viernes, 27 de mayo de 2016

Maracaná Sancti Spiritu

son apenas 53 segundos de grabación, pero condensan como pocas veces porqué por estos pagos vivimos y disfrutamos el deporte sin necesidad siquiera de calzarnos unas zapatillas. Hablo de las imágenes grabadas el pasado domingo por un cámara en el instante en el que Kilian Jornet y el suizo Marc Lauenstein afrontaban la ya mítica subida de Sancti Spiritu en la maratón Zegama-Aizkorri. Bajo la lluvia, el frío y el viento, cientos de espectadores hicieron un pasillo humano para dar calor a Jornet, Lauenstein y el largo pelotón de 500 corredores que participaron en la prueba. El periodista (y corredor) catalán Albert Jorquera ha definido el paso por Sancti Spiritu como el “Maracaná de las carreras de montaña”, y el mismísimo diario L’Equipe también hace referencia al mismo en su web y muestra el vídeo en cuestión, que ayer sumaba más de 800.000 visitas. La secuencia es un compendio de lo mejor que representa el deporte: dos atletas en pleno esfuerzo, cientos de personas animándoles y un grupo de voluntarios (al arrancar la cuesta hay un avituallamiento) velando por el buen discurrir de la carrera. La estampa sucedió en la Zegama-Aizkorri pero se repite casi cada semana. Cuando nos regalan los oídos diciendo que somos la mejor afición del mundo (aplicable también al ciclismo) no es un cumplido.

viernes, 20 de mayo de 2016

'Transparent'

en la muy recomendable serie Transparent, un profesor universitario recién jubilado confiesa a su pintoresca familia que es transexual. Que el respetable Mort Pfefferman en realidad toda su vida se ha sentido Maura Pfefferman. Que se ha visto siempre como una mujer en un cuerpo de hombre, vamos. Mort, ahora Maura, se libera de todas sus ataduras y, para sorpresa de familiares, amigos y allegados, da rienda suelta a todo aquello que no ha podido expresar durante largos años. Su familia, exmujer incluida, acepta su nueva condición sexual con naturalidad. Los diálogos y las escenas que se suceden en esta tragicomedia en la que se alternan transexuales, heterosexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales y demás hubieran sido impensables hace pocas décadas, censura mediante. El pasado martes se cumplieron 26 años desde que la Asamblea General de la OMS eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas. Hablamos de 1990, no de 1890. Transcurridos ya 16 años desde que entramos en este siglo XXI que todo lo iba a cambiar, hay quienes siguen considerando (con el ínclito obispo Munilla a la cabeza) que la homosexualidad es una tendencia sexual “desviada y desordenada”. No sé si siguen anclados en 1990 o en 1890.

lunes, 16 de mayo de 2016

“Muchos jóvenes alpinistas hoy solo buscan la fama”

KRZYSTOF WIELICKI
 

ALPINISTA

 Fue el primer alpinista, junto a Leszek Cichy, que coronó el Everest en pleno invierno y el quinto hombre que conquistó los catorce ‘ochomiles’ del planeta.

 Krzystof Wielicki es una leyenda del himalayismo. Su generación rompió moldes en los años 80 con la conquista de las cimas más altas de la Tierra en la estación más cruda del año. Wielicki logró la primera invernal al Everest, una hazaña que repitió más tarde en el Kangchenjunga y el Lhotse. A sus bien llevados 66 años, prepara el reto de dirigir (que no subir) una expedición invernal al K-2, la segunda montaña más alta del mundo y la última que resta por ascender en invierno. De este y otros asuntos habló el pasado miércoles en el Teatro Principal de Donostia, invitado por el Club Vasco de Camping, que celebra su Semana de la Montaña dedicada al himalayismo polaco.
En febrero una expedición en la que figuraba Alex Txikon coronó el Nanga Parbat, la penúltima montaña que quedaba por lograr en invierno. Dejando al margen el hecho histórico, ¿qué opinión tiene del estilo que utilizaron?
-El Nanga Parbat es una montaña importante para mí porque es el último ochomil que subí y lo hice solo. Hay que tener en cuenta que en invierno se había intentado subir más de 20 veces. Esta última expedición ha sido un ejemplo claro de cómo se debe comportar el alpinismo en una montaña. No se trata de competir entre los montañeros sino de colaborar entre ellos. Al principio iban a ir cada uno por su cuenta, pero vieron que era necesario que colaboraran para alcanzar la cumbre. Es un gran ejemplo para los más jóvenes porque hoy muchos jóvenes montañeros solo buscan la fama, el yo subí, yo fui el más rápido… Hay que trabajar en equipo. El mayor error de los alpinistas polacos que también trataban de ascender el Nanga Parbat fue que compitieron en lugar de trabajar juntos. La tecnología y los partes meteorológicos han hecho que hayan cambiado mucho las cosas. Antes cada expedición tenía el día que le tocaba para subir. Si te tocaba mal tiempo, te tenías que dar la vuelta y no tenías otra opción. Hoy te vale con dos, cuatro o seis personas y trabajan solo las horas que saben que pueden hacerlo.
¿Qué tiene de especial el Nanga Parbat para que haya sido tan difícil conquistarlo?
-El campo base está a muy baja altura y en la última parte de la ascensión muchas expediciones se pierden. Llegas a 7.300 metros, ves el monte delante, pero es fácil perderse. Se perdió incluso Txikon.
¿Al himalayismo polaco le queda una espina clavada por no lograr el Nanga Parbat en invierno?
-Para nada. Estamos contentos de que se haya conseguido porque de este modo las expediciones invernales cobran sentido. Si en invierno solo subiéramos ochomiles los polacos, los europeos dirían que es de locos y que solo los hacemos los locos polacos. Ahora podemos decir que hay vascos locos, italianos locos… (ríe).
La cordada polaca de Adam Bielecki y Jacek Czech optó por intentar subir por la ruta Kinshofer. ¿No era demasiado arriesgado?
-No, sé puede hacer. Pero yo soy de la generación en la que primero se hacía, y luego se hablaba, y ellos hicieron al revés. Primero hablaron y luego trataron de hacer, y terminaron no haciendo nada. Nosotros no hablábamos del estilo. Íbamos a la montaña y luego veíamos cómo hacerlo. En invierno tienes que encontrar tu momento. Vi en la televisión cómo lo explicaban, pero en invierno nunca sabes si el tiempo te va a dejar ascender. Actualmente hay un conflicto entre nuestra generación y la de Bielecki. Nosotros subíamos juntos, como un equipo, no era importante quién llegaba a la cima. Ahora los montañeros dicen: “Yo tengo que subir a tal cima”. Hemos llegado a un punto en el que se personaliza cada ascensión. No puedes decir que la gente de Donostia ha conquistado una montaña sino que debes dar nombres y apellidos, y esto no me gusta. Las jóvenes generaciones deberían leer algo más sobre nosotros, acercarse a nuestra generación y entendernos mejor. Saber cómo hacíamos las cosas. Faltan al respeto al decir que lo que hacíamos entonces no estaba bien, que ahora se hace mejor. Se empeñan en decir que Hillary subió al Everest con oxígeno. Vale, pues intenta tú subir en 1953 sin oxígeno. Deben respetar más a las anteriores generaciones.
El K-2 es la última frontera invernal que queda y usted va a liderar una expedición este mismo año.
-Primero tenemos que atar el presupuesto porque es tres o cuatro veces mayor que para el Nanga Parbat. Tenemos una buena relación con el Ministerio de Deportes polaco e igual nos pagan la mitad del presupuesto. Nos falta la otra mitad. Si para mediados de junio no cubrimos la otra mitad, probablemente aplacemos la expedición al siguiente invierno de 2017. El equipo será polaco e incluirá a (Denis) Urubko, que ahora es ciudadano polaco, y puede que esté Alex Txikon si puede unirse. Sé que quiere unirse.
Se ha intentado tres veces subir el K-2 en invierno y en dos estaba usted. ¿Qué es lo más importante?
- Hacerlo en equipo. Uno de los grupos irá a finales de diciembre para preparar la ruta y el segundo equipo un mes más tarde. Mejor si están aclimatados. Lo importante es que el segundo equipo no esté cansado. Sabemos que si pasas más de 25 días en altura en una expedición en invierno, acabas muy cansado. Hay que guardar las energías del equipo que atacará la cima.
Suena raro que un equipo internacional pueda trabajar mejor en equipo.
- Me gustaría trabajar con un equipo internacional. Simone (Moro) sabemos que no va a ir porque se lo ha prometido a su mujer y busco a gente con experiencia, como Txikon. Tengo que hablar con él para ver si quiere unirse. Con los rusos es diferente porque quieren hacerlo por su cuenta. No hay mucha gente preparada para subir el K-2 en invierno. Hay que llevar solo a gente que haya subido el K-2 en verano.
Se dice que una expedición de este tipo puede costar 200.000 euros.
-Sí, por ahí ronda el presupuesto.
¿Cuántas personas formarán el equipo?
-Cinco para equipar la ruta y otros tres para llegar a la cima. El problema es encontrar gente para el segundo equipo; para el primero es más fácil. Una de las veces que fuimos al K-2 en invierno estuvimos 80 días en altura y realmente luego no se puede subir.
¿Habrá alguna otra expedición al K-2 el próximo invierno?
-Solo los rusos puede ser capaces de hacerlo pero no tienen ahora suficiente dinero por la crisis de Grazprom. Hace cinco años sí hubieran podido, ahora solo nosotros estamos preparados para hacerlo. Pero estaría bien que el último ochomil en invierno lo subiera una expedición europea en un acto de solidaridad. Nos gustaría compartir la ascensión. En el alpinismo somos una familia sin importar de dónde eres.
¿Se llega a disfrutar en una expedición invernal a un ‘ochomil’?
- Sí. Me gusta el invierno. Incluso hay otras montañas que no son ochomiles que subo en invierno. Las duras condiciones le dan un toque especial, la hacen más interesante y bonita. Hay más lucha y adrenalina.
Al himalayismo de invierno se le critica su poca o nula creatividad.
-En invierno lo importante es subir, no la creatividad. Siempre tienes el problema del mal tiempo y no puedes experimentar demasiado. Solo hay espacio para subir o no subir, normalmente no subir.

Secuestros y secuestros

Si el pasado sábado por la mañana me hubieran enseñado un papel con los nombres de Ángel Sastre, José Manuel López y Antonio Pampliega, no hubiera acertado a adivinar si eran políticos, actores o ciclistas. Supongo que no hubiera sido el único. Horas después, ya por la tarde, ocuparon la primera línea de los informativos. Los tres eran (son) periodistas que durante diez largos meses han permanecido secuestrados por el Frente Al Nusra, una filial de Al Qaeda, en el fuego cruzado de Siria. Aseguraba el lunes el fotoperiodista Gervasio Sánchez que en secuestros de este tipo a los medios de comunicación se les pide que cierren filas y guarden silencio o, todo lo contrario, que sean generosos y ofrezcan una gran cobertura. Sastre, López y Pampliega pertenecen al primer caso. Apenas han trascendido detalles del secuestro, tampoco cuando ya se han encontrado a salvo de sus captores. Marc Marginedas, Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, secuestrados en septiembre de 2013, pertenecen al segundo supuesto. Todos los días hubo referencias sobre sus cautiverio en los medios. Entiendo que habrá razones de peso para entender el diferente tratamiento informativo de unos y otros secuestros. Todo sea porque el final sea feliz.

sábado, 7 de mayo de 2016

Gobernar con anteojeras

uno de los pecados capitales de los partidos políticos cuando llegan al poder es gobernar con anteojeras. Gobiernan solo para los suyos, sin mirar a los costados. Durante sus tropecientos años de Gobierno en Navarra, UPN, muchas veces con el apoyo de la muleta de un PSN que ni está ni se le espera, no solo despreció a un amplio sector de la sociedad que no comulgaba ni comulga con su ideología, sino que lo arrinconó con normas y leyes creadas ad hoc. La obsesión de UPN con el euskera, ETB, el modelo D y todo símbolo que huela a Euskal Herria raya lo paranoico. Su amarga victoria en las últimas elecciones y el posterior paso a la bancada de la oposición darían paso, dijeron, a una moderación en su discurso. Retirar la denuncia que había puesto contra las emisiones de ETB hubiera sido una buen primer paso para dulcificar su mensaje. No lo retiró y ni siquiera comunicó la demanda al Gobierno de Barkos en el traspaso de poderes. En sus casi dos años de travesía en el desierto, UPN, en lugar de regenerarse, ha incidido en su versión más retrógrada y cerril. El socorrido “que vienen los vascos” ya no hay quien lo compre. Si no se pierde en peleas estériles y gobierna sin anteojeras, el gobierno del cambio tiene cuerda para otra legislatura.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Los incombustibles del maratón

Jesús Eguimendia, Idoia Esnaola y Juan Carlos Arregi, del club Donostiarrak, suman más de 180 participaciones en la mítica distancia de los 42,195 metros


Jesús Eguimendia tienen más maratones (69) que años (61), Idoia Esnaola gusta de participar en los maratones más desconocidos del calendario y Juan Carlos Arregi es un atleta tan metódico y constante que, desde 1992, todos los años (salvo en 1994) ha corrido al menos un maratón. Los tres corredores del Donostiarrak suman más de 180 participaciones en la mítica distancia y son los únicos del club que han completado más de medio centenar de carreras cada uno en los clásicos 42 kilómetros y 192 metros.
Eguimendia, el más veterano, debutó en la primera edición del maratón de Donostia, en 1978, cuando “salías a correr y te miraba la gente. Correr estaba casi hasta mal visto”. Fue la primera carrera organizada en la que compitió. Aquel maratón, que los participantes aún hoy recuerdan como un antes y un después de las carreras populares (“fue un boom, el público hasta hizo pasillo en La Concha”), fue la primera prueba de la larga travesía de Eguimendia por medio mundo. La afición por correr le atrajo de tal manera que lleva 40 años superando retos aquí y allá, en Donostia, pero también en París, Roma, Boston, Ciudad Real, el Círculo Polar Ártico o el exigente Marathon des Sables, en pleno desierto del Sáhara, que ha completado tres veces. Hace unos años se propuso correr un maratón al mes. Solo falló en agosto. Rememora aquella hazaña como quien recita el padrenuestro.  “En enero, Badajoz; en febrero, Sevilla; en marzo, Valencia; en abril, Madrid; en mayo...”. Tira de memoria porque un descuido hizo que perdiera el ordenador en el que almacenaba todos los datos y todas las carreras. Pero la lista de objetivos cumplidos es interminable. Ha corrido más de 30 veces el maratón de Donostia, 18 veces la Behobia (con la particularidad de que iba y venía, es decir, la misma mañana de la prueba iba corriendo a Behobia y regresaba a Donostia con la carrera), dos veces la durísima Madrid-Segovia, los 100 kilómetros de Bezana (Cantabria), ultras de montaña y un año sumó más de 1.000 kilómetros en carreras, lo que le valió un reconocimiento del Donostiarrak. “Yo nunca he ganado nada, pero me gusta participar, hacer carreras diferentes. Si te gusta correr y no buscas marcas, puedes hacer un maratón tranquilamente”, explica Eguimendia que, paradójicamente, nunca ha corrido en Atenas, la cuna del maratón. Una operación de rodilla le ha provoca que no corra “con la alegría de antes”, pero ya tiene en mente otros dos retos: el maratón de Burgos y, cómo no, el de Donostia, en noviembre.
Idoia Esnaola lleva el maratón en las venas. Dos de sus seis hermanos está vinculados al atletismo. Gaspar fue uno de los mejores maratonianos de los 80 (ganó dos veces el de Donostia) y Eva es una consumada ultrafondista, amén de su compañera de fatigas. “Yo no corro, me arrastro”, dice con un deje de modestia Idoia, que suma 61 maratones y cientos de anécdotas. Allí donde se celebran los maratones menos glamourosos está Idoia. Su historial de carreras está plagado de pruebas en poblaciones como Aranda de Duero, Alcañiz, Palencia, Toral de Vados, Bascones de Ojeda o Membrilla. Carreras en las que a veces se reúnen no más de 40 participantes y que ella disfruta como si corriera por el neoyorquino puente Verrazano. Este año ya suma tres maratones (Palencia, Albi, en Francia, y Atarfe, en Granada). Le gusta, además, competir en los que se celebran por primera vez, como el Ecomaratón Vega de Granada Ruta Lorca que disputó el 10 de abril. “Hay que ir a los partos, a las nuevas ediciones. Me gusta los maratones pequeños porque tienen más encanto. Las grandes se hacen más fácil pero son agobiantes. En los grandes no sientes la soledad del corredor de fondo”, explica.
Su maratón fetiche es el de Bascones de Ojeda, una localidad palentina de poco más de 150 habitantes. Se celebra el tercer domingo de agosto, en plena canícula, y suele acudir con su hermana Eva, que acostumbra a participar también en la media maratón que se celebra la víspera. “Hasta que no tienes hecha esa maratón, no te licencias”, asegura Idoia, que se deshace en elogios hacia una organización que no cobra inscripción y agasaja al medio centenar de participantes con camiseta, diploma, una caja de galletas y una comida a base de paella vegetariana y melón.
sin planificar Al contrario que la mayoría de maratonianos, Idoia no planifica la temporada. No sabe cuántas carreras disputará este año. Es posible que caiga otra vez el maratón San Fermín de Pamplona o que se apunte a un cumpleaños maratoniano, o sea, acompañar a un amigo a celebrar un maratón el día que cumple 42 años y 195 días. Ella los cumplió hace cinco años dando 105 vueltas a la pista de atletismo de Ordizia. Lo que tenga que correr, correrá, como aquel año que se apuntó al maratón de Zurich, que arranca en la medianoche de Nochevieja, entre fuegos artificiales y besos por el nuevo año. Allí se plantó Idoia. Acabó el maratón a eso de las cuatro de la mañana y para las tres de la tarde ya estaba sentada junto a la familia en Pasaia celebrando la primera comida del año. 
Juan Carlos Arregi responde al perfil de maratoniano espartano y disciplinado que va quemando etapas hasta lograr su objetivo. Su regularidad es asombrosa. Ha disputado 52 maratones (los dos últimos en Burdeos, el 9 de abril, y Madrid, el pasado domingo) y 35 de ellos los ha completado en un tiempo entre 2h42m y tres horas. Planifica cada carrera al detalle. En primavera ataca dos maratones que disputa en un intervalo de menos de un mes, y en otoño, otros dos. Cada una de las etapas le lleva cuatro meses de preparación. Finalizados los maratones de Burdeos y Madrid, en julio iniciará los entrenamientos para afrontar el 6 de octubre el maratón de Chicago y en noviembre el de Donostia, que ha corrido 19 veces. Chicago será la cuarta parada en su reto de completar los seis majors (los maratones más prestigiosos del mundo) por debajo de las tres horas. Ya tiene en la mochila los de Nueva York, Londres y Berlín, y le faltan los de Chicago, Boston, que encarará en 2018, y Tokio, aún sin fecha. Meticuloso por naturaleza, corrió su maratón número 50 en casa, en Donostia, portó el dorsal 50 e incluso subió al podio para recibir el homenaje y la txapela conmemorativa de sus compañeros del Donostiarrak.
Como en el caso de Eguimendia, es un habitual de la Behobia (corre desde 1987), donde ejerce de liebre. “Lo que hace duro un maratón”, explica desde la experiencia, “no es la distancia sino el ritmo. Sabes que vas a sufrir y a pasar un mal rato, pero a los dos días de hacer uno ya estás pensando en el siguiente”.