Hasta hace nada, el calendario, amén de fechas y efemérides, ofrecía nada más que el santoral (hoy, por cierto, es santa Flora). Ahora el calendario sigue plagado de santos y santas, pero ofrece la posibilidad de conmemorar el Día de. Hay el Día Mundial de los Refugiados, el Día Internacional de los Museos, el Día Mundial del Agua, el Día Mundial contra el Cáncer y un sinfín de jornadas festivo-reivindicativas. Mañana, por ejemplo, se recuerda un día que ojalá no existiera. Es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, esa lacra que se esconde tras las cuatro paredes de una casa. Hay otros días que pasan más desapercibidos. El pasado miércoles se celebró el Día Mundial del Retrete. Parece un asunto sin importancia, para echar una risita floja, pero va a ser que no. Según la ONU, unos 2.500 millones de personas carecen de inodoro. Más cifras. La falta de saneamiento adecuado provoca que cada año mueran dos millones de personas por enfermedades diarreicas. Y más datos que nos avergüenzan: entre esos dos millones de muertos, un niño menor de cinco años fallece cada 20 segundos. Consulto a mi fontanero de cabecera y le hago la típica pregunta demagógica. "¿Cuánto vale un retrete corriente y moliente?" "Entre 100 y 150 euros, más o menos", me contesta. Pongamos que vale 100 eurillos (precio de Occidente) y no sumemos los gastos de instalación, tuberías, etc. Con 250 millones de euros estaría solucionado el problema. Es decir, el equivalente a cuatro cúpulas (preciosa, por cierto) de Miquel Barceló. Que aquí quería llegar yo.
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