Netflix estrenó hace unos días el documental Antoine Griezmann. Campeón del mundo, que repasa la trayectoria del exjugador de la Real desde sus inicios en el fútbol hasta coronarse el pasado verano en Rusia. Con algunas lagunas, la cinta se deja ver. De entre todas las vertientes de la vida de Griezmann que se reflejan en el documental, merece la pena quedarse con el retrato que se hace de su padre. Todos hemos conocido a padres que quieren a toda costa que su hijo triunfe en el fútbol, que es algo tan probable como que te toque el Euromillón. Alain Griezmann recibió decenas de negativas de clubes por la débil constitución física de su hijo y recorrió miles de kilómetros hasta que dio con la Real. El resto ya es historia. Salvando las distancias, en el mundo del atletismo se vive un fenómeno parecido de padre que quiere sí o sí que sus hijos triunfen en el deporte. Es Gjert Ingebrigtsen, padre y entrenador de tres hermanos (Henrik, Filip y Jakob) que han sido campeones de Europa de 1.500 metros. Ingebrigtsen ha ido realizando ensayos de prueba-error, ha exprimido la competitividad entre sus vástagos, busca los límites del sufrimiento en cada entrenamiento y ha ido mejorando las prestaciones de hijo a hijo. Un controvertido método que ha convertido a Jakob, el menor, en la nueva estrella del atletismo mundial.
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