No hay Tour sin Tourmalet. Es el puerto que más veces se ha ascendido y, sin ser ni el más alto ni el más duro, tiene una mística que engancha. Este año se subirá el sábado 20 de julio por la vertiente de Barèges y será final de etapa. En la cima asomará la escultura Octave, le géant, que honra a Octave Lapize, el primer ciclista que coronó el Tourmalet, el 21 de julio de 1910, en la etapa Baiona-Luchon, después de 326 kilómetros y 14 horas de esfuerzo. La obra se instaló el 21 de julio de 1999. Desde entonces decenas de miles de aficionados han posado ante la escultura tras subir el coloso. Las duras condiciones climatológicas (parte de la carretera del Tourmalet en invierno se usa como pistas de esquí) provocaron que las autoridades decidieran desmontar la escultura. Así, en octubre trasladan al gigante hasta el centro Laurent Fignon, donde descansa hasta la llegada de la primavera. El primer sábado de junio se celebra la Montée de Géant. Más de 1.000 cicloturistas escoltan a la escultura, que viaja en un camión y acompañado por una txaranga, en los 30 kilómetros desde su almacén invernal hasta la cima del Tourmalet. La marcha es gratuita y en el camino se obsequia a los participantes con productos típicos de la zona. Una manera diferente de disfrutar de un cicloturismo cada vez menos turístico y más competitivo.
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