó el president en su discurso. Y la tercera escena fue protagonizado por Soraya Sáenz de Santamaría. No ya porque pareció que sus declaraciones estaban grabadas antes del discurso de Puigdemont, sino porque, al acabar, su figura desapareció misteriosamente, como teletransportada, como un holograma. Surrealista total.
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