domingo, 25 de abril de 2010

Obituarios

Hay secciones de un periódico que los lectores evitan como la peste. Quienes aborrecen el fútbol cogen la pértiga y pasan de Economía a Cultura, los hay que no leen ni línea de Política porque los ídem no hacen más que gastar las palabras, y también abundan quienes no leen una línea de las páginas de Opinión, salvo que el opinador de turno trate un asunto cercano a sus intereses. De todo hay en la viña de los lectores. Al que suscribe, por ejemplo, no le gustan los toros (salvo alguna corrida en Sanfermines, y no propiamente por los morlacos) pero no me perdía ni una sola crónica del fallecido Joaquín Vidal, que firmaba textos exquisitos en El País. A veces ni siquiera versaban sobre toros. Una delicia de artículos. Los obituarios son otro género en el que se encuentran buenas piezas. A un servidor le dan cierto yuyu las páginas de esquelas (será porque tarde o temprano vamos a pasar por ahí), pero los obituarios son otro cantar. Esta semana ha habido a montones acerca de la figura de Juan Antonio Samaranch. Por lo general, tienden a ser textos laudatorios del finado. Pero hay excepciones. Sabido es que el ex presidente del COI no caía simpático en el mundo anglosajón. Tampoco después de muerto. Ahí tienen si no al periodista de The Guardian John Rodda, especializado en olimpismo. El tipo murió el 3 de marzo de 2009, pero como legado dejó escrito ¡el obituario de Samaranch! O sea, que el texto ha estado en la nevera trece meses hasta que fue publicado el miércoles por el diario británico, y no precisamente para lanzarle flores al dirigente catalán.

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