sábado, 29 de agosto de 2015

Correr a saco

Sara celebra mañana la 52ª edición del Cross de los Contrabandistas, en el que los corredores evocan el estraperlo a ambos lados de la muga y cargan con un saco de ocho kilos en la espalda


 De un lado, los gendarmes. Del otro, los contrabandistas. En mitad del camino, la muga. Durante décadas, el trasiego de mercancías que se trasladaban a hombros de un lado al otro del Bidasoa, y viceversa, esquivando los aranceles de los gobiernos español y francés se convirtió en una práctica común.
El estraperlo, considerado ilegal por las autoridades, fue una actividad popular tras la Guerra Civil y hasta bien entrada la década de los 80, cuando se rompieron las fronteras de Europa y se implantó la libre circulación de personas y mercancías. De Iparralde a este lado del Bidasoa se traían azúcar, tabaco, anís, chocolate, toros sementales, novillos, café, hilo de cobre y hasta barras de labios. Desde Hegoalde a Iparralde se llevaban alcohol, conservas de atún, almendras o sardinas. Era un trabajo que se hacía de noche (gau lana), por monte y burlando la vigilancia de guardias civiles y gendarmes, que se las veían y deseaban para perseguir a contrabandistas que conocían el terreno como la palma de su mano.
Hace más de medio siglo, emulando este juego del gato y el ratón, nació el Cross de los Contrabandistas en Sara, una carrera que, como el contrabando, tiene su propias reglas, unos códigos que le distinguen del resto de pruebas.
Los participantes (un máximo de 36) deben obligatoriamente correr con pantalón largo, camiseta blanca y un dorsal a modo de peto. Pero lo que distingue a la prueba, amén de la dureza del recorrido, es el saco. El saco de ocho kilos peso (cuatro en el caso de las mujeres) que deben portar en el primer kilómetro y medio del recorrido, y en los últimos 300 metros.
Un paquete (el saco está relleno de arena) con el que los participantes “imitan” a los contrabandistas que durante años cruzaron la muga desde Biriatu a Luzaide. Como sucede cada año en agosto, un restringido pelotón de corredores se darán cita mañana en la plaza de la localidad labortana para afrontar una prueba que, si ya es de por sí dura por tener que portar un saco, lo es aún más por su trazado.
Los participantes deben completar un recorrido circular de ocho kilómetros que parte de Sara (77 metros sobre el nivel del mar) y asciende hasta Zazpi Fago (522 metros con rampas del 51%), un paraje situado a las faldas del monte Larun desde el que se divisa una soberbia panorámica de Lapurdi. Desde este punto, y tras un descenso vertiginoso, se dirigen de nuevo al casco urbano de la localidad, no sin antes volver a coger el saco a escasos 300 metros de la llegada.
Con el paso de los años, la carrera se ha suavizado. En las primeras ediciones, los corredores realizaban un recorrido más largo y más exigente, y debían cargar durante todo el tiempo con un saco de 25 kilos. La hora de la carrera (cinco de la tarde) y el calor endurecían aún más la prueba, muy popular en las localidades de la muga. Las altas temperaturas provocaron hace unos años el desfallecimiento de varios corredores y en 2011 el fuerte calor llevó a suspender la prueba, que ahora se disputa a las nueve y media de la mañana, para evitar las horas a las que más aprieta el calor.
dos corredores por pueblo La carrera guarda más particularidades. Los corredores representan a localidades fronterizas (entre ellas Irun y Hondarribia), nueve de este lado de la muga y otras tantas de Iparralde. Cada municipio corre con dos participantes y, de hecho, el trofeo que se entrega al pueblo ganador queda en manos del Ayuntamiento de turno.
Más conocido en Iparralde que en Hegoalde, ganar el Cross de los Contrabandistas permite disfrutar al vencedor de cierto prestigio, al menos entre la afición atlética de la muga. El beratarra Fernando Etxegarai, con siete victorias, ostenta el récord de triunfos y la mejor marca de la carrera (38 minutos y 36 segundos en 2006), y el irundarra Rikardo Toro, cuatro veces vencedor (1979, 1980, 1985 y 1986) y hoy sexagenario, suma la friolera de 44 participaciones.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Versiones

Aseguraba el pasado lunes Oier Aranzabal, en una entrevista en este periódico, que su hermano (20 años) había descubierto que Sarri Sarri, el tema de Kortatu que se cantó y bailó con desenfreno en los 80 (y también ahora), es en realidad una versión de la canción reggae Chatty Chatty del grupo Toots&Maytals. Bueno, su hermano, y algunos más, entre los que me incluyo. Crecí pensando que Akelarre, Egan y Joselu Anaiak tocaban en las verbenas canciones propias... hasta que un día escuché un tema de Status Quo que era sospechosamente parecido a otro que se bailaba en las fiestas de los pueblos. Así que una de dos: o los británicos habían versionado un tema en euskera, o a la inversa. Coincido con Aranzabal y Harkaitz Cano en que la versión de una canción no tiene por qué ser peor que la original. Hay muestras a patadas de que el sucedáneo mejora el original, salvo en el caso de la gula y la angula, noski. El problema es cuando no sabes cuál es la canción original y cuál la versión. Cuando crees que Lau Teilatu es un tema de Mikel Erentxun y Amaia Montero, o Xalbadorren heriotzean, una canción de Erramun Martikorena. Porque, ¿a quién concedemos la patente de My Way? ¿A Frank Sinatra o a Paul Anka? Pues va a ser a que a Claude François y Jacques Revaux, que crearon la dulce Comme d’habitude.

viernes, 21 de agosto de 2015

Itinerancia de datos

Andorra Telecom anunció la semana pasada que en 2014 ingresó más de 34 millones de euros por los servicios de itinerancia, una cifra nada desdeñable para una operadora que no llega a los 49.000 clientes con contrato (Euskaltel, por ejemplo, tiene más de 200.000) y que detenta en exclusiva la telefonía fija y móvil en el Principado. La compañía atribuye el incremento de la facturación por los servicios de itinerancia (nueve millones más que en 2013) a que cada vez más turistas utilizan sus móviles dotados de conexión a Internet en este paraíso pirenaico. Sin embargo, a nadie se le escapa que buena parte de esos ingresos proceden de incautos visitantes que al entrar en Andorra no desactivan en su móvil un icono (está en los ajustes) que lleva por nombre itinerancia de datos y que a final de mes reciben una dolorosa factura por servicios que en algunos casos ni siquiera han utilizado. Usar el móvil en el extranjero se puede convertir en una actividad de alto riesgo para el bolsillo. La UE ha prometido que a partir de 2017 no habrá que pagar un sobrecoste por utilizar el móvil en un Estado diferente al de origen del operador, pero habrá que ver para creer. Los potentes lobbies que tienen las compañías telefónicas en Bruselas gastarán hasta el último de sus euros por seguir sangrado al consumidor.

viernes, 7 de agosto de 2015

Slow cycling

Teníamos el slow food, el slow travel, el slow cinema slow cities, y en los últimos años crece el número de adeptos a lo que podríamos denominar slow cycling, que no es otra cosa que disfrutar del ciclismo a la antigua usanza y sin prisas. Bicicletas de acero de hace más de 20 o 30 años, con los cables de freno por encima del manillar y las manetas de cambio en el cuadro, chichoneras, calapiés con correas y maillots vintage son parte de los ingredientes de este movimiento que va calando poco a poco. Al abrigo de L’Eroica, la popular clásica que se disputa en la Toscana italiana y que en los últimos años ha adquirido relevancia en el calendario del ciclismo profesional, han surgido en el Estado un puñado de pruebas en las que, obviamente, no hay clasificaciones, los recorridos son más bien cortos, en ocasiones se hacen en grupo y atraviesan carreteras de asfalto rugoso e incluso con tramos de pavés. Por supuesto, en los avituallamientos no hay ni bebidas isotónicas ni geles ni barritas energéticas. Abundan los productos locales (torreznos de Soria en el caso de La Histórica, una prueba que se celebra en Abejar) y no faltan los porrones de vino. Todo parecido con la realidad que vemos a diario en nuestras carreteras es pura coincidencia. El ciclismo para nostálgicos y románticos se abre paso.


sábado, 1 de agosto de 2015

Cup cakes

Cuatro niños juegan en el salón de una casa corriente de una familia corriente. Son tres chicas y un chico. Han montado una cafetería especializada en cup cakes. Cada uno desempeña su papel y tiene asignada una tarea. Una prepara los cafés, otra se encarga de elaborar los cup cakes(para que nos entendamos, las madalenas de toda la vida, pero de colores), una tercera atiende las mesas y hace los pedidos, y el chaval lleva la barra. Tienen todos los utensilios: tazas, cucharillas, azúcar, café, bandejas con cup cakes invisibles (se comen pero no se ven), bolis, libretas, una caja registradora en la que usan los billetes del Monopoly, etc. Yo soy su cliente y hago el paripé. El trajín en la cafetería es espectacular. “¿Están ya esos cup cakes?”. “Te he pedido dos cafés”. “¿Cómo vamos con la mesa 3?”. “Venga ese café con leche, que lo tengo que llevar ya”. Andan los cuatro en un sin parar. Miro a mi interlocutora y le preguntó que por qué tanto estrés. “Es lo que ven. Ven estas situaciones en la calle, en las tiendas, en casa y, sobre todo, en la tele. No tienes más que ver programas como Masterchef, con los concursantes (ya sean niños o adultos) de un lado para otro, intentando acabar su receta a toda prisa”. Es el signo de los nuevos tiempos. Nosotros jugábamos a pelearnos contra los de Leguía o Altzate con arcos y flechas. Ahora se juega a estresarse haciendo cup cakes.