Hay personajes públicos que deberían hacer un curso rápido en un taller de risoterapia. Bernd Schuster, por ejemplo, necesita unas clases a la voz de ya. El entrenador del Real Madrid, al menos en las ruedas de prensa, muestra siempre una cara de pitbull que para qué contar. Con la mirada lo dice todo. Da la impresión de que no sonríe ni en la intimidad. Seguramente es un tipo encantador, pero parece la reencarnación futbolística de Risto Mejide. Hay otro personaje al que rara vez verán sonreír, aunque nada tiene que ver con el constante mal humor de Schuster. Se trata de lo más parecido a un gentleman inglés. Es serio y, cuando aparece en las fotografías de prensa o en las imágenes de televisión, es como si llevara siempre puesto encima el cargo. Juan Ignacio Vidarte, el director del Guggenheim, no sonríe. Otra potencial alumna del taller sería la nueva portavoz del Consejo General del Poder Judicial, Gabriela Bravo. Seria, seria, la chica. La ves por la tele y parece la Señorita Rottenmeier. Dice aquí al lado un colega que otra que tal baila es la periodista, columnista y tertuliana Isabel San Sebastián. "Ésa está todo el día con cara de mala hostia", dice. Otro que parece serio, pero que en el fondo es un cachondo mental es Miguel Sanz. Este hombre hace tiempo que frecuenta el taller de risoterapia. Hace poco más de año y medio iba de manifa de la mano del PP porque aseguraba que el PSOE, la ETA y Arnaldo Otegi iban a "vender Navarra". Hoy se ha hecho amigo de los sociatas y no se habla con el PP. Se parte la caja.
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