Es lo que tiene ir a setas y a Rolex, estar en misa y repicando, al plato y a las tajadas. Que vas a una manifestación a favor de la independencia de Catalunya y acabas recibiendo (de una minoría) gritos de botifler (traidor) y largándote por patas aunque lleves muletas. Le sucedió el pasado martes a Josep Antoni Duran i Lleida, portavoz de CiU en el Congreso de los Diputados y líder de Unió Democratica de Catalunya (UDC). Duran i Lleida, el inquilino permanente de una de las suites del Hotel Palace de Madrid (a más de 400 euros la noche, sin IVA), estaba seguramente desubicado entre las decenas de miles de ciudadanos que participaron en la marcha de Barcelona. Primero dudó en asistir (alegó que tenía Pleno en el Congreso) y solo cuatro días antes de esa histórica Diada llamó a la militancia de UDC a respaldar el multitudinario acto, que había sido convocado con varias semanas de antelación. Lo hizo a través de la carta que semanalmente escribe en la web de su partido y sin hacer bandera del independentismo. La manifestación, venía a decir en la misiva, iba a ser "la afirmación catalanista a favor del pacto fiscal". Y, claro, la marcha fue un clamor a favor de la soberanía. Decenas de miles de personas se manifestaron para demostrar que ya no basta con negociar un puñado de trasferencias y seguir hacia adelante. Y en ese escenario de creciente apoyo a las tesis que apuestan por una Catalunya independiente, políticos como Duran i Lleida, siempre en el papel de intermediarios entre Madrid y Barcelona, se sienten incómodos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario