Para quienes no estén
puestos (con perdón) en el mundo del ciclismo, conviene explicar que el
molinillo era el sistema, por llamarlo de alguna manera, que Lance Armstrong
utilizaba para someter a sus rivales cuando la carretera se empinaba.
El molinillo consistía en aumentar el ritmo de las pedaladas. En sus
tiempos de vino y rosas, Armstrong, gira que te gira, llegaba a dar 90
pedaladas por minuto en rampas imposibles. O sea, que iba a 1.000
revoluciones. Y casi siempre diseñaba el mismo plan. Tras forzar la
máquina sus compañeros de equipo, atacaba en la primera rampa del último
puerto de la jornada montañosa de turno, y no había Dios (ciclista) que
le siguiera la rueda. Hoy sabemos que ese molinillo, músculos al
margen, lo movía con gasolina EPO y derivados varios. No seré yo quien
contradiga a la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA) ni a los
arrepentidos compañeros de equipo de Armstrong. Pero no me cuadra que el
tejano no fuera cazado en ningún control antidopaje. El ciclismo es,
con muchísima diferencia, el deporte que se somete a más controles para
intentar mantener a raya a los tramposos. Un corredor debe comunicar
dónde se encuentra a todas horas. Si a las seis de la mañana llaman a la
puerta de su casa, sabe de sobra que no es el lechero. Armstrong fue
sometido a decenas de controles. Así que es imposible que la UCI no
detectara que recurría continuamente, por no decir obsesivamente, a
sustancias prohibidas. Solo desde la comunión de intereses, y con dinero
de por medio, se entiende que hiciera la vista gorda.
viernes, 26 de octubre de 2012
viernes, 19 de octubre de 2012
Mastodontes
"Estamos en el país de los aeropuertos peatonales, las carreteras sin coches,
los teatros sin contenido y los palacios sin congresos. Cada faraón
quería su pirámide". Pensaba que lo había visto todo sobre inversiones
en mastodontes de hormigón que se han quedado en construcciones de
cartón piedra, pero se ve que la realidad siempre supera a tu
imaginación. Hace unos días el programa Comando actualidad emitió el reportaje ¿Nos lo podíamos permitir?,
un tratado de lo que ha sido la burbuja española en todas sus
vertientes (inmobiliaria, financiera, de infraestructuras...). Aunque se
trataba de un reportaje mucho más edulcorado que las mordaces lecciones
que ofrece Jordi Évole en el imprescindible Salvados (en Comando Actualidad
se entrevistaba a concejales y cargos públicos sin citar su partido),
la sucesión de monumentos a la nada era un cúmulo de despropósitos. Me
quedo con el repaso que se hizo a los palacios de congresos. De hecho,
la frase que abre este texto es del propietario de la única sala de
congresos privada de Palma de Mallorca. Asegura este buen hombre que en
el Estado hay 140 palacios de congresos, la mayoría impulsados por las
instituciones públicas, pero que solo dos o tres son rentables. En Palma
de Mallorca, a la entrada de la ciudad, hay un esqueleto de hormigón
sin acabar, por el que ninguna empresa puja, y en la que los políticos
de turno ya se han gastado 125 millones. Otro pozo sin fondo que añadir
a un catálogo de obras sin sentido que no tiene fin: ayer anunciaban
que el aeropuerto de Castellón estudia su ampliación, pese a que aún no
ha recibido su primer vuelo. Que siga la fiesta.
jueves, 18 de octubre de 2012
Candidatos
No descubro ningún secreto
si digo que semanas, e incluso meses, antes de un acontecimiento de
relevancia, en las redacciones de los periódicos echamos la vista atrás y
repasamos lo que hicimos sobre el particular hace uno, dos, tres, diez o
20 años. Sucede cuando se aproximan el Mundial de fútbol, los Juegos
Olímpicos, unas elecciones, el Jazzaldia, el Zinemaldia o cualquier
efeméride que caiga en un número redondo. Tratamos de ofrecer a
los lectores una buena información y procuramos que sea original,
completa y adaptada a los frenéticos cambios tecnológicos que se están
registrando en las cabeceras de los periódicos. Pero eso no quita para
que tengamos ese tic de retroceder al pasado para comprobar el
despliegue informativo que se hizo hace un tiempo sobre la materia que
sea. Como soy de los que tienen esa costumbre de mirar al pasado, hace
ya unas semanas repasé la cobertura de las elecciones al Parlamento
Vasco de 2009. Y he aquí que comprobé que los personajes que capitalizan
la información política de estos días pueden desaparecer de la
actualidad en cuestión de nada. Hace tres años y medio, en vísperas de
las elecciones autonómicas, publicamos seis semblanzas de los candidatos
a lehendakari. De esa media docena de aspirantes, solo dos han
completado entera la recién finalizada legislatura, aunque también hay
que decir que otros dos de ellos ni siquiera lograron el ansiado escaño.
Como todo es cíclico, no es difícil adivinar que alguno de los que hoy
pelean por un asiento en el Parlamento se quedará en el camino.
martes, 16 de octubre de 2012
El otro rescate (y II)
Decíamos hace unos días
que España necesita de manera urgente un rescate de sus horarios de
trabajo. Si, como dicen quienes manejan los datos macro y
microeconómicos, la crisis no se deja notar de la misma forma aquí que
más allá del Ebro, sucede algo parecido con el asunto de las horas de
entrada y salida del curro, y de nuestros hábitos. Digamos, por
resumirlo, que por estos lares, y no solo por cuestión de cercanía
geográfica, tenemos horarios más europeos (excepción hecha de
determinados trabajos como, por ejemplo, la redacción de un periódico).
Abrimos las tiendas a las nueve, cerramos a la una (ni un minuto más, ni
uno menos), comemos en una hora y, en lugar de la clásica siesta,
optamos por la kuluxka, que es igual de reparadora pero más
corta (y sin pijama ni orinal). Diría más. En determinados lugares de
este país incluso son más europeos que en otros. Según avanzamos hacia
el norte, antes se cumplen los quehaceres diarios. Tengo un amigo que
trabaja en un restaurante enclavado en la muga que come a las once de la
mañana porque a eso de las once y media ya tiene a los primeros
clientes, ya sean de Urruña, Baiona o Toulouse, sentados en la mesa. Y
no es raro acercarse de visita a un pariente de Iparralde y comprobar
que se dispone a cenar a las siete y media de la tarde. Por no decir que
en las televisiones francesas mantienen aún la buena costumbre de
emitir los telediarios a las 20.00 horas para, media hora después, iniciarse la película o la serie de turno. Aquí el prime time no llega antes de las 22.30 horas. Noctámbulos, que somos unos noctámbulos.
viernes, 12 de octubre de 2012
El otro rescate (I)
Asegura Ignacio Buqueras,
presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios
Españoles (ARHOE), que, a falta del rescate financiero que Mariano Rajoy
acabará pidiendo más pronto que tarde, hay otro rescate que debería
formar parte de la agenda del Gobierno del PP desde ya: el rescate que
necesitan los horarios de trabajo en España. Cuando el resto de Europa
lleva ya dos o tres horas en el tajo, en la piel de toro mayormente se
está desayunando. Y cuando en Bruselas salen del trabajo, en Madrid se
entra después de dar cuenta de la comida, el cafelito y una
imprescindible sobremesa (eso si no cae la siesta nacional). España es
el país de la paradoja. Los ciudadanos que tienen un empleo (un bien
cada vez más escaso) son los europeos que más tiempo pasan en su puesto
de trabajo (272 horas más que un alemán, por ejemplo). Sin embargo,
tienen el dudoso honor de ser de los trabajadores menos productivos de
la UE. "No es lo mismo estar en el trabajo que trabajar", apunta
Buqueras, que no aboga por adoptar el horario británico o el portugués.
Quizás el problema no sea el lugar del meridiano de Greenwich que ocupa
España. Es un asunto de costumbres y vicios adquiridos. Un país que
desayuna a las nueve, come a las tres y media, cena a las nueve (en
invierno) o a las once (en verano), programa el fútbol por la televisión
a las diez de la noche (e incluso a las once) y arranca a medianoche
con sus espacios deportivos estelares en las radios es complicado que
tenga un ritmo biológico que le permita trabajar a pleno rendimiento.
viernes, 5 de octubre de 2012
A reflexionar
supongo que para un
político profesional el inicio de la campaña electoral es lo más
parecido al arranque de la Liga para un futbolista. Lleva meses de
pretemporada (más o menos desde que acabaron las últimas elecciones, ya
fueran forales, municipales o estatales del Estado, que no me acuerdo) y
le recorre un cosquilleo por todo el cuerpo. Supongo también que al
político profesional le pone lo de los mítines aquí y allá, repartir
caramelos y bolis por doquier, visitar mercados y residencias de
ancianos, y recibir a los altos cargos del partido, ya vengan desde el
mismísimo Madrid o desde el Besaide, que viene a ser el centro de esta
nuestra comunidad. El político profesional tiene quince días por delante
para convencer a la descreída audiencia que merece la pena que el 21-O
vaya al colegio electoral y deposite en la urna la papeleta de su
partido. Dice un colega que, según sesudos estudios, solo uno de cada
diez ciudadanos cambia su opción de voto en función de lo que lee, ve y
escucha durante estos días de sobredosis electoral. O sea, que
mayormente la campaña sirve más bien para poco. Uno cree que estas dos
semanas y pico de cháchara están programadas a mayor gloria de sus
señorías, que nos explicarán lo que no van a hacer y no nos dirán lo que
van a hacer cuando tomen asiento. Yo, directamente, me iría al sábado
20 de octubre, a la jornada de reflexión, esa antigualla heredada de la
transición que se mantiene inalterable en todo calendario electoral que
se precie.
miércoles, 3 de octubre de 2012
Atentos al aparato
Atentos al
aparato. Según ha podido saber este gacetillero de fuentes que beben
bien informadas y son de absoluta solvencia, la Viceconsejería de
Transportes anunciará en los próximos días una bomba informativa. Una
noticia que va a sacudir los cimientos de Donostia. Se trata, ni más ni
menos, de la presentación de un proyecto pionero, grandioso donde los
haya y que colocará al marco incomparable en el mapamundi mundial.
Tachán, tachán, la Viceconsejería que gobierna el concejal no electo
anunciará la construcción de un túnel que conectará el muelle de
Donostia y la isla de Santa Clara. El subterráneo será solo de uso
petaonal aunque, lógicamente, incluirá un bidegorri. Ya hay plazos de
ejecución, empresas interesadas en la iniciativa y hasta dinero. La
pasta saldrá del remanente que habrá después de que el uso del Topo vaya
a pasar de siete a 33 millones de usuarios. Ahí es nada. Está previsto
que las obras del túnel se prolonguen durante once meses, por lo que no
afectarán a las regatas de La Concha del próximo año, que se podrán
desarrollar con absoluta normalidad. En una segunda fase, la
Viceconsejería se propone construir una ampliación del túnel (en este
caso sería acristalado para ver la fauna marina de la bahía) que
llegaría hasta Ondarreta. Incluso estudia llevar a cabo una tercera fase
que consistiría en construir un teleférico desde Ondarreta a Igeldo,
donde se levantaría un edificio singular, para lo que se invitaría a
arquitectos de prestigio mundial en un concurso restringido. He dicho.
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